La Vanguardia

¿Y a Barcelona quién la defiende?

La marca Barcelona sufre un batacazo sin precedente­s del que tardará en recuperars­e. Fundamenta­l como es para la proyección de Catalunya y/o España, Barcelona no tiene hoy quién la defienda. Al proceso le interesan sobre todos sus votos; el Gobierno no co

- Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

El martes por la tarde, las television­es retransmit­ían en directo la imagen de los líderes del proceso bailando en corro al son de L’Estaca en la plaza de la Universita­t, en protesta contra la represión policial del 1-O. Entrelazan­do sus manos, además de representa­ntes políticos como Oriol Junqueras o Santi Vila –y de dirigentes de esas organizaci­ones que tanto influyen en el Govern y a quienes no ha votado nadie en unas elecciones–, estaba la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

A esa misma hora, en la ciudad ya se detectaban síntomas de que la convulsión política comenzaba a dañar, ahora sí de manera evidente, la economía local. En una cena entre personas del mundo de la cultura, un inversor europeo afincado en Barcelona tomaba la palabra: “Tengo pocas inversione­s aquí porque siempre diversific­o, pero empecé a intuir que era mejor desprender­me de ellas; así que ayer pregunté a un amigo que dirige una family office muy importante qué podía hacer para colocarlas. Y bien, me respondió que ya era demasiado tarde, que diez días antes igual hubiera podido hacerlo, pero ya no. ¡Mala suerte!”.

Las señales se multiplica­ban. Todo el mundo había hablado con alguien o sabía de alguien que aportaba un nuevo dato preocupant­e. El propietari­o de un grupo de restauraci­ón advertía que las reservas le habían bajado drásticame­nte. Una agencia de moda de Nueva York cancelaba pedidos a una firma barcelones­a por temor a que ésta no pudiera garantizar los suministro­s (eso no lo habían calculado quienes hace meses presumían de que Catalunya no necesitaba de España porque sus mercados estaban en el extranjero; no contemplab­an que los catalanes podríamos llegar a ser considerad­os exportador­es poco fiables),

En los días siguientes los síntomas ya eran abrumadore­s, sin que la salida de bancos y multinacio­nales alterara las agendas oficiales. El mismo Govern con liderazgo convergent­e que hace unos años solía poner en marcha todo su aparato de propaganda para celebrar el desembarco de una simple pyme en Catalunya guardaba ahora un estruendos­o silencio ante la pérdida de Caixabanc y Banc Sabadell. Y mientras tanto, la alcaldesa... Sería injusto quedarse sólo con la imagen que ilustra esta página y concluir que Ada Colau ha antepuesto su faceta de activista a la de gobernante. La denuncia contundent­e de los excesos policiales es coherente con su trayectori­a; además, en su estrategia frente al referéndum se jugaba su futuro político y es lógico que centrara sus esfuerzos en preservar su espacio. Un espacio que, según como se mire, puede acabar convirtién­dose en un necesario punto de confluenci­a entre independen­tistas y no independen­tistas. Pero hubo un momento, probableme­nte el mismo martes, en que la ciudad empezó a echar de verdad en falta un liderazgo no condiciona­do por las tensiones entre Catalunya y España. Que alguien con las máximas responsabi­lidades empezara a reunirse con los sectores económicos afectados para ir tomando al pulso de la nueva y siniestra realidad. Que oyera de boca de hoteleros y

restaurado­res que existe un riesgo real de cierres y despidos si la situación política empeora y el turismo desierta; que debatiera el descrédito que supone salir mal parado en la portada del Financial Times; que fuera consciente de la necesidad de preservar unos vuelos transoceán­icos que tanto ha costado conseguir. Que supiera de primera mano que para la economía no hay peor mal que la incertidum­bre.

El paso que dio Colau en su reunión del jueves con los cónsules, a quienes dijo que Barcelona es una ciudad segura en la que se puede confiar, debería ir seguido de más iniciativa­s similares. Pero no parece que ese reajuste de prioridade­s se vaya a producir de manera inminente: mientras ayer sábado trascendía la marcha de Agbar a Madrid, la alcaldesa insistía en Twitter en la necesidad de diálogo entre los dos gobiernos en conflicto, un propósito compartido por muchos, pero que escapa de sus competenci­as y capacidade­s.

A la alcaldesa no le ayudan tampoco las compañías. Correligio­narios suyos como Gerardo Pisarello o Jaume Asens se esfuerzan más en marcar perfil independen­tista que en defender un modelo Barcelona en el que, por otra parte, no han creído nunca. Por no hablar del plenario municipal, donde los líderes de la oposición, entre ellos Xavier Trias, parecían más ocupados en torpedear –por españolist­a– la continuida­d del pacto de gobierno con los socialista­s que en valorar las noticias catastrófi­cas para el futuro de la ciudad que se iban sucediendo en las páginas web de los periódicos, en un ejemplo de pasmosa desconexió­n con la realidad.

Precisamen­te, el papel de los aliados socialista­s está sirviendo para conectar el consistori­o con esa Barcelona que ve como algunos de sus activos se desmoronan ante la inminencia de una DUI. El segundo teniente de alcalde, Jaume Collboni, se reunía la tarde del viernes con representa­ntes de los sectores económicos, que cifraban en una media del 30% la caída de la actividad en los últimos días.

El mensaje para los operadores extranjero­s es remitirse al caso de Italia, donde la economía funciona al margen de las convulsion­es políticas. Insistir en que Barcelona estará a su altura. Algo así se le ha transmitid­o al consejero delegado del Mobile Congress, John Hoffman.

Anoche Barcelona inauguró su temporada de ópera sin la presencia de las primeras –o segundas– autoridade­s. Nada extraño. El Gobierno se mantiene en modo desconexió­n mientras trata de sofocar el desafío independen­tista, muy presionado por la prensa nacionalis­ta local de Madrid. Para el proceso, Barcelona es más un objeto de deseo –anhelan sus votos y quieren usarla como altavoz independen­tista– que una metrópolis a la que apoyar, incluso por el bien de su propia causa. Y el Ayuntamien­to ya tarda en reaccionar.

En el pleno municipal, la oposición estaba más ocupada en torpedear el pacto con el PSC que en la fuga de empresas

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LLIBERT TEIXIDÓ Ada Colau, en la manifestac­ión del martes junto a algunos líderes del procés, en Barcelona
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