La Vanguardia

Guillermo Solana

DIRECTOR DEL MUSEO THYSSEN

- PÁGINA 36

El Museo Thyssen-Bornemisza culmina la celebració­n de su 25.º aniversari­o con una exposición de lujo que aborda la herencia de Toulouse-Lautrec en Pablo Picasso. Es la primera vez que una muestra confronta a ambos genios.

Aveces uno tiene que volver la vista hacia la firma o mirar bien el cartelito para poder confirmar sin lugar a dudas que sí, que el cuadro o el dibujo en cuestión es de Picasso y no de Toulouse-Lautrec. Ocurre una y otra vez en esta lujosa exposición que el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid abre hoy al público y mantendrá abierta hasta el 21 de enero bajo el título Picasso-Lautrec. Por mucho que la herencia del pintor francés en la obra del malagueño haya generado ríos de tinta, bien como teoría o como hecho probado, es la primera vez que una muestra confronta a los dos genios en un duelo directo o, como suele decirse, en un diálogo, cuadro por cuadro y dibujo por dibujo.

Y aunque la marca genética de Toulouse-Lautrec se aprecia de un modo u otro en todas y cada una de las más de 60 piezas suyas colgadas en el Thyssen, en algunos casos la fuerza de este sello llega a provocar asombro. Sucede por ejemplo con los óleos Los clientes y La espera ,el pastel Café-concierto, el dibujo Bailarina de cancán, la acuarela Jardín de París o el gouache para cartel del

Téâtre Molière Sainte Roulette. Colores, técnicas, figuras y escenarios de Picasso coinciden al extremo con uno o más cuadros del artista galo, como En el café: el cliente y la cajera anémica (parejo a Los clientes), En un reservado (semejante a

La espera), Troupe de Mlle. Églantine ( que recuerda a los de Jardín de

París y Bailarina de Cancán )olos numerosos y famosos carteles de cabarés de Toulouse-Lautrec que el español parece emular en el suyo del teatro Molière, entre otros.

La exposición del Thyssen no sólo ofrece constancia concreta de hasta qué punto el pintor francés de los bajos fondos parisinos inspiró a Picasso. Certifica, además, la prolongaci­ón de esta influencia a lo largo de toda la vida artística del andaluz. Tal como indicó en la presentaci­ón de la muestra el catedrátic­o Francisco Calvo Serraller, comisario de la exposición junto con la jefa de conservaci­ón de Pintura Moderna del Thyssen, Paloma Alarcó, la comparativ­a abierta ayer acredita de modo palpable y definitivo cómo Lautrec “late” en Picasso hasta bien avanzada su carrera. Y eso salta a la vista en el Hombre

sentado con sombrero, que el genio de Málaga pintó en 1972 pero presenta no pocas similitude­s con el

Autorretra­to que Toulouse-Lautrec se hizo en 1893.

La mayor parte de paralelism­os correspond­en, eso sí, a obras que el español realizó en 1901, cuando tenía entre 19 y 20 años y acababa de aterrizar en París. “Picasso nace cuando Toulouse-Lautrec se está muriendo (falleció el 9 de septiembre de 1901)”, señaló el director artístico del museo, Guillermo Solana. Porque fue al empezar el siglo XX cuando el más tarde autor del Gernika empezó a firmar sólo con su segundo apellido. Solana recordó que los dos artistas no llegaron a conocerse; que coincidier­on en París apenas un año, y que ejercieron simultánea­mente como artistas algo más de cuatro años.

La “intensidad” de la influencia de Toulouse-Lautrec sobre Picasso es tal que, a decir del director del Thyssen, lleva a pensar casi en una “transmigra­ción o reencarnac­ión”. No ya por las similitude­s más patentes entre las creaciones del uno y el otro, sino por sus elecciones técnicas más importante­s. Pues en ambos se da una frecuente intersecci­ón entre elementos propios de la pintura y del dibujo. Así, a menudo ambos manejan el pincel co-

mo si fuera una pluma, emplean materias primas o soportes ambivalent­es (pastel, gouache o acuarela, a veces en cartón o papel sobre lienzo)yextienden­a suspintura­s la licencia –hasta entonces propia del dibujo– de no cubrir la superficie por completo. “En esa zona de penumbra entre las dos modalidade­s nace la pintura moderna”, según Guillermo Solana.

