Bond en el siglo XVI
Ken Follett tiene dos ídolos literarios, ambos compatriotas: William Shakespeare e Ian Fleming; el primero como autor universal pero también como cronista de la vida cotidiana en el siglo XVI; el segundo, básicamente como creador de James Bond. Porque de pequeño, cuando tenía 12 años y en la biblioteca de su barrio le dieron acceso al fondo para adultos mucho antes de lo previsto porque ya se había devorado todos los libros de la sección infantil, Follett quería ser Bond. “Hasta que me di cuenta de que jamás mediría un metro noventa ni tendría otras cualidades”, se rió.
El escritor más leído de España y del planeta habló de sus dos escritores favoritos cuando ayer presentó en Madrid Una columna
de fuego, (Plaza & Janés / Rosa dels Vents), tercera parte de la trilogía que empezó en 1989 con el superventas absoluto Los pilares
de la tierra (26 millones de ejemplares). Fue una presentación singular, en el teatro Infanta Isabel de la capital española. Antes de responder a los periodistas, el autor habló en el escenario ante un atril, su nombre y el título de la novela proyectados sobre un telón de fondo de terciopelo negro. Mientras explicaba por encima el argumento, algunos de los personajes iban haciéndose presentes detrás, encarnados por actores vestidos con los ropajes y complementos de la época. Uno a uno, fueron situándose en la tarima el protagonista de la historia, Ned Willard; la muy católica reina de Escocia, María Estuardo; el corsario sir Francis Drake, el rey Felipe II y, por supuesto, la monarca Isabel I de Inglaterra, cuyo papel en el libro es central. Al final, con todos los intérpretes elegidos ya sobre las tablas y cuando ya él hubo terminado su intervención inicial, autor y personajes se reunieron para posar ante los fotógrafos. Un enorme marco dorado con la inscripción del título de la obra y el nombre de su autor descendió desde lo alto del escenario. Y así quedó formado el cuadro viviente de Una columna de fuego, sorpresa del acto que fue la delicia de los reporteros gráficos.
Shakespeare y Fleming venían al caso en la presentación de Follett por ser su libro, entre otras cosas, una novela de espías. Pues, como destacó el escritor al referirse al núcleo histórico del argumento, la decisión de Isabel de apoyar la causa protestante la convirtió en objeto de repetidas tramas para asesinarla. Y eso le llevó a crear “el primer servicio secreto inglés”. Un servicio coordinado por el secretario de Estado Francis Walsingham: el personaje que al autor galés le gustaría encarnar, si le dejan, en la serie de televisión “de unas 12 horas” que quiere que se ruede. No sería la primera vez que Follett aparece en alguna película basada en una de sus obras. En el telefilme de El
tercer gemelo (1997), hizo de mayordomo..., con una sola frase: “Inmediatamente, señor”, recordó ayer, divertido. “Creo que lo hice bien”. Más tarde, en la serie de Los pilares de la tierra (2010), realizó otro cameo, algo más breve, como mercader.
Así que quizá no es casual que Follett se subiera ayer a un teatro para presentar su obra. Tanto en el posado como en la intervención anterior y la charla ulterior con los periodistas, el novelista mostró grande dotes en la representación y defensa de su propio personaje. No en plan impostor, sino como buen comunicador y hombre público que no rehúye las fotos. Sin sobreactuar y hasta con prudencia, pero con deleite.
En la rueda de prensa preguntamos a Follett sobre los críticos que atacan a los autores de best sellers, casi siempre por una presunta falta de profundidad o un estilo simple. “Las novelas no tienen por qué ser muy intelectuales. Ocurre como con la música: lo que importa son las emociones, llegar al corazón”, dijo. Y recordó el “embelesamiento y la fascinación” que él sintió al leer las aventuras de Bond. O la que intuye que hay detrás de los lectores que gusta de observar en las librerías cuando escudriñan las cubiertas y solapas de los libros. “¿Qué buscarán?, cabe preguntarse. Yo creo que buscan las sensaciones que ya han vivido leyendo”; es decir, el miedo, la intriga, la pena, el asombro... “¡La magia!”.
No faltaron interrogantes sobre los retos del Brexit y el independentismo catalán, que él asoció en su respuesta: “Los británicos dicen que mejor están solos y los catalanes también, pero no creo que sea así. El nacionalismo no es del siglo XXI, es una ideología obsoleta y anticuada. El futuro es la integración, no la independencia”, opinó. Y enseguida precisó: “...aunque tal vez pueda equivocarme”.
“Las novelas, como la música, no tienen que ser intelectuales: lo que importa es la emoción, llegar al corazón”