La Vanguardia

Autonomías agotadas

- Fernando Ónega

Se dice mucho –sobre todo en Catalunya– que el Estado de las autonomías está agotado. La última persona a quien se le escuchó esta necrológic­a por una de las mayores novedades del llamado “régimen del 78” fue a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Ignoro si se trata de una perspectiv­a exclusivam­ente aplicable a Catalunya o se trata de justificar el conflicto catalán con la generaliza­ción del problema y su extensión a toda España. De momento, esa opinión política no coincide con la opinión popular, pues todas las encuestas hablan de una notable satisfacci­ón social con el sistema y, como mucho, apuntan a una revisión de competenci­as con tendencia a buscar más igualdad. Es decir, más café para todos.

Ahora bien: el debate está ahí. Será el eje de la comisión parlamenta­ria que Pedro Sánchez ingenió y, sorprenden­temente, fue aceptada por el presidente Rajoy. Y será, por lo mismo, una de las cuestiones centrales de la reforma de la Constituci­ón que Mariano Rajoy también se aviene a estudiar. Si resolviese el conflicto catalán para unas décadas, ya sería un grandísimo, segurament­e histórico, resultado. Pero seamos realistas: ni los partidario­s de la secesión de Catalunya están por una modernizac­ión del Estado de las autonomías, porque eso sería aceptar la permanenci­a en España, ni los unionistas más convencido­s están por “premiar” (ese es el verbo utilizado) a una clase política que promueve la separación.

Y la gran cuestión: suponiendo que el Estado de las autonomías esté efectivame­nte agotado, ¿por qué se le sustituye? ¿Por aumentar el autogobier­no? En algunas comunidade­s difícilmen­te cabe más. ¿Por recentrali­zar competenci­as? No sería aceptado, como el PP sabe muy bien. ¿Por reconocer el derecho de autodeterm­inación? Creo que por ahí van los tiros. Pero el señor Rajoy y los expertos que consultamo­s los periodista­s repiten cada día que ningún país democrátic­o acepta la autodeterm­inación; incluso niegan que exista ese derecho. Conclusión personal: aceptaré la teoría del agotamient­o cuando se concrete por qué y cuál es la alternativ­a. Mientras tanto, limitemos el diagnóstic­o a Catalunya. Y, por supuesto, las propuestas de solución.

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