Regreso al origen de Oleguer Junyent
El Cercle del Liceu remodela su ‘Pecera’ y recupera el lenguaje estético del que fue un dinamizador del modernismo
Paseando por la Rambla, por la acera del Liceu, se goza de una vista privilegiada de una de las salas del Cercle del Licue que además queda a la altura de los ojos. Es la llamada Pecera, lugar de encuentro y tertulia de los socios que acaba de ser remodelado por primera vez en cuarenta años.
Mosaicos, vidrieras, marquetería, chimenea y murales forman el conjunto diseñado por el que fue el primer decorador que apostó por el modernismo, Josep Pascó (18551910). Un conjunto que ahora ha sido sometido a una limpieza, recuperándose –atención– el lenguaje estético de Oleguer Junyent (18761956), el pintor que en 1903 se hizo cargo de los óleos murales.
Polifacético artista que entre otras muchas cosas –pintor, cartelista, coleccionista, anticuario o viajero– fue escenógrafo del Liceu y se especializó en óperas de Wagner, participando también en las vidrieras wagnerianas del vestíbulo del Cercle, Junyent decoró la llamada Pecera con una vista de la ciudad desde el Tibidabo.
Ahí están los elementos florales y vegetales, los cactus, granados, robles, naranjos y almendros en flor, así como las chimeneas humeantes de la actividad fabril del Barcelonès, reflejo del modus vivendi de buena parte de aquellos socios del club. No obstante, las intervenciones de mantenimiento que hubo en el siglo XX acabaron por sepultar el espíritu original de la obra.
“Esta es la cuarta intervención que ha vivido esta sala”, explicaba ayer a los socios del Cercle Gisela Bosom, del taller de conservación y restauración ProArtis, al que se ha confiado la remodelación. “La última fue en 1986, a cargo de Francesc Arraiza, quien hizo la limpieza de pinturas. Lo que sucedía antes –prosiguió Bosom– es que se le encargaba esta tarea a un pintor de la generación posterior, quien de algún modo rehacía la pintura imponiendo a veces su propio estilo”.
Así pues, menos los naranjos, que probablemente se conservaban bien, “todo lo demás lo hemos encontrado repasado”, admite la restauradora. “Hay zonas en las que Junyent dejaba que se viera la propia tela; en las áreas más elevadas esbozaba el tema, de manera que acentuaba la perspectiva..., pero los restauradores lo repintaron por encima con detalle. Por suerte hemos podido recuperar la paleta impresionista y el lenguaje estético de Oleguer Junyent, pues las técnicas que utilizaban esos otros pintores eran distintas y los disolventes actúan salvaguardando el original”.
También en la madera, con su trabajo de marquetería, se le ha practicado un decapado, pues a los barnices originales que no ocultaban el roble se les fue añadiendo por encima otros que cambiaron el color simulando la caoba. “Y al aclarar la madera ves cómo la forja, que no está oxidada y se conserva bien, resalta más y gana protagonismo”, apuntó Bosom durante una comida coloquio celebrada en el Cercle. Comida a la que como invitado ilustre acudió el cronista de La Vanguardia Lluís Permanyer, cuyos conocimientos sobre la Barcelona modernista son inagotables.
Ayer causó sensación al desgranar
el anecdotario relacionado con esa etapa social y cultural de la ciudad. El autor de L’esplendor de la Barcelona burgesa comenzó recordando que fue en 1886 cuando el arquitecto Fontserè i Mestre restauró el Cercle y abrió la actual puerta a la calle junto a la Pecera. El encargo de decorarla le llegó a Pascó cuando este seguía la tendencia dominante en Barcelona. “Pascó es quien crea la senyera de Els 4 Gats o los mosaicos hidráulicos de la Pedrera. Y al acabar la Pecera, Ramon
“Hay zonas en el mural en las que Junyent esbozaba el tema pero que los restauradores repintaron con detalle”
Casas le pide que decore su residencia del paseo de Gràcia”, dijo Permanyer. De Oleguer Junyent apuntó que era un humanista de tono renacentista. “El modernismo fue nuestro Renacimiento fuera de época. Y también una forma de vestirse y vivir. Aquellos fueron los primeros hippies, sombreros, melenas y barbas considerables, gente que vivía la bohemia si podía y si no podía vivía la bohemia pobre”.
La Pecera la definió Permanyer como un lugar de relación, conocimiento y tolerancia. “Una de las reglas de las tertulias de la época era tolerar que se rieran de uno. Aprender a escuchar y a respetar la opinión de los otros, y saber divertirse. Había usos y costumbres de aquella Barcelona que hacían que la gente se divirtiera más que hoy...”.