La Vanguardia

Carta a mi tía madrileña

- Llucia Ramis

Te acuerdas de cuando escribí una carta al entonces príncipe Felipe para decirle que era muy guapo? Yo tendría ocho años, tú apuntaste la dirección del palacio de la Zarzuela, fuimos juntas al buzón. Nunca respondió, y dejé de creer en príncipes azules. Me hice republican­a.

Vosotros no respondéis estos días, y eso me hace pensar que en Madrid no os lo están contando bien. Aquí, por lo menos, tenemos las dos versiones. La salud democrátic­a de un país se refleja en su periodismo. No quiero decir que de pronto tengáis que entender este culebrón, cuando vamos por el capítulo 1.786. Pero enciendes la tele, y alguien dice que los catalanes son unos mentirosos porque sólo hirieron a dos, o insinúan que es culpa suya. Hablan de proporcion­alidad, negando lo que muestran las imágenes y los titulares internacio­nales. Utilizan mucho la palabra independen­tista (¿no lo son sólo la mitad?), como si esos no fueran personas. Y si consideras que han atacado nuestros derechos fundamenta­les, eres un nazi, según el Gobierno, un sedicioso, exagerado, victimista. Arguyen que estamos abducidos y adoctrinad­os, como si nos hubieran invadido los

Al usar la violencia, el Gobierno también os agredió a vosotros, y no lo habéis sentido así

ultracuerp­os del pensamient­o único.

Hace una semana publiqué un artículo que tendré que comerme con patatas por los siglos de los siglos. Dije que no pasaría nada. Nunca me he equivocado tanto. Aquella mañana, y como sintetizó Álvaro Colomer, gente armada pegó a gente no armada. Lo pueden llamar como quieran, pero entonces justificar­án lo injustific­able. Políticame­nte es lo más grave que he vivido, yo que nací con la democracia. Al verlo, muchos amigos que no habrían ido a votar lo hicieron por respeto. No hacia el Govern, sino a sus vecinos, compañeros, a gente que cree en este referéndum, llevan años manifestán­dose de un modo milagrosam­ente pacífico, y se dieron de bruces con la barbarie.

Por la tarde, estuve protegiend­o urnas con cientos de personas que aplaudiero­n cuando empezó el recuento. Estaban los del sí, los del no, los del ni-decoña, y todo el que quisiera. ¿La emoción es vinculante? Esperaba una llamada vuestra, un mensaje. En cuanto hizo uso de la violencia, el Gobierno también os agredió a vosotros, y no lo habéis sentido así. Perdió sus argumentos. Desde el domingo tengo un nudo en el estómago. No duermo, quiero llorar. No soy la única. Los catalanes parecen menos catalanes que nunca, y por fin expresan sus emociones. Aquí estamos muy tocados, y es como si os conformara­is con la versión de los mismos que aseguraron que el 11-M fue ETA. Son los principale­s interesado­s en distanciar­nos y aislarnos.

Una cosa es cuestionar a los políticos y otra, muy distinta, a toda una sociedad que además es muy compleja. Dejé de creer en los reyes hace tiempo. Cuesta seguir creyendo en esta democracia. Pero me niego a dejar de creer en las personas. Os quiero. Nos vemos en Navidad.

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