El abad de Montserrat defiende una salida sin que nadie acabe humillado
“Aún estamos a tiempo de hablar. Oficialmente nadie nos ha pedido una mediación, pero desde Montserrat detectamos que existe mucha preocupación entre la ciudadanía, y habrá que buscar caminos que rebajen la tensión y faciliten el diálogo”. Así de rotundo se expresó el abad de Montserrat Josep Maria Soler a preguntas de los asistentes en el foro Tribuna Barcelona celebrado ayer. Y cuando el moderador le planteó qué haría ante la hipótesis de poder reunir a Mariano Rajoy y Carles Puigdemont, tampoco se escondió: “Quizás les invitaría primero a cenar. Creo que hay base suficiente para empezar a hablar, para dar pasos adelante, y eso significa ceder un poco por un lado y por otro. Y en tanto que creyente me encomendaría a Dios, teniendo en cuenta aquello de ‘A Dios rogando y con el mazo dando’”.
El abad se había comprometido hace semanas a hablar en Tribuna Barcelona, foro organizado por la sociedad Amics del País, La Vanguardia y la Asociación Española de Directivos. sobre el tema Els monestirs en l’Europa actual. Paràsits o artesans d’humanisme? Ylo hizo, aun a sabiendas de que iba a “tocar el violín en medio de un estruendo” –utilizando unas palabras del escritor y periodista Antoni Puigverd–, y de que las preguntas posteriores serían sobre el monotema. Pero no varió su intervención porque iba de monaquismo y de cómo el trabajo de los monjes alterna entre su vocación de vivir en soledad y su voluntad de estar presentes. “Cuando la posmodernidad ha proclamado el fracaso de tantas cosas y los más lúcidos se cuestionan el sentido de la existencia y de la persona, los monjes pueden aportar desde su opción peculiar, desde su frontera, una palabra iluminadora”.
El abad fue presentado por Jaume Giró, director general de la Fundació La Caixa, como “un hombre sabio, amable, austero y discreto”. Y recordó la “disposición al diálogo” y el papel de “puente” realizado por los monjes. Josep Maria Soler recordó que tras el encierro de intelectuales en Montserrat en 1970 el abad Cassià Just acudió a una audiencia ya prevista con el papa Pablo VI en la que se temía una reprimenda. Y el Sumo Pontífice le dijo: “Lo que tenéis que hacer es recibir a todo el mundo”. Por esa razón se mostró ahora dispuesto a facilitar todo tipo de contactos, aunque reiteró: “Yo no he mediado”.
Y una tras otra respondió a las preguntas de los asistentes al debate, tras señalar que “no podemos dar por cerradas las posibilidades de diálogo a día de hoy”. Preguntado si la solución pasa por unas elecciones, señaló: “Nuestra voluntad es hallar la mejor salida sin que nadie salga humillado”. Sobre la carta de 400 sacerdotes y monjes en favor del referéndum, dijo que “son ciudadanos y tienen derecho a sus propias convicciones”. Recordó que un 80% de la población pide que se pueda votar y que fueron solidarios con esa mayoría, si bien matizó que “más allá de los derechos humanos y de la doctrina social de la Iglesia, el resto es opinable, y la Iglesia se ha de mantener abierta a todo el mundo”. Sobre las
“Hay suficiente base para empezar un diálogo, para dar pasos y ceder un poco por un lado y por otro”
cargas policiales, reiteró la condena de la violencia que ya hicieron de forma conjunta los abades y abadesas benedictinos. También opinó de la fuga de empresas recordando que en el País Vasco “las empresas que salieron por el tema de ETA no volvieron”.
Asistieron al debate el conseller de Empresa i Coneixement, Santi Vila; el cardenal Juan José Omella; el expresidente del Parlament Joan Rigol; el presidente del Institut d’Estudis Catalans, Joandomènec Ros; el exalcalde de Barcelona Xavier Trias, y el rector de la Universitat de Vic, Jordi Montaña, entre otros.