La Vanguardia

INDURAIN SIGUE MANDANDO

‘La Vanguardia’ pedalea durante 56 kilómetros, Collserola arriba y abajo, en compañía de Miguel Indurain

- SERGIO HEREDIA

El pentacampe­ón del Tour realizó un recorrido por Collserola donde demostró su buena forma.

Llevo semanas leyendo Patria, una maravilla de Fernando Aramburu.

Llevo semanas leyéndolo porque es un libro largo, de 600 páginas. Pero sobre todo, porque no te puedes saltar una coma. Todo en él tiene un sentido. Aramburu nos cuenta que el Txato y Joxian solían irse a pedalear juntos los fines de semana. Se iban monte arriba, por las carreteras del País Vasco, durante horas. Llevaban así años. El Txato era un empresario extorsiona­do por ETA. Joxian, el padre de un etarra. Resulta que el Txato dejó de pagar el impuesto revolucion­ario. Dejó de hacerlo, o no pudo seguir haciéndolo. Y la gente del pueblo ya no le habló más. Apareciero­n pintadas en los muros, insultándo­le, amedrentán­dole. Sus trabajador­es le boicoteaba­n. Ya nadie quería pedalear a su lado. Ni siquiera Joxian, el que fuera su amigo. Y hasta aquí puedo contar. Le pregunto a Miguel Indurain (53):

–¿Le preocupa el proceso soberanist­a? ¿Lo está siguiendo?

–Nunca he sido de follones y enfrentami­entos. Hoy nos peleamos mucho. No me gusta el ambiente que hay en la calle. Creo que tenemos buenos representa­ntes políticos, al menos son los que hemos elegido. Y ellos deben facilitarn­os la convivenci­a. Son quienes deben poner las leyes y las normas para que convivamos.

Antes de conversar –y éramos una decena de periodista­s–, nos hemos ido monte arriba, por Collserola. La gente del Banco Santander ha montado una bicicletad­a con el pentacampe­ón del Tour. Indurain ha venido a disputar el Barcelona Triathlon by Santander, hoy en la Mar Bella. Participar­á en la prueba por relevos, que arranca a las 12.05 h.

La prueba era una aventura. 56 kilómetros. Más de los que he pedaleado en los últimos diez años, juntos. Tres puertos. Cuatro horas dándole.

Ferran Buxeda y Abraham Sánchez, socios de On y Va Sports Culture, cafetería y tienda ciclista en Sant Gervasi, me han ofrecido una de sus joyas.

Una BMC roja que apenas pesa siete kilos. Once piñones de un 1130 y dos platos del 52-36. No sé muy bien lo que significa, pero lo apunto meticulosa­mente.

El bicho cuesta 4.200 euros. Indurain la mira y me dice: –No está nada, pero que nada mal. En mi época, las bicicletas eran más pesadas. Y un poco más grandes. A mí ya me iban bien. La tuya es ligera, nerviosa. Aunque no está nada mal –insiste.

Indurain lleva una Pinarello F10. La del conjunto Sky, el de Froome. Alrededor de 12.000 euros. Me lo cuenta Sánchez, uno de los socios, que está muy puesto en la materia.

Sánchez me dice que el negocio del ciclismo es boyante. Este año, la tienda ha vendido unas siete BMC como la mía.

–La firma Mavic ha sacado unas zapatillas de mil euros. ¡Mil euros! –exclama.

–Vale, nos vamos –vocea Buxeda, que lleva la voz cantante.

Amanece. Atravesamo­s Sant Gervasi, aparecemos junto a la plaza Borràs y salimos montaña arriba, buscando Vallvidrer­a. Observo a Indurain.

Lleva el plato pequeño y pocos piñones. Entramos en un tramo de pavés y el hombre apenas se inmuta. Sigue conversand­o alegrement­e con quien le rodea. Mi bicicleta tiembla. Subo piñones.

Indurain es como una montaña elevándose en medio de la arbole- da. Tiene las manos grandes y el cuello de un boxeador. De piernas, va sobrado. No le he visto levantarse en el pavés. No le veré hacerlo en toda la mañana.

Me cuenta que sigue saliendo con frecuencia.

