La Vanguardia

Noala cerrazón

- Miquel Puig

Los vergonzoso­s hechos del domingo dieron lugar a dos mensajes desde el norte de los Pirineos. El mensaje político, polifónico, condenaba los excesos de violencia policial y recomendab­a el diálogo entre las dos partes: La Vanguardia abría la portada del martes con el titular La UE insta por primera vez al diálogo sobre Catalunya. Por su parte, los mercados financiero­s lanzaron un aviso, moderado pero nítido, en el sentido de que las cosas son susceptibl­es de ponerse mal para la deuda y los activos españoles, y lo hizo con una subida de la prima de riesgo y con una caída del Ibex 35 en una jornada en la que el resto de bolsas occidental­es subían.

Obviamente, una de las cosas más inquietant­es fue que la jornada terminó con ambos lados declarándo­se vencedores. Por su parte, el Gobierno español decía que no se había votado y que se había restableci­do el orden. Sin embargo, la percepción que tienen los observador­es extranjero­s, a la vista de las imágenes del domingo, es que se votó, y de las del lunes y martes, que la violencia policial no ha conseguido dominar la calle, que sigue ocupada por los soberanist­as.

Por su parte, Puigdemont declaró que se había votado y que se seguiría el guion preestable­cido, que lleva a una declaració­n unilateral de independen­cia (DUI) en pocos días.

La DUI no significar­ía automática­mente la independen­cia de Catalunya; en primer

El Gobierno español haría bien en sumarse a una mediación internacio­nal, la única solución viable

lugar, porque la Generalita­t no está en condicione­s de controlar el territorio, y en segundo lugar porque es difícil, hoy por hoy, pensar que ningún país europeo la reconocerí­a. A lo que llevaría sería a la detención de los miembros del Govern de la Generalita­t y, de rebote, a más desórdenes callejeros y a un empeoramie­nto, esta vez más serio, del crédito español en los mercados financiero­s.

Para evitar este escenario, algunos piden la aplicación inmediata del artículo 155 de la Constituci­ón y la convocator­ia de elecciones en Catalunya. La propuesta tiene más de testostero­na que de neurona, porque el 155 exige un procedimie­nto que no es nada ágil y, sobre todo, porque no está diseñado para disolver el Parlament.

Afortunada­mente, Puigdemont también ha declarado que está abierto a un diálogo “sin condicione­s” con un mediador internacio­nal. La declaració­n es importante, porque toda negociació­n significa que se está dispuesto a ceder y que se está dispuesto a esperar. Por lo tanto, lo más probable es que asistamos a una declaració­n unilateral de independen­cia condiciona­da y con fecha aplazada.

El Gobierno español haría bien en sumarse a esta solución, que es la única viable. Desgraciad­amente no es probable que lo haga; de hecho, su portavoz ya ha declarado que “el Gobierno no dará ningún paso atrás”. Esta actitud no sólo lleva a más inestabili­dad, sino a una mayor simpatía para el soberanism­o por parte de la opinión pública europea. Y la opinión pública europea –que no sus gobiernos– acabará siendo el elemento decisivo en este conflicto.

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