La Europa de la concordia
EL premio a la Concordia entregado ayer por el rey Felipe en Asturias a los presidentes de las instituciones europeas, Jean-Claude Juncker, Donald Tusk y Antonio Tajani, es un solemne colofón para el sexagésimo aniversario de la firma del tratado de Roma. Los valores fundamentales de la Unión Europea –el respeto a la libertad, la democracia, la igualdad y los derechos humanos– convierten al club europeo en un espacio de esperanza pero también de seguridad para los ciudadanos que anhelan vivir en un espacio integrador, de progreso y bienestar.
Sesenta años después, la Unión es hoy un proyecto consolidado pero que lejos de estar concluido se enfrenta a desafíos inéditos sobre los que se solapan los retos particulares de cada uno de los estados miembros, comenzando por la necesidad de conjugar las soberanías de los estados con un proyecto que requiere de mayor integración para afrontar, por ejemplo, la globalización económica. De ahí que movimientos como el independentismo catalán sean recibidos con recelos y prevenciones, más aún si se sitúan fuera del marco del derecho, también europeo.
En los últimos días, hemos visto como los presidentes de la Comisión, del Consejo y del Parlamento europeos mostraban su apoyo al Gobierno español frente al desafío soberanista catalán y ayer, con su presencia en el teatro Campoamor de Oviedo junto al Rey y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, reafirmaban su compromiso con el Estado de derecho y el sistema constitucional español.
Así lo resaltó el Rey en su discurso, ligando los ideales europeos con los de una España que definió “cimentada en el deseo sincero de convivencia y entendimiento”. El rey Felipe volvió a calificar de “inaceptable” el proyecto independentista y situó la resolución del conflicto con Catalunya dentro del marco constitucional y las instituciones democráticas, lejos de las demandas catalanas de mediación internacional también descartadas por las instituciones europeas en reiteradas ocasiones. No obstante, el Rey optó por subrayar en esta ocasión la voluntad de vertebrar una España “abierta y solidaria”, de la que “Catalunya es y será una parte esencial”, en la que “los pueblos que la integran viesen protegidas, reconocidas y respetadas” sus lenguas, culturas, tradiciones e instituciones como un “patrimonio común que sin duda nos enriquece y nos identifica”.
La concordia como valor intrínseco europeo fue evocada por el Rey, quien advirtió que ningún proyecto de futuro se puede construir basándose en la ruptura de la convivencia democrática. También la evocaron los premiados en representación de la UE como sinónimo de unidad y un bien protegido por el Estado de derecho. “La ley es mejor que el caos”, certificó Tusk.