La papeleta de la huelga
Hasta la catedral de Barcelona se cierra a los turistas en otro día de movilizaciones masivas
Adam Zagajewski tiene un poema, titulado Referéndum, traducido por Xavier Farré y recopilado en Tierra del fuego (Acantilado). Antes de saber lo que dicen los versos de este maravilloso poeta, flamante premio Princesa de Asturias y sempiterno candidato al Nobel, conviene viajar hasta la Barcelona de finales de los 80. Un chiste publicado en el
Diari de Barcelona dibujaba a Pasqual Maragall exhortando a los trabajadores del estadio Lluís Companys a no hacer huelga. “No son unas obras cualesquiera. Son olímpicas”, decía. “Sí, pero nosotros somos albañiles, no atletas”.
Centenares de miles de personas, la mayoría jóvenes capitanes
Catalunya, con sus capas de superhéroes, refrendaron ayer una protesta que acepta matizaciones, como en el chiste. No fue una huelga, fue “un paro general de país”. La Generalitat –que no rebajará la nómina a sus funcionarios huelguistas, aunque Hacienda se ha propuesto lo contrario– habla de “seguimiento masivo”. A las cinco de la mañana en Barcelona ya se barruntaba el éxito, espoleado por los irrisorios servicios mínimos decretados por el Govern para el transporte público. A esas horas no había metro y, cuando por fin apareció, parecían vagones de Tokio en hora punta.
Casi sin metro y sin autobuses, fue un día para andar. El cronista había quedado con un educador social de Arrels Fundació para que le presentara a Roberto, un sintecho con un triste récord (pero esa será la historia de otro día). Antes de encontrarse con él, vio a un señor con muletas, durmiendo de madrugada en el suelo. ¿Cuándo nos independizaremos de esta lacra? ¿Cuándo viviremos una movilización parecida a las de ayer contra esta vergüenza? No dormía en un cajero o sobre un banco público: estaba en medio de la rambla Guipúscoa, tapado con una manta. En la acera de enfrente hay dos súpers de dos grandes compañías, una abrió o intentó abrir todos sus establecimientos, la otra decidió cerrar.
Por la calle pasaban taxis que no hacían huelga. ¿En esta montaña rusa de emociones serán los héroes del 17-A los esquiroles del 3-O? La alcaldesa Ada Colau –que elogió a los guardias civiles y policías cuando concedió la medalla de oro a los mossos y a los guardias urbanos– clama ahora contra la represión policial y pide que se investiguen las “agresiones sexuales” presuntamente cometidas por agentes de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
Pimec, la patronal de la pequeña y mediana empresa, cree que el seguimiento de la huelga fue superior al 54%. Carl von Clausewitz decía que es imposible explicar bien una batalla porque ningún observador puede estar al mismo tiempo en todos los frentes. Lo de ayer no fue, afortunadamente, una batalla, pero es imposible saberlo todo. Al menos durante el día, el clima fue festivo. Comercios que cerraron por la mañana, abrieron por la tarde o al revés. Franquicias de ropa, centros comerciales y grandes almacenes jugaron al gato y al ratón con los piquetes informativos. Numerosos locales de restauración, también. Negocios que se mostraban dubitativos optaban por el sí cuando otros abrían.
Hubo comercios abiertos incluso en la plaza Sant Jaume, el
kilómetro 0 de Catalunya ,yencalles aledañas como Ferran o la Baixada de la Llibreteria. La catedral, sin embargo, ofreció una imagen insólita y no sólo no permitió visitas turísticas, sino que en varios momentos del día estu-
Estudiantes que no conocieron dinosaurios franquistas corean consignas parecidas
Grandes franquicias y centros comerciales jugaron al gato y al ratón con los piquetes
vo completamente cerrada. Decisiones como esta, el colapso de los transportes públicos y, sobre todo, las legiones de jóvenes que se echaron a la calle volverán hoy a las portadas de la prensa.
