Una frontera innecesaria
Los flujos migratorios de México hacia Estados Unidos están estabilizados en cotas medias bajas desde el 2010
La polémica por la construcción del muro entre México y Estados Unidos coincide con un momento en que la migración se ha reducido notablemente y, por el contrario, crece el número de mexicanos que opta por retornar a su país desde territorio norteamericano.
La voluntad del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de construir un muro que acabe de cubrir toda la frontera entre su país y el vecino México no se apoya en datos demográficos sino, en todo caso, en cuestiones de oportunidad política que muchos ven cercana al populismo. Desde el 2010, las llegada de migrantes mexicanos a Estados Unidos está estabilizada en una media aproximada de 140.000 personas anuales, según las estadísticas que maneja la presidenta de El Colegio de México, la demógrafa Silvia Elena Giorguli, que lleva años investigando el fenómeno migratorio de su país. “Siempre se ha hecho un manejo político de la inmigración. Ha sido un chivo expiatorio”, afirma al preguntársele por el muro que proyecta Donald Trump.
Según se desprende de los estudios que ha dirigido la profesora Giorguli, de paso por Catalunya invitada por la Universitat Autònoma de Barcelona, la llegada masiva de mexicanos a Estados Unidos había coincidido siempre con picos de crecimiento y de demanda de mano de obra en el vecino del norte. Así, por ejemplo, las mayores cotas de trasferencia de población de México a Estados Unidos se alcanzaron en el año 2000, con la llegada de 760.000 migrantes, y en el 2005, 670.000. Esa ha sido la correlación habitual, sin embargo ahora, a pesar de la recuperación económica de los últimos años, no han vuelto a repuntar los flujos migratorios.
El número de detenidos en la frontera de México hace años que está bajando. Actualmente, cruzar la frontera ilegalmente es mucho más caro que hace unos años y mucho más inseguro.
“Yo creo que (Trump) pensó que en algún momento la migración y el muro podían ser una moneda de cambio en las renegociaciones del tratado de libre comercio entre México, Canadá y Estados Unidos”, afirma la profesora Giorguli.
Se da de hecho en los últimos años un fenómeno que consiste en el retorno de ciudadanos mexicanos a su país procedentes de Estados Unidos. Por supuesto, el mayor grupo de estos retornados corresponde a aquellos que tienen documentación en regla cuando no doble nacionalidad.
Esta circunstancia ha provocado que en estos momentos haya en México medio millón de niños escolarizados que nacieron en Estados Unidos, lo cual en algunos casos ha supuesto algún tipo de choque cultural. “Algunos niños afrontan condiciones difíciles. De ahí que algunos deciden no decir que son retornados para evitar problemas”, comenta la profesora Giorguli. Y muchas veces lo consiguen y ni siquiera sus profesores lo saben a pesar de que, pese a llegar con buenos niveles de instrucción, “hacen cosas como escribir elefante con ph”.
Aunque la llegada de estos retornados era festejada por la administración mexicana y hasta por el sistema educativo, durante bastante tiempo se produjo la paradoja de que para poder escolarizar a estos pequeños se les exigía el acta de nacimiento, “lo que demostraba la inflexibilidad del sistema educativo mexicano”, añade la directora de El Colegio de México, institución pública mexicana de educación superior e investigación en ciencias sociales y humanidades.
Otro de los aspectos que anecdóticamente ponían a prueba la resistencia de la escuela era uno que comprometía al profesorado. Estos muchachos fueron capaces en algunos momentos de corregir a los maestros de inglés. “Con nuestros trabajos, nos hemos dado cuenta que los chicos son muy resilientes”, dice la profesora Giorguli. En algunos casos, estos retornos se deben a cuestiones familiares como el divorcio de las parejas o el fallecimiento de uno de los dos cónyuges. Se dan otros también de carácter socio económico. En algunos casos, los padres deciden alejarse de polos de alta concentración de banda callejeras como Los Ángeles y volver a México para apartar a sus hijos adolescentes de esas calles.
Paradójicamente, uno de los motivos por los que los mexicanos y otros migrantes de países como Guatemala, Honduras o El Salvador
Huir de la violencia va sustituyendo a los motivos económicos como causa para dejar las áreas de origen
huyen de sus áreas de origen hacia el norte es precisamente por huir de la violencia. “Se está produciendo un cambio de paradigma –afirma Giorguli–. Cada vez más la emigración se desconecta de la parte económica y la razón de emigrar es la violencia en los países de origen”.
Según la presidenta de El Colegio de México, hace diez o quince años cuando se abordaba el fenómeno de la emigración se vinculaba siempre con flujos económicos y se trataba de combatir creando polos de desarrollo en los países de origen. Sin embargo, eso ha cambiado y en muchos casos la marcha se produce por cuestiones vinculadas a la seguridad. Eso pone en evidencia “la incapacidad de las autoridades para proteger a sus ciudadanos”.
Se trata de un fenómeno creciente. Los grupos criminales vinculados al narcotráfico y otros más netamente vinculados a América Central como las llamadas maras empujan a las poblaciones más azotadas por esta plaga de violencia a buscar zonas más seguras al norte.
En México, donde el crimen organizado ha azotado muchas comunidades, también se da este fenómeno, aunque de momento se mantiene estable el número de los que cruzan la frontera del norte.