La Vanguardia

No me llames extranjero

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Escucho Cançó de matinada mientras saco el billete del AVE a Barcelona para unirme a los que amamos aquella tierra como un trozo de mi patria. Decía Rilke: “La verdadera patria del hombre es la infancia”; la mía comenzó cuando me sacaron siendo un nano de mi pueblo, situado más al sur de España, para ir a Barcelona a curarme los ojos al viejo doctor Barraquer. Aprendí las primeras

paraules d’amor con las canciones de Serrat y a soñar con nostalgia escuchando el chelo de Pau Casals. He disfrutado del arte con mayúsculas en el Liceu, y contemplad­o a Fortuny, Casas, Rusiñol y Miró de la mano de Eugeni d’Ors. He caminado feliz por la Rambla, la vieja Barcelonet­a y el paseo de Gràcia. Me gusta leer los versos de Maragall y las historias de Josep Pla. Anduve mis primeros pasos por la historia de España con Vicens Vives, y por la filosofía con Jaime Balmes. Tuve el privilegio de tratar a Juan Antonio Samaranch cuando invitado por mis padres dormía en mi casa. Gocé en el Estadi Olímpic de los Juegos del 92.

Por todo les digo a quienes quieren separarse: “No me llames extranjero porque haya nacido lejos, o porque acunó mi infancia otro idioma de los cuentos… Traemos el mismo grito, el mismo cansancio viejo que viene arrastrand­o el hombre desde el fondo de los tiempos”. Por favor, no quiero ser extranjero en un viejo rincón de mi alma hecha de patria vieja, de memoria y de recuerdos; y, espero, que de un futuro pleno. No quiero que nadie de aquella tierra me diga, como Joan Maragall, ¿dónde está España, dónde que no te veo?

JESÚS TRILLO-FIGUEROA

Madrid

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