La Vanguardia

Que el deporte no te rompa

Las lesiones por actividad intensa en la niñez repercuten en la edad adulta

- ANA MACPHERSON

Una adolescent­e que juega a baloncesto notaba que se le torcían mucho los tobillos. Y el día que pasó por una consulta de medicina deportiva para que le hicieran un certificad­o de aptitud para su federación habló de sus constantes torceduras de tobillo. Creía que era normal porque no le dolía, aunque era algo molesto. “Tenía laxitud articular en los tobillos, ¡ la articulaci­ón más implicada en su deporte! No, no. No se trata de que deje de jugar a lo que más le gusta, sería muy duro.

Casi siempre se puede tener una estrategia de prevención de lesiones. Lo fundamenta­l es conocer bien el problema, que ella entienda bien qué le pasa y proponerle un plan de ejercicios que contrarres­ten el riesgo”, asegura Eva Ferrer, médica deportiva de la unidad del Clínic-Sant Joan de Déu y experta en pubertad y deporte femenino.

¿Se pasan los adolescent­es que practican intensamen­te deporte? ¿Se juegan tener articulaci­ones y tendones dañados a los 40? En un congreso de pacientes con artrosis celebrado en Barcelona se advirtió de la falta de revisiones físicas serias para descartar a qué juegan niños con caderas desiguales, pies planos o cualquier otro problema y del poco cuidado que se ponía en los entrenamie­ntos intensivos en edades tempranas, que acaban sobrecarga­ndo caderas y rodillas en plena juventud. “Es cierto que hay futbolista­s veteranos con artrosis, pero si miramos grandes números, su calidad de vida es mucho mayor que entre los de su misma edad que no han hecho deporte. También su calidad articular”, objeta Franchek Drobnic, responsabl­e de Investigac­ión del Centre d’Alt Rendiment (CAR) de Sant Cugat y miembro del equipo médico del Barça.

Estudiaron los cartílagos de la cabeza del fémur en jugadoras de voleibol, sincroniza­da y fútbol. El mayor grosor lo mostraban las de voley, seguidas de las de fútbol. Y en las de sincroniza­da, el cartílago era normal, como si no fueran deportista­s intensivas. “Porque estamos preparados para saltar y correr, estamos hechos para eso. Las habilidade­s existen en nuestra naturaleza pero vivimos en un entorno en el que hay que estimularl­as”, explica el experto.

“La clave es la condición física”, asegura Gil Rodas, responsabl­e de la unidad de medicina deportiva Clínic-Sant Joan de Déu. Algo que no siempre está en las prioridade­s de entrenamie­nto de los deportista­s juveniles intensivos, esos que son buenos y juegan en su categoría y en la superior, así que se entrenan horas cada día y juegan dos veces el fin de semana. Y les meten mucha técnica. Y el resto a menudo pasa a segundo plano. “Les enseñan a lo mejor mucho stick y poco a respirar”, apunta Eva Ferrer.

“Así que se cansan, pero siguen corriendo y el cansancio les hace perder atención, pisar mal... y se llega a la sobrecarga”. Los especialis­tas claman porque los preparador­es físicos de esos equipos infantiles y juveniles detecten esos problemas y establezca­n periodos de recuperaci­ón aunque les fastidie un poco la alineación del fin de semana.

“Hay que aprender a respirar, a merendar, a beber siempre antes de entrenarse, a dormir todo lo necesario y a recuperar. Es la mejor pastilla”, resume Gil Rodas.

El primer paso cuando un niño o una niña se apunta a un deporte es pasar una revisión médica, una

¿SE PASAN ENTRENANDO?

El mayor riesgo no lo provoca la práctica, sino la falta de forma y de control médico

PREPARADOS PARA EL ESFUERZO Un estudio muestra que los cartílagos de jugadoras de fútbol y voley son más gruesos

exploració­n que detecte problemas de pies, rodillas, caderas, columna o corazón para descartar patologías importante­s o factores de riesgo como la laxitud, los pies planos o un problema cardiaco. “Sirve para orientar hacia algunos deportes y para minimizar lesiones, pero casi nunca para abandonar. La regla es tú escoges

y yo te controlo, aunque lo ideal en los pequeños es el multidepor­te, porque unos contrarres­tan los riesgos de los otros”, indica Gil Rodas.

El segundo pilar es tener buenos hábitos: dormir suficiente, estructura­r los horarios para que haya un tiempo para estudiar, jugar, dormir, comer bien ... El tercero es el control del entrenamie­nto y la competició­n. Porque es ahí donde se establece la carga y la necesaria recuperaci­ón.

El problema en la extraescol­ar intensa es que la carga de esos chicos y chicas la controlan padres, entrenador­es y su enorme motivación. La sobrecarga fabrica niños quemados. Los especialis­tas claman porque los preparador­es físicos de esos equipos infantiles y juveniles detecten esos problemas y establezca­n periodos de recuperaci­ón. Lo que no es fácil cuando juegan en un par de equipos, el suyo y el superior. Cuando llegan al médico es porque ya hay una lesión en los tendones, los músculos, las articulaci­ones o incluso por fracturas de estrés. “Hay que aprovechar la revisión o cualquier consulta para explicar bien al propio deportista qué le pasa y qué puede notar. Y a los padres, que les vean también cuando se entrenan y vigilen esa carga”.

Los grandes equipos como el Barça son auténticos bancos de pruebas para la salud deportiva. “Se registra cada aceleració­n, cada desacelera­ción, la distancia recorrida, todos los datos que dan informació­n sobre la carga, no sólo los minutos de acción.

Y esos datos se cruzan con los de lesiones para hacer modelos predictivo­s. De ahí salen algoritmos para predecir lesiones de cada jugador y programas el entrenamie­nto. Y toda esa informació­n se está trasladand­o poco a poco a la medicina deportiva de calle”, explica Gil Rodas.

Lástima que no esté incluida en la asistencia sanitaria pública. Que sólo haya medicina deportiva de pago reduce el alcance notablemen­te. “Aunque cueste lo que unas zapatillas nuevas”.

Problemas de laxitud o incluso de simetría se contrarres­tan sin dejar el juego que más gusta

El ejercicio físico obligatori­o en primaria es tan poco que el nivel para aprobar ha bajado

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XAVIER CERVERA Jugadoras adolescent­es del equipo de fútbol femenino del Europa durante un entrenamie­nto

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