El millonario Andrej Babis gana las elecciones checas
El populismo del ‘Trump checo’ se lleva el 30% de los votos
La división política tradicional en izquierda y derecha parece haberse quedado sin espacio en Europa. El último ejemplo de su mala salud se encuentra en la República Checa, el país con menos paro de la UE y con uno de los mayores crecimientos económicos. Aquí, las elecciones celebradas entre el viernes y ayer al mediodía las ha ganado el multimillonario populista Andrej Babis por un 29,6% de los votos, un resultado que ni las encuestas más favorables de su partido podían prever.
A sus 63 años, Babis, también llamado el Trump checo por su fortuna y sus propuestas –echar a los corruptos del establishment, limitar la inmigración o bajar los impuestos– ha conseguido 78 de los 200 diputados del Parlamento. Esto significa que el partido
antisistema que fundó en el 2011, Acción de los Ciudadanos Descontentos (ANO, por sus siglas en checo, que significa sí) necesitará ayuda para formar gobierno. Pero ha ganado con tanto margen respecto al segundo, el principal partido conservador (ODS, 11,3%) que parece seguro que el segundo hombre más rico del país –su gigante agroalimentario, Agrofert, está valorado en más de 4.000 millones de dólares– será también el primer ministro de los checos.
“No representamos una amenaza para la democracia. Queremos formar gobierno lo antes posible”, dijo Babis tras dar las gracias a su 1,5 millones de electores.
El oligarca y su partido de
outsiders son los primeros en romper la alternancia entre centro-izquierda y centro-derecha desde la división de Checoslovaquia en 1993. El descalabro es especialmente doloroso en casa del actual premier socialdemócrata, Bohuslav Sobotka, que se ha visto arrastrado al peor resultado de su historia tras ser salpicado por corrupción.
El magnate promete gobernar el país como si fuera una de sus empresas, pero tampoco está limpio. Una investigación por fraude en el 2008 que implicaba dos millones de euros de fondos europeos, así como las acusaciones de que fue agente del StB (la policía secreta checoslovaca), podrían ponerle trabas para formar coalición. La más natural sería repetir el pacto con socialdemócratas y conservadores, que ya han gobernado los últimos años juntos. El segundo de Babis ofreció anoche repetir el acuerdo, pero sus adversarios se han negado repetidamente a investir a un candidato imputado. Advierten, además, del peligro que supone concentrar tanto poder en unas manos: además de Agrofert, Babis controla los dos principales diarios, además de radios y televisiones del país. Su gusto por acumular un trozo del pastel comunicativo le ha llevado a ser comparado con el italiano Silvio Berlusconi.
El escenario más indeseable fue descartado por la aritmética electoral. Consistía en que Babis se encontrase arrinconado y obligado a alinearse con el ultraderechista Libertad y Democracia Directa (SPD), cuyo ascenso no vaticinaba ninguna encuesta. Sus 22 diputados no son suficientes para formar gobierno, pero sí para continuar imponiendo su mensaje xenófobo. Socio del Afd alemán y el Frente Nacional francés, tiene como principales propuestas expulsar a los musulmanes del país y celebrar un referéndum de salida de la UE.
“Ni Babis y ni los suyos desean esto, porque afectaría a sus propios negocios. El escenario más plausible es la formación de un gobierno en minoría con apoyos puntuales”, vaticina Vladímir Bartovic, el director del think tank independiente Europeum.
La victoria de Babis representa otro revés para Bruselas, que se encuentra con un nuevo socio díscolo y populista que rechaza su cuota de refugiados. En campaña, el mismo magnate se ha posicionado en contra de la entrada de Praga en el club del euro, que antes promovía. En su discurso de ayer, Babis prometió ser proeuropeo y dijo que quiere tener un rol activo en la refundación del club. Para empezar, pidió dejar de hablar de las “dos velocidades” y lanzó que Europa “debe reflexionar más sobre los motivos por los que el Reino Unido ha decidido marcharse”. Primer aviso.
El magnate llama Europa a reflexionar sobre el Brexit y a dejar de hablar de las “dos velocidades”