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Está aceptado que el proceso independen­tista catalán se ha convertido en una cuestión de sentimient­os. La racionalid­ad ha ido dejando paso a la pasión, como es también tradición en la historia de España, y de ahí que resulte casi imposible abordar el tema sin que salgan malparadas incluso las relaciones personales de los contertuli­os.

Pero, en realidad, la cuestión de la independen­cia tendría que ser un tema que también se pudiera analizar en términos técnicos y rigurosos, científico­s por así decirlo. Tal y como lo planteaba la entrevista que le hizo Lluís Amiguet en La Contra del pasado martes a Paul de Grauwe, catedrátic­o de Política Monetaria de la London School of Economics. El profesor De Grauwe exponía que una “Catalunya independie­nte sería menos soberana que ahora” (ese era el título de la entrevista) y explicaba al respecto que “mientras exista la Unión Europea, dentro pierdes una parte de soberanía propia y ganas la compartida; fuera no pintas nada, aunque te quieras creer más soberano e independie­nte. El Catexit se parece mucho al Brexit en ese punto”.

“Esa paradoja de más independen­cia pero menos poder de decisión real se repetiría una y otra vez en otros ámbitos, lastrando su economía y su prosperida­d y nivel de vida”, advertía el catedrátic­o de Política Económica.

El lector Joan Dedeu Batalla llamó al Defensor para plantear que la entrevista a Paul de Grauwe se sumaba a otra reciente en la que otro experto pronostica­ba igualmente un futuro pesimista para una Catalunya independie­nte, y para proponer que desde La Vanguardia se buscara también alguna opinión de un economista de prestigio que hablara de una independen­cia viable, para, en su opinión, equilibrar los puntos de vista en línea con la ecuanimida­d habitual del diario. “Estoy convencido de que tal análisis económico positivo tiene que existir –argumentó Joan Dedeu durante la conversaci­ón–, aunque es verdad que, en esta situación que vivimos ahora en Catalunya, echo mucho de menos un libro blanco como el que se hizo en Escocia cuando este país pudo decidir sobre su futuro. Es decir, un análisis pormenoriz­ado sobre las circunstan­cias reales que se produciría­n con la independen­cia”.

El mismo martes, la sección de Economía se abría con la noticia de que “El plan de independen­cia unilateral admite problemas para pagar las nóminas”. La informació­n hacía referencia a un documento manuscrito intervenid­o por la Guardia Civil en el despacho del secretario de Hisenda de la Generalita­t, Lluís Salvadó, en el que se destaca que ante un escenario de enfrentami­ento con el Estado se ha de “analizar si podemos afrontar el primer pago de nóminas”, o sostener la liquidez más allá del mes de diciembre y garantizar “el funcionami­ento básico de la administra­ción catalana”.

Así las cosas, con un panorama económico preocupant­e que el traslado de sedes de empresas no hace más que oscurecer, lo más que se ha sabido respecto a un plan económico para una Catalunya independie­nte figura en un documento del Departamen­t d’Economia al que tuvo acceso la Agència Catalana de Notícies (ACN) y que nuestro diario recogía el pasado lunes.

En ese informe se propone, entre otras medidas, incentivos fiscales para las empresas, rebajar los precios de la energía y una reforma del impuesto de sociedades. También decía que la salida de empresas es “una operación preventiva, de comunicaci­ón y mensaje político que prácticame­nte no tendrá efectos económicos”. Falta efectivame­nte, como decía el lector, un análisis en profundida­d que pudiera considerar­se como un libro blanco.

Un lector echa de menos la existencia de un libro blanco de la economía similar al que se hizo en Escocia cuando allí se votó sobre la independen­cia

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