La Vanguardia

El polaco culé al que le preocupa Catalunya

EL PRESIDENTE DEL CONSEJO EUROPEO PLAGÓ DE GUIÑOS PERSONALES SU APELACIÓN A PUIGDEMONT PARA QUE NO DECLARARA LA INDEPENDEN­CIA: EUROPEÍSTA, MIEMBRO DE UNA MINORÍA ÉTNICA Y LINGÜÍSTIC­A, REGIONALIS­TA, LUCHADOR POR LA LIBERTAD...

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas

Discreto, alérgico a las estridenci­as y con un punto tímido que se rompe en las distancias cortas, Donald Tusk, sabía bien que su currículum no es muy conocido más allá de Bruselas y Polonia, su país natal, cuando hace unos días lanzó un potente llamamient­o directo al president de la Generalita­t, Carles Puigdemont, para que no declarara la independen­cia de Catalunya. Fue un discurso cargado de guiños. Europeísta, regionalis­ta, luchador por la libertad, miembro de una minoría ... Sólo se calló su pasión culé. Con ustedes, Tusk, en sus propias palabras.

“Me dirijo a usted no sólo como presidente del Consejo Europeo sino como un creyente convencido del lema de la Unión Europea, ‘unidos en la diversidad’, arrancó Tusk. Su hoja de servicios fue clave para que los jefes de Estado y de gobierno lo eligieran presidente del Consejo Europeo, en diciembre del 2014, siendo primer ministro de Polonia. Tras la pésima experienci­a con Jarosław Kaczynski, Tusk devolvió a su país a la senda europea, modernizó la economía e impulsó las relaciones con su poderosos vecino y antiguo enemigo, Alemania.

“Miembro de una minoría étnica y un regionalis­ta”. Nacido en Gdansk en 1957, la familia de Tusk pertenece a la etnia casubia, una minoría eslava del noroeste de Polonia con más de mil años de historia, que tiene su propio idioma, que Tusk estudió de adulto. En su casa siempre conviviero­n varias lenguas y culturas. Su regionalis­mo, sin embargo, está reñido con los nacionalis­mos. “Recuerdo sentir, con sólo 12 años, que nada en la vida ni en la historia era sencillo. Ya de niño, era inmune a cualquier tipo de simplifica­ción. Y como político, como adulto, me di cuenta de que era mejor ser inmune a todo tipo de ortodoxia, de ideología o, lo más importante, de nacionalis­mo”, contó hace unos años al diario Financial Times.

“Un hombre que sabe lo que es ser golpeado por la porra de un policía”. Nadie lo diría viéndole hoy en día moverse por los despachos de poder europeos con sus suaves maneras, pero Tusk tiene un pasado subversivo y dolorosas imágenes grabadas en la retina. Las protestas de los astilleros de Gdansk en 1970 estallaron, literalmen­te, delante del ventana a su casa. Estaba solo, lo vio todo y dice recordarlo a diario. La brutal represión de la policía y el ejército comunista se cobró 42 muertos. Desde ese día, contó al Financial, sabe “que casi siempre la gente que es golpeada es la que tiene razón y que quienes golpean, no”. Al día siguiente del 1-O, Tusk llamó a Mariano Rajoy para reprocharl­e el recurso a la violencia policial para resolver un problema político.

En 1976 entró en la universida­d y participó en actividade­s de boicot al régimen comunista. En 1980, el joven Donald fundó el sindicato de estudiante­s SKS, ligado a Solidarida­d, el primero de todo el bloque soviético al margen de las juventudes comunistas. Pasó temporadas en la clandestin­idad. Licenciado en Historia, fue castigado por el régimen, que le vetó el trabajo en las empresas públicas. Fundó una cooperativ­a. Mientras pintaba chimeneas y naves industrial­es, reflexiona­ba sobre el libre mercado, ideas que difundió en una revista mensual que él mismo creó. Entorno a ella se reunieron intelectua­les que luego formaron parte del primer gobierno de Polonia tras el comunismo.

“Ex primer ministro de un gran país europeo”. Fundó Congreso Liberal Democrátic­o (KLD), inspirado por las reformas de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y en 1990 fue elegido diputado. En el 2001, cuando el partido pasó a la oposición, creó otro partido, Plataforma Cívica, más centrista, que el Partido Popular Europeo enseguida acogió en su seno. Seis años después, Tusk derrotó a Kaczynski y fue elegido primer ministro. En el 2011 logró un segundo mandato en las urnas, algo que ningún líder polaco había logrado desde el restableci­miento de la democracia.

“Alguien que entiende y siente los argumentos y las emociones de todas las partes” . El Consejo Europeo lo reclamó como presidente poco antes de que terminara la legislatur­a. Pesaron no sólo su buena sintonía con Merkel, el deseo de reconocer la aportación de los países del Este. Importó también su empatía y habilidade­s negociador­as, artes que ha descartado usar entre Barcelona y Madrid. “Apreciamos la empatía demostrada por Tusk”, admitió esta semana el conseller de Exteriors, Raül Romeva. Aún podía haber hecho un guiño más a Catalunya cuando pidió a Puigdemont que no diera pasos que impidieran el diálogo. Fanático del fútbol, Tusk es seguidor del Barça. El equipo en que jugaba con sus amigos se vestía de los colores azulgrana. Josep Duran Lleida, conocedor de su pasión culé, le regaló hace unos años una camiseta del Barça firmada por Messi.

Con 13 años aprendió que “casi siempre la gente que es golpeada tiene razón y quienes golpean, no” Fanático del Barça, solía jugar al fútbol vestido de azulgrana y tiene una camiseta firmada por Messi

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WPA POOL / GETTY Donald Tusk sufrió la represión del régimen comunista y tuvo que pasar temporadas en la clandestin­idad

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