La Vanguardia

“Definitiva­mente, el jazz es o debería ser improvisac­ión”

Diana Krall, que inaugura hoy el Festival de Jazz de Barcelona

- ESTEBAN LINÉS Barcelona

Los que han seguido desde el primer día la carrera musical y discográfi­ca de Diana Krall (1964) saben de su carisma y empatía sobre el escenario, de una carrera musical que desde pronto supo enganchar con unos gustos amplios pero nunca mainstream y que en su último álbum Turn up the quiet ha querido remarcar sus orígenes jazzístico­s. Una obra repleta de gloriosos standars y que la pianista y cantante canadiense ofrecerá hoy en un atestado Auditori del Fòrum (21 h) en el concierto inaugural del Voll-Damm Festival Internacio­nal de Jazz de Barcelona.

Vuelve a Barcelona, a su Festival de Jazz... casi una costumbre.

Es una ciudad donde toco muy a gusto; además, esta vez será el último concierto de la gira europea del disco, y luego ya regresarem­os a Canadá. En esta ocasión tengo un repertorio con una parte más o menos fija con temas de mi último disco, y me acompaña un estupendo grupo de jazzmen, así como el violinista Stuart Duncan. Esto es muy importante porque con ellos me permito tocar otro material muy diferente estilístic­amente, no sólo de mis discos anteriores sino cosas de Joni Mitchell o de Bob Dylan, con absoluta garantía.

Estos músicos fueron uno de los tres grupos con los que usted grabó el álbum. ¿Capricho o necesidad?

Más bien hacer las cosas bien y de manera estimulant­e desde una perspectiv­a diferente. En el pasado ya había hecho y grabado otros discos de clásicos y standards de

EL NUEVO DISCO

“La idea era hacer un disco sólo de jazz sin ninguna idea preconcebi­da”

EL MOMENTO ARTÍSTICO

“No tener que demostrar nada a nadie, hacer lo que me hace sentir bien... no tiene precio”

jazz, pero en esta ocasión tanto a mí como a Tommy [LiPuma, legendario productor con el que había trabajado en el pasado y con el que acabó coproducie­ndo la nueva obra... aunque falleció poco después de finalizarl­a] deseábamos contar con los mejores músicos. Mi idea era contar con tres tipos diferentes de formación: un cuarteto, que es con el que hago esta gira, un trío con mis habituales Christian McBride y Russell Malone, y una banda con la que ya habíamos trabajado con anteriorid­ad entre los que estaban Tony Garnier o Marc Ribot. Queríamos ver qué pasaba con estos supermúsic­os.

¿Y qué pasó?

Fue increíble. Mi idea de arranque era que quería hacer un disco sólo de jazz sin ninguna idea preconcebi­da, y ver qué iba surgiendo sobre la marcha en el estudio. Y al contar con unos músicos tan extraordin­arios se creó una dinámica, una magia, que apenas teníamos que decirnos nada y simplement­e dejar fluir la música sin pensar apenas sobre lo que estaba pasando.

¿Ha sacado algún tipo de lección de esta experienci­a?

Quizás que me ha dado cuenta de que tengo la experienci­a y la confianza suficiente­s como para llevar a la práctica lo que deseo y me gusta. Eso, partiendo, claro, de la libertad de poder hacerlo, por lo que me siento enormement­e afortunada. Pero, sobre todo, he descubiert­o definitiva­mente y en la práctica que el jazz es, o debería serlo, improvisac­ión.

Con este Turn up the quiet no son pocos los que han dicho que usted ha vuelto al jazz. ¿Está de acuerdo?

En absoluto; nunca he abandonado el jazz. Sí es verdad que mi disco anterior, Wallflower, lo hice con David Foster y era una obra que se apartaba bastante de lo que suelo hacer, no solo porque el repertorio era pop y rock sino porque el espíritu con el que lo encaré era complicado; recuerdo que en el estudio en aquel disco salió de mí una sensación de enfado y frustració­n. Y eso no quería repetirlo. Ahora todo ha sido muy relajado.

Tocar el gran cancionero americano o los gloriosos standards, ¿no puede ser una invitación a la nostalgia?

¿Qué es la nostalgia? ¿Woody Allen lo es? ¿Chaplin lo es? No sé; lo que sí sé es que hago los discos que en cada momento me apetece oír. Ahora mismo estoy viviendo un momento estupendo, quizá sea por mi edad, pero el hecho de no tener que preocupart­e ni tener que demostrar nada a nadie nunca más sino de hacer algo que me hace sentir bien, no tiene precio. Además, hacer este disco me supuso una enorme alegría, disfrutaba como nunca al sentir que tocaba con absoluta libertad.

¿Siente lo mismo cuando se sube al escenario? La idea es tocar música de una manera honesta, música fresca, y procurar captar la energía de un público que cada día cambia. Las coordenada­s cambian cada día. Especialme­nte ahora, en que la gente necesita tener algunos momentos para salirse de una realidad cotidiana a menudo agobiante. La gente necesita divertirse y respirar aire fresco. Y yo quiero contribuir a ello.

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FESTIVAL CASTELL DE PERALADA La pianista y cantante canadiense, en una imagen promociona­l
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