Noala cerrazón
Los vergonzosos hechos del domingo dieron lugar a dos mensajes desde el norte de los Pirineos. El mensaje político, polifónico, condenaba los excesos de violencia policial y recomendaba el diálogo entre las dos partes: La Vanguardia abría la portada del martes con el titular La UE insta por primera vez al diálogo sobre Catalunya. Por su parte, los mercados financieros lanzaron un aviso, moderado pero nítido, en el sentido de que las cosas son susceptibles de ponerse mal para la deuda y los activos españoles, y lo hizo con una subida de la prima de riesgo y con una caída del Ibex 35 en una jornada en la que el resto de bolsas occidentales subían.
Obviamente, una de las cosas más inquietantes fue que la jornada terminó con ambos lados declarándose vencedores. Por su parte, el Gobierno español decía que no se había votado y que se había restablecido el orden. Sin embargo, la percepción que tienen los observadores extranjeros, a la vista de las imágenes del domingo, es que se votó, y de las del lunes y martes, que la violencia policial no ha conseguido dominar la calle, que sigue ocupada por los soberanistas.
Por su parte, Puigdemont declaró que se había votado y que se seguiría el guion preestablecido, que lleva a una declaración unilateral de independencia (DUI) en pocos días.
La DUI no significaría automáticamente la independencia de Catalunya; en primer
El Gobierno español haría bien en sumarse a una mediación internacional, la única solución viable
lugar, porque la Generalitat no está en condiciones de controlar el territorio, y en segundo lugar porque es difícil, hoy por hoy, pensar que ningún país europeo la reconocería. A lo que llevaría sería a la detención de los miembros del Govern de la Generalitat y, de rebote, a más desórdenes callejeros y a un empeoramiento, esta vez más serio, del crédito español en los mercados financieros.
Para evitar este escenario, algunos piden la aplicación inmediata del artículo 155 de la Constitución y la convocatoria de elecciones en Catalunya. La propuesta tiene más de testosterona que de neurona, porque el 155 exige un procedimiento que no es nada ágil y, sobre todo, porque no está diseñado para disolver el Parlament.
Afortunadamente, Puigdemont también ha declarado que está abierto a un diálogo “sin condiciones” con un mediador internacional. La declaración es importante, porque toda negociación significa que se está dispuesto a ceder y que se está dispuesto a esperar. Por lo tanto, lo más probable es que asistamos a una declaración unilateral de independencia condicionada y con fecha aplazada.
El Gobierno español haría bien en sumarse a esta solución, que es la única viable. Desgraciadamente no es probable que lo haga; de hecho, su portavoz ya ha declarado que “el Gobierno no dará ningún paso atrás”. Esta actitud no sólo lleva a más inestabilidad, sino a una mayor simpatía para el soberanismo por parte de la opinión pública europea. Y la opinión pública europea –que no sus gobiernos– acabará siendo el elemento decisivo en este conflicto.