No deslocalicemos a los tenores
Barcelona está perdiendo bancos y empresas, pero no puede prescindir de voces como la de Bezcala. Ayer triunfó en el Liceu
Es de nuevo día 7 de octubre, la fecha en que el Liceu reabrió en 1999, tras el incendio. Es siete de octubre y Barcelona está perdiendo bancos, multinacionales, prestigio. Es un desastre, sí. Y no es aventurado decir que si la ciudad llegara a perder a las grandes voces de la lírica sería un desastre equivalente.
Les parecerá una exageración, pero para una ciudad que luce un teatro de ópera como el Liceu, un teatro que se distingue por las voces, sería inadmisible que los grandes tenores dejaran de subir a su escenario. Y hablamos de tenores porque cuesta imaginar una inauguración de temporada como la de anoche sin un Piotr Beczala. O una primavera en el horizonte sin un Jonas Kaufmann. Sería impropio de la Barcelona que hoy conocemos, con un teatro que finalmente parece haber superado la crisis, y con un hambre de cultura y cosmopolitismo que a la postre es lo que la caracteriza.
Anoche el silencio contrastó con el bullicio previo al espectáculo. El director musical Renato Palumbo alzó la batuta tras apagarse las luces y el teatro pareció respirar aliviado. Verdi se convertía acaso en un refugio que ponía a salvo de cualquier desentendimiento. Por lo menos en la primera media hora de este
Ballo in maschera servido por Beczala con voz luminosa y vibrante, que ya en la primera aria “La rivedrà nell’estasi” arrancó los primeros aplausos.
Desde la fila 17 de la platea, en un teatro a reventar, seguía la función el modisto Christian Lacroix, cuyo imaginativo trabajo de vestuario, imprime carisma a esta producción en la que de nuevo trabaja junto al director de escena Vincent Boussard. La escenografía es sencilla, un cubo ribeteado de luz y con el suelo de reluciente negro, que hábilmente acerca el coro y la acción al público, favoreciendo la proyección de las voces.
Junto a Beczala en el papel del gobernador de Boston que muere asesinado en el baile de máscaras por su amigo y secretario, Renato, brillaron el infalible barítono Carlos Álvarez, (como el citado amigo) y la soprano Keri Alkema, cuya Amelia, su esposa (y enamorada de Riccardo), quien se fue definiendo vocalmente a medida que avanzaba la ópera. El público iba entregándose cada vez más. Las ovaciones se sucedían. Verdi hacía realmente olvidar los tiempos convulsos. Y en los seis minutos de aplausos finales, eso sí, algún abucheo a la parca dirección de escena.
La ausencia de altos cargos de las administraciones en la velada inaugural de esta temporada era un reflejo, ayer, de las tensiones políticas que han marcado la última semana, aunque habitualmente tampoco se prodigan. De hecho, no es que tuvieran prevista su asistencia y a última hora cancelaran. En la lista de cancelaciones abundaba especialmente diputados y senadores, como la socialista en el Congreso Meritxell Batet, algunos del Grupo Mixto o la portavoz de Junts pel Sí en la Comissió de Cultura del Par- lament, Teresa Vallverdú.
La familia de personalidades a las que daban la bienvenida al Liceu Salvador Alemany y Roger Guasch, presidente y director general del Gran Teatre respectivamente, junto a la directora artística
EL APLAUDÍMETRO
Beczala se llevó las ovaciones como protagonista de este ‘Ballo in maschera’
VERDI CONTRA LA CONVULSIÓN
El público respiró aliviado al subir al podio Renato Palumbo y hacerse el silencio
del teatro, Christina Scheppelmann. la encabezaba –por rango– el conseller de Cultura, Lluís Puig, junto a la consellera de Treball, Afers Socials i Família, Dolors Bassa. Del Inaem acudió el subdirector de música y danza, Eudardo Fer- nández, y del Ayuntamiento, el teniente de alcalde Jaume Collboni. No faltó el eurodiputado del PP Santiago Fisas o el diputado de Cultura Juanjo Pugicorbé. Asistieron José Montilla y Xavier Trias... y una buena representación de cónsules: el de Polonia, Marek Ciessielczuk (por Beczala); de Italia, Gaia Lucilla Danese; el estadounidense Marcos Mandojana y el adjunto de Francia Julien Perrier. Del mundo empresarial no faltaron, entre otros el consejero delegado del Banc Sabadell, Jaume Guardiola, o Christian Terribas, director territorial de Fundación BBVA.
La taquilla cultural se resiente estos días en Barcelona. ¿Por qué iba a ir el público al teatro cuando la realidad misma supera la ficción? La preocupación es algo generalizado, la gente el espectáculo lo vive, o lo sigue desde la pantalla de sus casas. Y sin embargo el Liceu queda fuera de esta ecuación. El Gran Teatre, el “buque insignia de la cultura catalana”, es efectivamente el navío donde el estado de la mar se deja sentir, el lugar donde Catalunya acude también a reconocerse a sí misma. Y a ver cómo está el patio.
Y anoche el patio no aparentó ser distinto al de otras inauguraciones. El sector cultural no se perdió la fiesta. El maestro Jordi Savall, los directores del TNC, el Lliure y el Romea, Xavier Albertí, Lluís Pasqual y Carles Canut; Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real; los actores Jordi Boixaderas; la diseñadora Lydia Delgado, la modelo Judith Mascó o el futbolista Carles Puyol, con su novia Vanesa Lorenzo.
REFLEJO DE LA TENSIÓN POLÍTICA
El conseller Lluís Puig fue el más elevado de los cargos que acudieron
OTROS ‘MUST’ DEL REPARTO
Seis minutos finales de aplausos, también para Carlos Álvarez y la soprano Keri Alkema