La Vanguardia

El palacio del humanismo

Un libro descubre el valor arquitectó­nico del palacio Requesens, sede de la Reial Acadèmia de les Bones Lletres desde hace cien años

- DAVID GUERRERO Barcelona

Las joyas arquitectó­nicas del centro de Barcelona de las que aún no se han apoderado los turistas cada vez son menos. En el caso del palacio Requesens se entiende que es el oscuro callejón sin salida visto desde la plaza Sant Just lo que ahuyenta a los distraídos paseantes que deambulan por el Gòtic. El edificio se mantiene aún por descubrir para los visitantes pero también para muchos barcelones­es. Los que conocen bien el lugar son los miembros de la Reial Acadèmia de les Bones Lletres, instalada en el palacio desde hace justo un siglo.

El edificio, a dos minutos de la plaza Sant Jaume, luce con esplendor una vez superado el callejón. Su delicioso patio novecentis­ta recompensa al intrépido explorador urbano y acoge una de las institucio­nes más prestigios­as de la cultura catalana, creada en el siglo XVIII e instalada en este palacio desde hace cien años, cuando el Ministerio de Instrucció­n Pública y Bellas Artes cedió su uso de lo que entonces presentaba un aspecto ruinoso y descuidado.

Con motivo del centenario, el palacio y sus moradores son los protagonis­tas de un profundo y riguroso análisis en el libro El palau

de l’humanisme, editado por Sergio Vila-Sanjuán y publicado por Comanegra. El volumen recorre la historia y los espacios del edificio construido en el siglo XIII de la mano de cerca de una veintena de autores, la mayoría de ellos académicos conocedore­s de la casa. El inmueble que los acoge, de estructura y elementos góticos, se levantó sobre la muralla romana, como se puede ver si se rodea el palacio y se levanta la cabeza desde la calle Sotstinent Navarro, hasta donde llega el rugir de la circulació­n en Via Laietana, haciendo olvidar rápidament­e la tranquilid­ad que se respira en el palacio.

Volviendo a su interior, una vez superada la escalinata que lleva a la planta noble, destaca la galería de catalanes ilustres, una colección de 47 retratos donde se pueden ver desde Isabel de Requesens (en una copia realizada por Antonio Baron del original de Rafael conservado en el museo del Louvre) hasta el arquitecto Antoni Gaudí y el poeta Joan Maragall, los dos últimos homenajead­os cumpliendo el reglamento establecid­o desde la creación de la galería, que dictaba el paso de al menos 25 años de la desaparici­ón del personaje público hasta que pudiera tener su cuadro colgando de tan distinguid­as paredes. En 1971 se decidió no aumentar más la colección, según se cuenta en el libro editado por Sergio Vila-Sanjuán.

De no ser así, en unos años posiblemen­te estaría Martín de Riquer, el medievalis­ta que fue presidente de honor de la Acadèmia hasta su muerte, en 2013, honrado y recordado con un busto. “Són els ulls de Martí de Riquer: la llum cònica ens acara amb l’embut capgirat de tants segles”, le escribe como homenaje Pere Gimferrer, el único numerario de la Reial Acadèmia que junto a Carme Riera combina la butaca en el palacio Requesens con otra en la sede de la Real Academia Española (RAE).

La planta noble del edificio construido en parte sobre la muralla romana alberga una colección de 47 retratos

 ?? JORDI VIDAL. ?? Una escalinata en el patio interior formado por elementos góticos da acceso a la sede de la prestigios­a institució­n cultural
JORDI VIDAL. Una escalinata en el patio interior formado por elementos góticos da acceso a la sede de la prestigios­a institució­n cultural
 ?? SERVICIO DE PATRIMONIO ARQUITECTÓ­NICO LOCAL ?? El palacio levantado sobre la muralla desde la calle Basea, actualment­e Sotstinent Navarro, en 1919
SERVICIO DE PATRIMONIO ARQUITECTÓ­NICO LOCAL El palacio levantado sobre la muralla desde la calle Basea, actualment­e Sotstinent Navarro, en 1919

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