La lucha sin poder
Comenté en un artículo anterior, publicado antes de celebrarse el referéndum ilegal del 1 de octubre, que el independentismo había dejado de centrar todos sus esfuerzos en la lucha por la legitimidad para hacerlo en la lucha por el poder. Ahora, tras la suspensión de la DUI, podemos constatar que el Govern de la Generalitat tendrá que luchar sin ningún poder, excepto una parte del independentismo, al haber perdido el control económico del Govern de la Generalitat y comprobar que la Unión Europea empieza a observar que el Govern de Catalunya ha desatado una “revolución egoísta”, como destacó The Guardian. Perdido el poder, el Govern de la Generalitat deberá reconstruir, con grandes costes para el Govern de la Generalitat, la unidad del independentismo, hoy en suspense por la decisión final que tome la CUP. El arquitecto Alejandro de la Sota me preguntó una vez: ¿Sabe usted qué es un trono papal? Me dispuse a teorizar sobre el poder y sus símbolos, a lo que él respondió: “La respuesta es mucho más simple: un trono papal es una silla elevada al cuadrado”. Para muchos catalanes, el ansiado esfuerzo por construir un trono papal ha puesto en peligro la silla autonomista donde debería sentarse el futuro presidente de la Generalitat.
La lucha sin poder, o con el poder cojo, implica reconocer que es preciso modificar a fondo las estrategias independentistas para permitir restablecer la estabilidad institucional, la confianza económica, la credibilidad internacional y la cohesión social, hoy aspectos, todos ellos, muy debilitados. En este sentido, la decisión de la suspensión de la DUI es la vía para propiciar cambios de estrategia dirigidos a la recuperación del derecho a decidir del independentismo moderado, el fin de su subordinación a la CUP, el inicio de acuerdos puntuales con Catalunya Sí que es Pot o el PSC para dar estabilidad a su giro político, la reducción del peso político de la ANC y de Òmnium, la visualización de nuevos interlocutores con Madrid y, todo ello, culminado con la convocatoria de las elecciones para propiciar la consolidación del giro político emprendido el 10 de octubre. La lucha sin poder exige, en primer lugar, recuperarlo para poder avanzar en las propuestas políticas que pretenden; y consecuentemente, implica reconocer que, desde el 6 de septiembre hasta hoy, están en juego todas las instituciones catalanas. El próximo paso no puede ser más confusión.