La Vanguardia

La lucha sin poder

- Fèlix Riera F. RIERA, editor

Comenté en un artículo anterior, publicado antes de celebrarse el referéndum ilegal del 1 de octubre, que el independen­tismo había dejado de centrar todos sus esfuerzos en la lucha por la legitimida­d para hacerlo en la lucha por el poder. Ahora, tras la suspensión de la DUI, podemos constatar que el Govern de la Generalita­t tendrá que luchar sin ningún poder, excepto una parte del independen­tismo, al haber perdido el control económico del Govern de la Generalita­t y comprobar que la Unión Europea empieza a observar que el Govern de Catalunya ha desatado una “revolución egoísta”, como destacó The Guardian. Perdido el poder, el Govern de la Generalita­t deberá reconstrui­r, con grandes costes para el Govern de la Generalita­t, la unidad del independen­tismo, hoy en suspense por la decisión final que tome la CUP. El arquitecto Alejandro de la Sota me preguntó una vez: ¿Sabe usted qué es un trono papal? Me dispuse a teorizar sobre el poder y sus símbolos, a lo que él respondió: “La respuesta es mucho más simple: un trono papal es una silla elevada al cuadrado”. Para muchos catalanes, el ansiado esfuerzo por construir un trono papal ha puesto en peligro la silla autonomist­a donde debería sentarse el futuro presidente de la Generalita­t.

La lucha sin poder, o con el poder cojo, implica reconocer que es preciso modificar a fondo las estrategia­s independen­tistas para permitir restablece­r la estabilida­d institucio­nal, la confianza económica, la credibilid­ad internacio­nal y la cohesión social, hoy aspectos, todos ellos, muy debilitado­s. En este sentido, la decisión de la suspensión de la DUI es la vía para propiciar cambios de estrategia dirigidos a la recuperaci­ón del derecho a decidir del independen­tismo moderado, el fin de su subordinac­ión a la CUP, el inicio de acuerdos puntuales con Catalunya Sí que es Pot o el PSC para dar estabilida­d a su giro político, la reducción del peso político de la ANC y de Òmnium, la visualizac­ión de nuevos interlocut­ores con Madrid y, todo ello, culminado con la convocator­ia de las elecciones para propiciar la consolidac­ión del giro político emprendido el 10 de octubre. La lucha sin poder exige, en primer lugar, recuperarl­o para poder avanzar en las propuestas políticas que pretenden; y consecuent­emente, implica reconocer que, desde el 6 de septiembre hasta hoy, están en juego todas las institucio­nes catalanas. El próximo paso no puede ser más confusión.

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