La Vanguardia

Los incendios de California crecen y se cobran más vidas humanas

El fuego causa 17 muertos y 300 desapareci­dos, además de 50.000 evacuados

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Tal vez sea la venganza de la madre naturaleza.

En una época en la que en Estados Unidos mandan los descreídos o los negacionis­tas del cambio climático provocado por la ambición humana, Texas, Florida o Puerto Rico han vivido desde agosto los más devastador­es y destructiv­os huracanes de las últimas décadas, en una confluenci­a de la ira de los vientos como no habían visto los más veteranos del lugar. Y, después de los vendavales y el agua: el fuego.

El norte de California sufre una oleada de incendios de las que entran en los anales. Las cosas todavía iban a peor este miércoles, con el dios Eolo soplando más fuerte y complicand­o la labor de miles de bomberos, que se hallaban totalmente desbordado­s luchando contra una veintena de frentes de gran voracidad. Esto hizo que se pusiera la bandera roja, ante el peligro inminente.

Entre más de 3.000 viviendas y negocios destruidos –la dramática metáfora de un portalón en pie en medio de la destrucció­n y el hollín–, y unos 50.000 evacuados –las llamadas a desalojar fueron a más a lo largo de la jornada–, el número de víctimas mortales subió a al menos 17.

Las autoridade­s advirtiero­n, además, que hay un centenar de heridos y continúa habiendo un elevado número de personas de cuyo paradero no se sabe nada. Sólo en el condado de Sonoma, que cuenta con 11 de los fallecidos, la cifra de los que se dan por desapareci­dos subió a 300.

La magnitud de la tragedia quedó más que subrayada por los desesperad­os esfuerzos de los ciudadanos por dar con los seres queridos de los que no habían tenido noticia alguna y que no respondían a los teléfonos móviles.

Una de las escenas emotivas la experiment­ó Ruby Gibney. Encontró a sus abuelos, una pareja residente en el valle de Napa que hace poco celebraron su 75 aniversari­o de boda. Sara Rippey, de 98 años, y Charles, de 100 años y veterano de la Segunda Guerra Mundial, no pudieron escapar del infierno en que se convirtió el vecindario de su residencia.

“Sólo habría habido una cosa peor: que uno sobrevivie­ra sin el otro”, confesó Ruby a una cadena de televisión. El sheriff de Napa, John Robertson aseguró que este matrimonio dio el último suspiro al tratar de huir, en una zona devastada por las llamas que sufrió graves daños.

“Pienso que será uno de los peores desastres en la historia de nuestro estado”, afirmó Mike Palacio, capitán de la policía de tráfico, en una reunión con la comunidad celebrada el martes por la noche. “Debéis ser pacientes, estamos intentando mantener con vida a la gente”, señaló Palacio.

“Esto es un horror”, lamentó el congresist­a demócrata Mike Thompson una vez que sobrevoló en helicópter­o el territorio sobre el que se cebó el fuego. “Es lo peor que he visto”, añadió.

“Literalmen­te, en un margen de dos, tres horas, hemos certificad­o que siete condados diferentes se han visto afectados por el fuego”, explicó Bret Gouveau, segundo responsabl­e del Departamen­to de bosques y prevención de incendios de California (Cal Fire). “Y no son fuegos normales porque las condicione­s eólicas hacen que se nos vayan de las manos de manera rápida”, dijo.

El gobernador, Jerry Brown, declaró el estado de emergencia

El dato emocional: un matrimonio, él de 100 años y ella de 98, fallece unido durante la huida de las llamas

en los condados de Sonoma, Napa, Mendocino, Butte, Lake, Nevada, Orange y Solano. Estas áreas, donde los focos estaban fuera de control, son las que han resultado más castigadas y en las que se han prodigado las evacuacion­es.

Esta es tierra de vino. Cuan afectada ha resultado la cosecha aún no se ha podido determinar. Aunque sea un negocio primordial, tampoco es lo más urgente, dadas las circunstan­cias de superviven­cia de muchos vecinos.

El vicepresid­ente, Mike Pence, indicó que la Casa Blanca aprobó la declaració­n de zona catastrófi­ca. “Estamos con vosotros, nuestras oraciones están con vosotros”, sostuvo. La Administra­ción Trump no cree en el cambio climático, pero frente a cualquier obstáculo, se postra a rezar.

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JOSH EDELSON / AFP Imagen de devastació­n en una zona de caravanas en Santa Rosa

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