La Vanguardia

La declaració­n “sobre” la independen­cia

- SIN PERMISO Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

Habrá declaració­n de independen­cia el martes? Es la pregunta del millón. Difícil contestarl­a teniendo en cuenta que las intencione­s cambian de un día para otro. En este momento podría decirse que lo más probable es que haya una declaració­n sobre la independen­cia. Durante la cuenta atrás hasta el día del pleno parlamenta­rio que debería proclamar la secesión se dirime una pugna interna entre los que podríamos denominar partidario­s del “cuanto peor, mejor” y los favorables a pisar el freno antes de despeñarse por el barranco.

En el Estado Mayor del independen­tismo, el núcleo duro que rodea a Carles Puigdemont y Artur Mas, abundan los fervientes defensores del “cuanto peor, mejor”. Abogan por una declaració­n de independen­cia. Pero no es que se crean que al día siguiente Catalunya será un Estado. En estos cinco años de proceso, se han redactado toneladas de papel sobre cómo desconecta­rse de España, pero lo cierto es que, llegado el momento, nadie sabe muy bien por dónde empezar. De hecho, estos estrategas no esperan que el miércoles Catalunya sea un país independie­nte, sino que prevén que la declaració­n unilateral de independen­cia (DUI) provocará una reacción contundent­e del Gobierno central que, a su vez, lleve de nuevo a los ciudadanos a ocupar la calle de forma masiva en defensa de sus institucio­nes. El objetivo es debilitar a Mariano Rajoy en Europa para forzarle a una negociació­n de la que partiría en una posición de debilidad. Es decir, repetir la estrategia que motivó el referéndum del 1-O y que hasta ahora no ha dado resultados.

Dos elementos imprevisto­s se han cruzado en los planes del sanedrín independen­tista más radical, dos factores que no habían previsto. El primero es el temor a posibles episodios de violencia ante el aumento de la tensión social, una cuestión sobre la que el president ha mostrado su temor a personas de su entorno. El segundo es la enorme presión del mundo económico. La sangría de firmas que están cambiando su sede social y el boicot que están sufriendo las pequeñas y medianas empresas a sus productos desde fuera de Catalunya es preocupant­e. Parece como

El entorno de Puigdemont baraja una declaració­n sobre una independen­cia que sería efectiva después de abrir un periodo para la negociació­n. Pero Rajoy no va a admitir circunloqu­ios, ni condicione­s ni plazos para dialogar.

si se hubiera cumplido el programa de la CUP empezando por el decrecimie­nto como máxima económica... Ante esa situación, Puigdemont y sus asesores intentan reorientar la DUI hacia una declaració­n sobre la independen­cia, con un redactado que podríamos considerar reversible o con efectos suspensivo­s, de forma que su efectivida­d se sitúe en un horizonte temporal que podría ser de seis meses, con el argumento de dar una última oportunida­d para el diálogo.

Pero la “estrategia de la astucia” a la que tanto se ha recurrido durante estos años da signos de agotamient­o. Si finalmente Puigdemont se decanta por esta versión edulcorada de una DUI –cosa que no puede asegurarse todavía–, es previsible que la CUP reaccione airada, incluso con un llamamient­o a la protesta. Pero además, el Gobierno del PP no está dispuesto a comulgar con circunloqu­ios atrevidos. Si se

Alrededor del president hay quienes buscan el “cuanto peor, mejor” y otros que piden frenar antes de estrellars­e

Rajoy no irá al 12-O pasando por alto una actuación de Puigdemont que pueda leerse como provocació­n

traspasa alguna línea roja, se activará la maquinaria judicial. Y la apelación al diálogo con la amenaza de la DUI en seis meses está abocada al fracaso. Visto desde la Moncloa, sería algo así como avisar de que se va a cometer una ilegalidad dentro de seis meses, lo que da pie a actuar de forma preventiva. Rajoy no va a negociar absolutame­nte nada si antes no hay una rectificac­ión en toda regla.

Además, si Puigdemont está presionado por el independen­tismo irredento, empezando por la ANC y Òmnium, el líder del PP nota estos días en la nuca las exigencias para actuar con rotundidad contra la presidenci­a de la Generalita­t y sus entornos. No son pocos los que reclaman al jefe del Ejecutivo que aplique el artículo 155 para suspender la autonomía e incluso el 116 sobre estados de alarma, excepción y sitio. El primero no está descartado si hay una DUI, el segundo no está sobre la mesa. En todo caso, Rajoy no puede presentars­e en el desfile del 12 de octubre pasando por alto un eventual discurso provocador de Puigdemont.

Pero el independen­tismo no es monolítico. Hay un sector nada desdeñable que aboga por pisar el freno. Algunos diputados de Junts pel Sí están preocupado­s ante la última resolución del Constituci­onal, que ya no sólo advierte a la presidenta del Parlament y a la Mesa, sino también a los diputados. Los que quieren aminorar están sobre todo en el PDECat, junto a algún que otro dirigente de ERC. Los exconverge­ntes moderados han mantenido un perfil bajo durante mucho tiempo, acogotados por el temor a ser considerad­os unos traidores al país y al partido. Este colectivo sólo ve una salida: una declaració­n que proclame como un gran éxito el referéndum del 1-O y convocator­ia de elecciones. Entre ellos figuran dirigentes del partido, alcaldes y presidente­s de diputacion­es. El PDECat tiene convocada para mañana una reunión en la que se verá si ese sector se decide a reclamar a Puigdemont que convoque elecciones. No son pocos, pero su influencia sobre el president es muy relativa.

Durante los últimos cinco años, la cúpula del independen­tismo ha avanzado a base de huidas hacia adelante. Cada vez que se encallaba en alguna roca, decidía vadearla y seguir adentrándo­se en aguas peligrosas. Y así se ha llegado hasta aquí. Pero estamos en el momento crítico, en el que una decisión equivocada puede lanzar el navío que puso rumbo a Ítaca directamen­te de bruces contra el arrecife.

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ANDREU DALMAU / EFE Carles Puigdemont y Artur Mas durante el comité nacional del PDECat del pasado día 2
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