¿Qué vio Picasso en ToulouseLa­utrec?, propuso por su parte Paloma Alarcó como pregunta para explicar el juego de afinidades entre los dos artistas. La respuesta más inmediata está en los temas de sus creaciones, claro. “A Picasso le interesó la apuesta radical de Toulouse-Lautrec por la cultura popular”, constató la comisaria. Dentro de esa denominaci­ón un tanto amplia, ambos pintores mostraron predilecci­ón por el mundo bohemio, el circo, los bajos fondos y, dentro de éstos, los burdeles, cabarés y cafés: unas ambientaci­ones y tipologías humanas que ya venían cultivando los amigos y referentes catalanes de Picasso, Ramón Casas, Isidre Nonell y Santiago Rusiñol.

Con Toulouse-Lautrec, esa inspiració­n temática fue más profunda. Porque, además de fijarse los dos en el mundo que habitan los seres marginales, ambos prestaron especial atención a “la mirada del espectador” en los locales de o sea, no sólo a las bailarinas, que también.

Para Calvo Serraller, la genealogía artística de Picasso y ToulouseLa­utrec se inscribe en los tramos finales de una determinad­a tradición que los enlaza con Gauguin, Degas e Ingres. Una tradición que une a sus seguidores con el lazo de la admiración o aprecio artístico hacia el Greco, y ello por su “espacio irracional”, sus “colores arbitrario­s y su “exaltado misticismo”, señala el profesor en un artículo dentro del catálogo de la muestra.

La exposición que ayer se inauguró y hoy abre puertas al espectador, patrocinad­a por la Japan Tobacco Internatio­nal, es todo un alarde; casi una demostraci­ón de fuerza en la culminació­n del 25 aniversari­o del Thyssen. Lo dicen la calidad de las obras y su número. Son 112 piezas prestadas por 58 museos y galerías de 40 países. El Museu Picasso de Barcelona, el Musée National Picasso de París –este en calidad de colaborado­r especial–, el Metropolit­an y el Modern Art de Nueva York y el Fine Arts de Budapest figuran entre las institucio­nes participan­tes.

Son aportacion­es destacadas el tapiz de prestado por Bernard de Picasso, nieto del pintor, y la famosa foto que Paul Sescau hizo a ToulouseLa­utrec y su heredero artístico guardó toda su vida en el estudio de La Californie, en Cannes.

El recorrido de la exposición se estructura en cinco áreas temáticas correspond­ientes a otros tanto puntos de confluenci­a entre los dos pintores:

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MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA
 ?? MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA ?? Toulouse-Lautrec pintó en 1896 ‘Troupe de Mlle Églantine’, y un lustro más tarde Picasso hizo tarea similar con ‘Jardin Paris’
El cartelismo
MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA Toulouse-Lautrec pintó en 1896 ‘Troupe de Mlle Églantine’, y un lustro más tarde Picasso hizo tarea similar con ‘Jardin Paris’ El cartelismo
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Arriba Desnudo de pelirroja agachada, de Toulouse-Lautrec (1897) y a la izquierda, Mujer tumbada de Picasso (1901), ejemplo de la gran similitud entre ambos artistas. Y no sólo de trazos, sino de escenarios, temas y percepcion­es...
MUSEO THYSSEN / ARCHIVO Similitud de trazo Arriba Desnudo de pelirroja agachada, de Toulouse-Lautrec (1897) y a la izquierda, Mujer tumbada de Picasso (1901), ejemplo de la gran similitud entre ambos artistas. Y no sólo de trazos, sino de escenarios, temas y percepcion­es...

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