Uno de los corresponsales internacionales más jaleados fue el de una cadena rusa de televisión que se encaramó sobre un contenedor de basura para que lo enfocara bien su cámara, a su vez subido sobre otro contenedor, en la esquina de ronda Sant Antoni con Tallers. Unos universitarios coreaban: “Els carrers sempre seLos ran nostres”. No tenían edad ni para haber conocido al ministro franquista y fundador del PP Manuel Fraga, que una vez dijo: “La calle es mía”. Tan jóvenes como para confundir el edificio de la alcaldía con el del Parlament, como le ocurrió más tarde a un estudiante con un fuerte acento de Lleida. Viendo como las tapas de los contenedores comenzaban a hundirse bajo el peso de los correos del zar, alguien dijo: “Eh, que això ho haurem de pagar nosaltres”. Al lado, un manifestante se desgañitaba insultando a los ocupantes de un helicóptero policial, como si fuera una hormiga amenazando a un halcón, allá en lo alto. Catalunya, seny y rauxa.
Para los barceloneses, sobre todo para los más mayores, hubo un termómetro que contribuyó a matizar el clamor de los paros: muchas panaderías abrieron. Un día sin pan es otra cosa. Sólo en la rambla Guipúscoa, entre la rambla Prim y Bac de Roda, había al menos cinco establecimientos abiertos donde se podía comprar el pan nuestro de cada día. ¿Significa eso que las plantillas de estos comercios aprueban las brutales imágenes que han dado la vuelta al mundo? También abrieron muchos kioscos, aunque La Vanguardia
y la mayoría de diarios acudieron a su cita con menos páginas de las previstas “como consecuencia del paro cívico convocado por la Taula de la Democràcia en protesta por los graves incidentes registrados el 1 de octubre en Catalunya”. Numerosas redacciones, incluida esta, hicieron ayer paros parciales, pero retomaron el trabajo, entre otras cosas para que hoy los lectores conozcan los entresijos del día.
Y fue un día con muchos entresijos. Los coles cerraron, algunos con avisos redactados en un catalán discutible (“degut a que”, en lugar de “a conseqüència de”). abuelos tuvieron trabajo extra como canguros y ayudaron a dar una imagen de martes festivo. El parque de la Espanya Industrial, como tantos otros, volvió a ser una guardería al aire libre.
En el parque de la Ciutadella, en busca de más yayos, un recuerdo del pasado se impuso al resto de vicisitudes de la huelga. Muchas personas duermen aquí cada noche, algunas en hamacas. Casi todas, sobre cartones, cerca del invernadero. Cuando llegue el frío, se irán a los soportales del paseo Picasso. Entre estos sintecho se halla Manuel Rodríguez,
Manu, con sus tres perros, Ram-
bo, Sheila y Sheilita. Durante algún tiempo, Manu tuvo un hogar y así quería seguir imaginándoselo el cronista, pero... Su historia se puede leer en la hemeroteca de este diario (página 1 de la sección de Vivir del 26 de enero del 2013 y 4 del 5 de mayo del 2013).
Lo difícil es no verlos. Hay más de mil en Barcelona. Silvio (página 1 de Vivir del 27 de enero del 2017 y 6 del 11 de marzo del 2017) duerme ahora en un cajero cerca del Clínic. Comparte los cartones con Griselda, una mujer que esconde las manos porque dice que las tiene sucias y que se emociona cuando le dicen: “Las manos se lavan con agua, pero el alma no y seguro que la tienes limpia”.
Algunos comercios tenían mala conciencia, como una librería de Provença con Borrell, que abrió, pero aseguraba en un cartel: “Només us oferirem serveis mínims. Premsa a l’interior”. En el paseo de Gràcia, una gran cadena que sí había abierto anunciaba la última novedad de Dan Brown, Origen, con un lema que parece escrito para el 3-O: “Creas en lo que creas, nada volverá a ser igual”.
De esto y de las identidades tratan los versos de Referéndum ,de Zagajewski. Pero entonces llegó la enésima comprobación de que la miseria no hace huelga y la elección de otro poema. En la calle Mallorca, 445, un sintecho se había caído de su silla de ruedas. Estaba inconsciente y se lo había hecho todo encima. Una llamada al 112, desviada luego a la Guardia Urbana, tardó 3 minutos y 6 segundos en activar la respuesta. Así acaba el poema Refugiados: “Arrastrando las piernas / van despacio, muy despacio / al país de Ningún Sitio, a la ciudad Nadie / en la orilla del río Nunca”.