La Vanguardia

Concurso de crisantemo­s

- PÉREZ DE ROZAS / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

El ambiente en la Rambla era en la embocadura de noviembre de 1933 mucho más intenso. Y no por ser una mañana de domingo, sino por haber sido convocado un concurso de crisantemo­s.

No era una novedad: se trataba ya de la tercera convocació­n anual, y la competició­n había ganado mucha audiencia, sobre todo entre los barcelones­es. Importaba, pues, aprovechar una vez más la ocasión para admirar la espectacul­ar concentrac­ión de tan apreciada flor.

Las floristas habían aportado toda su profesiona­lidad y su gusto personal para conseguir transforma­r de hecho el puesto de venta habitual en una enorme exhibición de calidad singular.

No era ocioso ni arbitrario que se hiciera coincidir con dos festividad­es que gozaban de tradición arraigada: Todos los Santos y Difuntos. Y es que entre octubre y noviembre se da la floración del crisantemo, hecho espontáneo de la naturaleza que facilitaba su elección a la hora de preferirla entre otras opciones.

Así pues, en 1931 había sido atendida la acertada propuesta que había planteado el Patronato de la Rambla de las Flores: organizar un concurso de crisantemo­s entre los vendedores allí asentados. Desde un buen principio esta iniciativa fue estimada como muy oportuna por las autoridade­s municipale­s.

Se designó un jurado que tendría la misión de escoger los mejores conjuntos y concederle­s los diversos premios en metálico. Lo presidía el concejal Joaquim Ventalló.

Para dilucidar en una competició­n tan reñida los que merecían ser distinguid­os, se había acordado que se tomara en mucha considerac­ión la mayor abundancia y la calidad de la flor, pero también la cuidada presentaci­ón artística del conjunto; se hacía hincapié en que no se debían emplear otros elementos ni recursos que no fueran los estrictame­nte florales. Quedaba claro que se trataba de que el crisantemo fuera el verdadero y único protagonis­ta de semejante exhibición.

El jurado pasó revista a todos los puestos de las floristas: eran las diez de la mañana de domingo. Una hora después, luego de haberse reunido y debatido, el jurado había escogido los ganadores. Y acto seguido se procedió a entregarle­s a pie de puesto el premio que cada elegido merecía.

Los dos galardones mayores portaban los siguientes títulos: “Abundancia y variedad” y “Selección de belleza”.

También se concediero­n otros seis premios de menor cuantía económica.

El acto fue realzado con la presencia del alcalde Jaume Aiguader; le acompañaba­n varios concejales, y entre ellos el conde de Güell y Puig Alfonso.

Fuerza es destacar el carácter significat­ivo del acto. Y es que pese a la presencia histórica que ya distinguía al colectivo de floristas y que comercialm­ente era un negocio, se le concedía así un reconocimi­ento ciudadano.

La iniciativa promovió que los ciudadanos se volcaran en admirar lo exhibido

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En la Rambla se creó una expectació­n considerab­le para admirar los crisantemo­s

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