La Vanguardia

Mamá, salgo en televisión

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Salir en televisión a costa de situarse a espaldas de un periodista de TVE y saludar con la ilusión de que te viese una prima en Medina del Campo era una aspiración muy española que hacía paleto pero se estilaba en el siglo XX.

La era de las selfies, Instagram y Facebook parecía letal para este personaje tan necesitado de atención, cariño y protagonis­mo porque todo el mundo repite lo del derecho universal a cinco minutos de gloria pero existen ciudadanos a quienes la gloria no les llega y se impacienta­n.

Ayer, un repaso matinal por las cadenas de televisión certificab­a la superviven­cia del personaje. En lugar de situarse en el córner del estadio de Las Gaunas y saludar en cada lanzamient­o de esquina, nuestro hombre o mujer se sitúa a espaldas de un periodista “español” en plena conexión y le dibuja cuernos, le planta una bandera en el cogote o berrea “¡prensa española, manipulado­ra!” con la ilusión de pasar a la historia.

Este personaje se indigna mucho y en uso de su libertad de expresión impide a un periodista “español” hacer su trabajo que es el de ver y contar a pie de calle, ajeno a la línea editorial, el consejo de administra­ción o el patrocinad­or oficial de la empresa informativ­a para la que trabaja. Desde anteanoche, muchas conexiones de TVE, la Sexta, Antena 3 y adláteres son boicoteada­s. Uno, vieja escuela, cree que hay que dejar al periodista ejercer su trabajo, sobre todo al que pisa la calle y trata de comprender y narrar lo que sucede. Como la estupidez es universal, ya me veo insultado en Valdemoro al grito de ¡“prensa catalana, manipulado­ra!” el día que vaya a preguntar sobre cómo viven este drama quienes se apellidan Catalán.

Tontos del bote, del culo y de baba los hay en todas partes pero no está de más recordar que matar al mensajero es muy feo. Y que si alguien quiere salir en televisión mejor que se apunte a concursos que asesinan la cocina o emparejan a corazones solitarios, expresión cursi donde las haya.

Jugar de periodista en campo contrario es una faena y estaría bien dejar en paz a los compañeros “españoles”. En el 2001, este diario me envió al País Vasco a cubrir con reportajes de color las crispadas elecciones autonómica­s. Un día escribía de un pelotari burgalés o de las cooperativ­as de Mondragón y otro del mercado de Gernika y sus alubias. A los pocos días, el diario Gara, que no era precisamen­te el The Times de Londres, recriminó y señaló a unos cuantos periodista­s “españoles” –entre ellos servidor– por hablar de los vascos como quien habla de una tribu exótica (no daba crédito). Y ser citado en el Gara entonces no era ilusionant­e...

Yo prefería al cándido del siglo XX que se limitaba a saludar con la mano y a una distancia que le permitía salir en la tele y ser feliz sin intimidar ni sabotear el trabajo del periodista, humilde aspirante a la objetivida­d.

¡Qué ilusión salir en televisión a costa de boicotear el trabajo a pie de calle de un periodista!

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