“Deberíamos ir a la guerra civil”
La Liga Norte se queja de sufrir el peor déficit fiscal de Europa
Frente a la sede central de la Liga Norte, en la vía Bellerio, en el norte de Milán, hay una patrulla militar. Dos soldados dormitan en el interior de un jeep. Al complejo de edificios, que semeja casi una fortaleza, se accede tras abrirse a distancia una pesada puerta metálica.
Los liguistas no están bajo asedio porque amenacen con una insurrección. La vigilancia del ejército es para disuadir de cualquier intento de atentado. Este partido siempre ha tenido enemigos. En el pasado sufrieron ataques en sus sedes.
Al visitante catalán lo reciben con simpatía, sin preguntar siquiera en qué lado está en la actual crisis. La Liga Norte se siente próxima, emocionalmente, al independentismo catalán, aunque ellos van ahora por otro camino, mucho más posibilista. El diputado Paolo Grimoldi, secretario de la Liga Lombarda, recuerda un dato que figura en todos los folletos y que los líderes repiten sin cesar: el déficit fiscal de Lombardía es, según ellos, de 54.000 millones de euros al año, frente a los 8.000 millones que atribuyen a Catalunya y los 1.500 de Baviera. “Nosotros tendríamos que ir a la guerra civil”, bromea Grimoldi, dejando entrever que los soberanistas catalanes han montado demasiado lío sin causa justificada. En otro despacho recibe a La
Vanguardia Roberto Calderoli, varias veces ministro en los gobiernos de Silvio Berlusconi y hoy vicepresidente del Senado. Siempre ha sido un liguista muy aguerrido y vehemente hasta el insulto, pero la edad lo ha atemperado. Calderoli admite que la gente en Lombardía siente “cierto miedo” de ir a votar en el referéndum de hoy al observar lo que sucede en Catalunya.
“Yo siempre he estado a favor de la autodeterminación, pero siempre por métodos democráticos y pacíficos, y respetando la ley –puntualiza–. Si tengo un condicionante constitucional que me lo impide, mi objetivo debe ser la negociación para que se modifique esa Constitución”. Durante la charla, el veterano político se muestra perplejo por los acontecimientos en Catalunya. “No sé cómo acabará –admite, con una risa tibia–. Y no sé si alguno lo sabe”.
Calderoli está muy al corriente del artículo 155 de la Carta Magna española que prevé la suspensión de una autonomía y, de motu proprio, va a buscar la Constitución italiana y lee en voz alta dos artículos muy parecidos, el 120 y el 126, para el supuesto de que una región viole normas o tratados, o bien ponga en peligro la seguridad pública, la unidad jurídica y económica de la nación. Aquel Calderoli revolucionario de hace 20 años esgrime ahora, obediente, la legalidad.