“Los procesos de decisión no eran claros”
Una de las causas de los retrasos del proyecto Iter ha sido la mala organización. Lo admite su director general, Bernard Bigot (67 años), que llegó al puesto hace dos años. La existencia de siete agencias nacionales Iter, cada una de las cuales recibía el mandato de fabricar componentes para este complejo, hacía que “no prevaleciera una visión global”, explica. Cada país arrimaba el ascua a su sardina. “Los procesos de decisión no eran claros; cada parte expresaba su opinión, pero la decisión se adoptaba sin consenso”, indica. Bigot fue tajante al aceptar su nombramiento. Puso condiciones y retó a los países a que si no aceptan sus reglas, lo cambiaran. “Les dije: ‘Si ustedes no aceptan mis reglas, habrán cambiado al director general pero el proyecto no llegará a ninguna parte. Es necesario saber decidir’”, dice haciendo amago de golpear la mesa. Los retrasos han encarecido el proyecto con un monto total mareante. La UE
(un 45% del total) tiene comprometida una inversión de 6.600 millones de euros hasta el 2020. Pero las obras durarán hasta el 2025, por eso, tendrá que afrontar un coste suplementario, a lo que la UE está dispuesta, destaca. Un nuevo obstáculo se suma a la retahíla de dificultades. La Administración Trump ha decidido recortar el presupuesto de la ciencia un 20%, lo que puede reducir sus aportaciones. “Yo creo que Trump va a corregir su postura, aunque aún no ha tomado una decisión”, dice un Bigot esperanzado. Recientemente, se produjo una reunión entre los presidentes Macron y Trump donde se trató el asunto. “Creo que Trump ahora está convencido del interés del proyecto”, añade. La contribución de EE.UU. es clave, pues le toca fabrica el gran electroimán central. “Querríamos tener acabado el proyecto antes, pero esto es como intentar meter un sol en una botella”, explica Johannes Schwemmer, director de la agencia que maneja la aportación europea (Fusion for Energy), con sede en Barcelona. Shwemmer confía en que en la fase industrial, la colaboración mundial continúe. “Sería un problema que después de tanta inversión pública nos encontráramos que una compañía privada ha patentado la propiedad de todo esto. Se habría traicionado un gran esfuerzo público”, dice. “Hay un acuerdo en Iter en que la propiedad intelectual sea compartida por los socios”.