Si quieres ser independiente, búscate amigos en el Consejo de Seguridad
¿Ganar un referéndum de autodeterminación? ¿Lograr una alta participación? ¿Que esté amparado por la Constitución? ¿Que haya sido precedido de una negociación? ¿Que el otro sea un Estado poco democrático? Ninguna de estas condiciones es tan decisiva para independizarse como tener un padrino poderoso.
“Si quieres que tu secesión tenga éxito, búscate apoyos en el Consejo de Seguridad de la ONU. Si Francia, el Reino Unido o EE.UU. te quieren, ni siquiera vas a necesitar un referéndum”, dice Matt Qvortrup, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Coventry.
Qvortrup, que esta semana ha participado en un seminario sobre secesiones en el Cidob, ha aplicado un modelo estadístico a los procesos de secesión para concluir que el apoyo de las potencias, que actúan como gatekeepers (porteros) de la comunidad internacional, es el factor más decisivo.
En 1816, el mundo contaba con 25 países. En 1916 eran 100 y, en el 2016, 194. La explosión de nuevos estados ha tenido varios picos: tras la II Guerra Mundial, la descolonización o el fin de la URSS. Hoy hay unos 65 movimientos independentistas activos, según los cálculos de Bridget L. Coggins, de la Universidad de California. Obviamente, la mayoría no conseguirá su objetivo.
“Es el estatus externo lo que define a un Estado. Si lo único que pides es autogobernarte no lo necesitas. Serbia, por ejemplo, intentó frenar la secesión de Kosovo ofreciéndole todo salvo el estatus internacional. Y por eso los kosovares no aceptaron”, reflexiona Coggins.
Si eres una antigua colonia, tienes 8 veces más posibilidades de ser reconocido. Fuera de ahí, pocas certezas. Ni siquiera las armas: 11 países que perdieron guerras de secesión de un total de 26 lograron independizarse, mientras que 8 ganadores de 15 no se salieron con la suya.
¿Qué explica que las potencias apoyen a unos movimientos y a otros no? Coggins concluye que el reconocimiento “sigue un patrón caótico”, que fácilmente “puede leerse como hipocresía”. “Es irresistible para los miembros de la comunidad internacional regirse por sus intereses”, añade.
Los procesos de secesión suelen ir acompañados de lo que Coggins llama “regateo” con las potencias:
Qvortrup: “Si Francia, el Reino Unido o EE.UU. te quieren, ni siquiera vas a necesitar un referéndum”
tanto los independentistas como el Estado que se resiste a ser desmembrado intentan convencer que son ellos quienes garantizan, por ejemplo en el caso de Irak y los kurdos, más estabilidad, mejor acceso al petróleo o una alianza más estable en la lucha contra el Estado Islámico.
“Los estados no tienen una doctrina definida para el reconocimiento de otros estados y es deliberado: quieren flexibilidad para defender sus intereses. Por eso Solana defendió el derecho de Montenegro a separarse de Serbia, pero luego declaró que aquellos que lo comparaban con Catalunya o Euskadi sufrían delirium tremens”, señala Bruno Coppieters, politólogo de la Universidad Libre de Bruselas.
El Gobierno catalán mantiene desde hace años un pulso con el Ejecutivo central para impulsar su relato en la prensa europea y mundial. Cada artículo favorable es celebrado como una victoria. El razonamiento subyacente es que, en la Europa democrática, la opinión pública puede empujar a sus Gobiernos a cambiar de posición.
Matt Qvortrup es rotundo: “Siento decir a los independentistas catalanes que la opinión pública no importa en absoluto. Sirve quizá para sentirse más arropado, más legitimado, pero poco más”, dice Qvortrup, que cita el ejemplo de Kurdistán. Los kurdos, razona, lo tienen todo para seducir a la opinión pública como una causa justa. Un pueblo oprimido, que intenta separarse de un país con severas carencias democráticas como Irak, y que acaba de celebrar un referéndum con altísima participación y una victoria inapelable. “Pero, al final, la comunidad internacional ha ignorado la opinión pública. Se ha impuesto el razonamiento: ¿cuál es mi interés en todo esto?”, señala Qvortrup.
Coggins también tiene dudas. “La opinión pública es más significativa en países con sistemas parlamentarios y no presidenciales como EE.UU. Pero el lobbying puede ser muy efectivo, como indican varios casos de diásporas muy activas en Washington. Así que a los independentistas catalanes les aconsejaría que hagan lobby, específico y dirigido, con políticos europeos”. No todas las lecciones de realpolitik son jarros de agua fría para el independentismo catalán. “Catalunya debería contemplar que es posible existir sin reconocimiento internacional, sin una resolución final sobre tu estatus –opina Coppieters–. La UE interactúa con una larga lista de entidades no reconocidas, porque necesita estar presente en territorios controlados por ellas. Sin ir más lejos: el norte de Chipre. Madrid trataría por supuesto de trazar líneas rojas, pero no puede esperarse que todos obedezcan. Más que centrarse en el reconocimiento de la UE, Catalunya debería pensar en las políticas europeas de no reconocimiento”.
El reconocimiento internacional es clave pero suele responder a los intereses de las potencias
Ganarse a la opinión pública es poco útil, como bien saben los kurdos; el lobbying es más efectivo