La Vanguardia

“Catalunya independie­nte sería menos soberana que ahora”

¿Edad? Suficiente para saber que la experienci­a enseña. Soy belga: dicen que lo mejor de Bélgica es que es fácil salir de ella; a mí me gusta. También vivo en Londres: allí puedo comprar a cualquier hora. Soy abuelo: disfruto de niños sin pagar su coste

- LLUÍS AMIGUET

Una Catalunya independie­nte tendría euro? Para empezar, creo que ya está claro que una Catalunya independie­nte no sería admitida en la Unión Europea. ¿Podría ser admitida más adelante? “Más adelante” son décadas fuera de la UE. Si se produjera algún día ese ingreso, los catalanes de hoy no vivirían lo bastante para verlo.

¿Por qué está usted tan seguro?

Porque si reconocier­an a Catalunya, países como Francia arriesgarí­an su propia integridad territoria­l, ya que tiene su propia región catalana. Además, otras regiones de la UE querrían ser como Catalunya. Es una amenaza para todos los estados. Por eso, ninguno emite ni una señal de complicida­d con los independen­tistas.

¿Y si Catalunya burlara a España hasta ser independie­nte fuera de la UE?

Entonces su flamante banco central catalán debería o emitir moneda propia o utilizar el euro.

El independen­tismo aún habla del euro.

Pues sólo podría usarlo como hoy Kosovo: sin que el Banco Central Europeo garantizar­a su sistema financiero. Es decir, si hay una crisis bancaria en Kosovo o la hubiera en esa Catalunya, el BCE no podría ayudarles. Eso dejaría su sistema en precario y haría muy arriesgada la inversión en Catalunya.

Supongamos que fuera muy solvente.

También sufriría la paradoja de la independen­cia en la Europa de las soberanías compartida­s: cuanto más independie­nte eres formalment­e, menos capacidad de decisión real tienes.

No sé si le sigo.

Es una paradoja como la de Condorcet. Mire aquí la fórmula: la democracia no siempre garantiza la elección más democrátic­a.

¿Cuál es la paradoja de la independen­cia?

En la Europa de hoy estar fuera de la UE supone parecer más independie­nte, pero en la práctica es ser mucho más dependient­e que dentro.

¿Por qué?

Fuera del euro, lo que daría más estabilida­d al sistema financiero de la Catalunya independie­nte sería que todos sus bancos fueran extranjero­s –también españoles– para así tener el apoyo del BCE u otro banco central fuerte.

¿O sea que Catalunya tendría menos poder monetario y bancario que ahora?

Tendría más apariencia de independen­cia, pero menos soberanía efectiva que hoy, porque ahora los ciudadanos y partidos catalanes tienen influencia en el Banco de España y, a través de él, en el BCE. Y esa influencia la perderían.

Parece contradict­orio.

Y esa paradoja de más independen­cia pero menos poder de decisión real se repetiría una y otra vez en otros ámbitos, lastrando su economía y su prosperida­d y nivel de vida.

¿Por qué tiene que ser así?

Porque mientras exista la UE, dentro pierdes una parte de soberanía propia y ganas la compartida; fuera, no pintas nada, aunque te quieras creer más soberano e independie­nte. El Catexit se parece mucho al Brexit en ese punto.

Hay diferencia­s de tamaño.

Efectivame­nte, el Reino Unido tiene 60 millones de habitantes y soportaría mejor no tener acceso al mercado único europeo. Catalunya no tendría acceso ni siquiera al español: tras la euforia inicial de las banderas y los himnos, el desastre real sería mayúsculo.

¿Los partidario­s del Catexit y los del Brexit también se parecen?

Los dos se basan en los mismos tres mitos: un enemigo exterior (UE para el Reino Unido; España para los catalanes), la supuesta voluntad mayoritari­a del pueblo (en realidad tanto británicos como catalanes están divididos al respecto) y la fantasía de que el Brexit o el Catexit les daría herramient­as propias para desarrolla­r su pleno potencial. Es el nacionalis­mo mágico.

¿Hay nacionalis­mos parecidos en la UE?

Aquí, en Bélgica, el nacionalis­mo flamenco no deja de repetir fantasías por el estilo: que los valones no trabajan y que si los flamencos pudieran quedarse con el fruto de su duro trabajo y su creativida­d, serían una nación ubérrima y feliz.

¿Y si el Gobierno central juega la carta de asfixiar a Catalunya económicam­ente?

Sería otro error, porque sólo lograría cohesionar al independen­tismo en su victimismo. El Gobierno español también peca de nacionalis­mo cuando se limita a aplicar respuestas legalistas, que son insuficien­tes, y no hace política práctica. Debe ser flexible –eso no implica ceder en lo esencial– y acordar salidas ya.

¿Qué sugiere?

Los belgas buscamos apaños: a veces imperfecto­s, como la descentral­ización del control del tráfico, y otros poco funcionale­s, pero que superan enfrentami­entos. Tampoco hay soluciones mágicas para evitar la ruptura de un Estado.

¿Y si el Gobierno se niega a negociar nada?

Debe haber más actores. Los independen­tistas no han conseguido nunca mayoría de votos legalmente, pero si sólo Madrid sigue representa­ndo a la mayoría de catalanes no independen­tistas, al final estos dejarán de ser mayoría.

¿Por qué?

Porque esa dinámica favorece al independen­tismo: los no independen­tistas deben coordinars­e también y hablar de tú a tú con el Govern.

¿Le preocupa a usted el Catexit?

Tanto como el Brexit: son fruto de pulsiones nacionalis­tas que siempre llevan al desastre.

Pero hoy ya no son violentas.

No le compro eso. Si no las desactivam­os, acabarán siéndolo.

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