–Seis meses al año. Pero la semana que viene ya cuelgo la bicicleta, que el tiempo se pone malo en Pamplona. Yo soy de calorcito, de cuarenta grados. Si yo voy mal, el de al lado va a ir peor. Lo que no me gusta es el frío y la lluvia. –¿Y con quién pedalea? –A veces, solo. A veces, con amigos. Al fin y al cabo, lo hago cuando tengo tiempo, que esto te roba horas. Lo bueno de Pamplona es que, a la que sales, enseguida estás en la carretera.

–¿Y se pican?

–A veces sales a hacer bulto. Pero siempre acabamos a tope.

Dice que el resto del año lo invierte en eventos. Acude a carreras. Se sube al coche de los directores. Supervisa el trabajo de su fundación. Habla con Melcior Mauri, Eduardo Chozas, Perico Delgado o Claudio Chiapucci, que organiza una carrera cicloturis­ta en Eivissa.

–A otros los he perdido. Por ejemplo, no tengo ni idea de qué fue de Zülle.

Coronamos Vallvidrer­a, aparecemos en la Arrabassad­a, nos detenemos y conversamo­s. Hace fresco. Indurain recuerda algún episodio del pasado:

–¡El día que se heló la montaña! Apenas dos o tres grados arriba. Ullrich se quedó pajarito. Tenía tanto frío que las manos no le daban. No podía frenar. Casi se va montaña abajo.

–Y los periódicos, ¿ayudaban en los descensos?

–Depende. Unos iban muy bien. Pero otros parecían plastifica­dos. Te los ponías en el pecho y aquello era peor. Acabábamos escogiendo qué periódico queríamos para la bajada. Si te tocaba el malo, lo descartaba­s.

–Usted no se caía.

–Sí me caí. Todo el equipo íbamos en cadena. Toqué al de delan-

UN GIGANTÓN

Indurain es una montaña elevándose en la arboleda: tiene las manos grandes y el cuello de un boxeador

EL CALOR DEL TOUR

“Yo soy de calorcito, de cuarenta grados; si voy mal, el de al lado va a ir peor. El frío y la lluvia, lejos”

LISTO PARA EL TRIATLÓN

El pentacampe­ón disputa hoy el relevo de la Barcelona Triathlon by Santander, en la Mar Bella

BATALLAS DEL PASADO

“Un día me caí en el Tour. Todo el equipo iba a bloque; toqué al de delante y nos estrellamo­s tres”

te y nos estrellamo­s tres. Un ciclista pasa zumbando. –¡Vamos, Miguelón! –vocea. Unos metros más adelante se detiene y da media vuelta.

–Esto no te ocurre cada día. Encontrart­e con Miguelón en la carretera. ¿Una selfie? –viene diciendo el hombre.

–Venga, dale –sonríe el gigante. Ocurrirá más veces. Volvemos a la ruta y siento que la cosa se complica. Llaneamos por la periferia de Sant Cugat y afrontamos el Forat del Vent.

La senda se empina y el grupo se derrite. Cada uno hace lo que puede. El autor transige: van dos horas y media de pedaleo. Mete el plato pequeño y sube un montón de piñones. Indurain manda delante.

–¿Encuentra paralelism­os entre Froome y usted?

–Hombre, en la contrarrel­oj, Froome les tiene comida la moral. Y en la montaña marca la diferencia. Pregunte a los de detrás, si les tensa o no... Pero sobre todo, lleva un gran equipo.

–¿Ve usted mucho ciclismo? –Si me pilla ante la televisión, lo veo. Pero no reviso carreras.

Media hora más tarde buscamos la Arrabassad­a y ascendemos de nuevo. Las piernas ya no tiran. Llevo un molinillo de risa. Nunca me había alegrado tanto por alcanzar el Tibidabo. Ahora entiendo a mi hija de seis años, feliz cuando la llevo en los veranos.

 ??  ??
 ?? BANCO SANTANDER ?? Monte arriba. Miguel Indurain tira del grupo de periodista­s, en uno de los tres puertos que el pelotón ascendió durante la jornada de ayer en Collserola; el pentacampe­ón del Tour no tuvo problemas para mantener su estatus
BANCO SANTANDER Monte arriba. Miguel Indurain tira del grupo de periodista­s, en uno de los tres puertos que el pelotón ascendió durante la jornada de ayer en Collserola; el pentacampe­ón del Tour no tuvo problemas para mantener su estatus

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain