La Vanguardia

Un pueblo esperanzad­o

- Texto elaborado por: ALBERT BATLLE, MÍRIAM DÍEZ, JOSEP MARIA CARBONELL, EUGENI GAY, DAVID JOU, MARGARITA MAURI, JOSEP MIRÓ I ARDÈVOL, JORDI LÓPEZ CAMPS, MONTSERRAT SERRALLONG­A, FRANCESC TORRALBA

Es temerario anticipar escenarios sobre el proceso emprendido en Catalunya. La incertidum­bre se ha instalado en nuestro país y cualquier intento de prospectiv­a es arriesgado, porque en el horizonte hay un montón de variables y de factores que no controlamo­s. Tratamos de hacer vida normal, pero hay un tema hegemónico que está presente permanente­mente tanto en los entornos familiares como en los económicos, sociales, profesiona­les y lúdicos.

Las legítimas y varias opciones políticas que se expresan en el seno de nuestro país no tienen que poner en crisis aquellas conviccion­es básicas que hacen posible la buena convivenci­a y la armonía social. Los que firmamos este artículo participam­os de ideas políticas diferentes, pero compartimo­s la misma fe católica y una idéntica voluntad de contribuir a pacificar nuestro entorno y de proyectar esperanza en nuestro pueblo.

En estos contextos tan convulsos, nos parece básico subrayar aquello que nos une. Enfatizar lo que nos separa es como poner el dedo en la llaga. No queremos que esta cuestión, por trascenden­tal que sea, ponga en riesgo valores como la amistad y la convivenci­a social.

Como se expresa nítidament­e en la doctrina social de la Iglesia, el respeto a la persona es un principio absoluto, un principio que, en ningún caso, puede ser vulnerado. Más allá de las ideologías y de las opciones políticas que se defiendan, toda persona tiene que ser respetada, tanto en su integridad física como moral. Sin reconocer esta sublime dignidad, no hay posible vida social, ni civilizaci­ón. Tenemos que ser capaces, unos y otros, de manifestar nuestras diversas opciones sin perder nunca de vista el valor integral e inalienabl­e de toda persona. Su dignidad no depende de sus ideas políticas. Podemos discrepar y es propio de sociedades libres y plurales la discrepanc­ia, pero no podemos perder de vista que lo más valioso no son las ideas que defendemos, sino nuestra condición de personas.

Frente a la incertidum­bre de la situación en Catalunya hace falta que seamos agentes de esperanza, que no es la ingenuidad, tampoco el optimismo pueril. Nadie sabe cómo terminará el proceso que vive nuestro pueblo. La esperanza es la virtud necesaria cuando el horizonte que se dibuja es arduo. Nadie sabe qué duración tendrá lo que estamos viviendo. Algunos consideran que estamos en el epílogo, otros en el prólogo. Nos hace falta, sin embargo, espolear a las personas, curar las heridas que nos hayamos causado mutuamente, rehacer puentes y, sobre todo, administra­r racionalme­nte las emociones tóxicas que fluyen en el cuerpo social. En esta situación histórica que vivimos, tenemos que ser muy sensibles a las emociones que hierven en el cuerpo social y saber canalizarl­as de manera no destructiv­a. Eso nos exige a todos. A unos y a otros. A los de aquí y a los de allí.

Siempre, y todavía más en la situación actual, tenemos que cuidar del uso de la palabra, tenemos que ser capaces de evitar el lenguaje simplista y maniqueo, tenemos que vencer la tentación de sucumbir a la lógica de vencedores y derrotados y, sobre todo, respetarno­s mutuamente.

En el pensamient­o social cristiano, el diálogo ocupa un lugar central. Desde el magisterio de Pablo VI hasta el magisterio del papa Francisco, el diálogo es presentado como el instrument­o para llegar a acuerdos, para deshacer nudos y problemas de difícil naturaleza social y política. Con todo, el diálogo no es un ejercicio frívolo. Exige unas actitudes que no

En Catalunya siempre hemos defendido que hablando la gente se entiende. Es el legado que queremos dejar

siempre están presentes en nuestros entornos sociales, tampoco en las burbujas mediáticas. Hay que aprender a escuchar las razones del otro, a expresarse con claridad y humildad y practicar la mansedumbr­e que no se puede identifica­r con la pusilanimi­dad. La primera condición para el diálogo sincero es querer emprender el diálogo.

El respeto al marco jurídico que democrátic­amente

Hay que evitar el lenguaje simplista y maniqueo, vencer la tentación de sucumbir a la lógica de vencedores y vencidos

nos hemos dado tiene que ser el campo de juego del diálogo y de la deliberaci­ón política. Los seres humanos, precisamen­te porque somos seres dotados de palabra y de razón, tenemos la capacidad de comprender­nos mutuamente y de forjar soluciones, aunque sean provisiona­les, a nuestros problemas. Y también hay que asumir con realismo el marco en lo que se tiene que desarrolla­r.

Nos preocupa la confrontac­ión social y, también, las rasgaduras que esta pueda causar a nuestro pueblo. Más allá de la forma política final, que nadie puede predecir hoy por hoy, tenemos que rememorar aquellos valores que nos han hecho ser como somos y que han generado la riqueza económica, cultural, social y espiritual que nos ha caracteriz­ado. No podemos dilapidar la memoria, tampoco el bienestar que hemos alcanzado con tanto esfuerzo y abnegación.

La paz es un valor clave en el pensamient­o social de la Iglesia. Cuando se vive en paz, raramente se reconoce su valor, sólo cuando falta es muy valorada por sus ciudadanos. La paz es obra de la justicia, como dice Pablo VI, pero también está ligada a la reconcilia­ción y al perdón, como dice Juan Pablo II. Eso nos exige vencer todo tipo de resentimie­ntos e instar a nuestros dignos representa­ntes políticos a buscar el bien común. La paz no se impone con violencia, sino con un corazón que ama y busca el diálogo con el otro.

En definitiva, somos católicos y, por lo tanto, gente de esperanza y a pesar de las incertidum­bres y rasgaduras, tenemos presentes a los jóvenes y queremos contribuir a un futuro pacificado. Ahora es necesario que dejemos atrás episodios de violencia injustific­ada y entrar en el difícil arte de hablar. Porque en Catalunya siempre hemos defendido que hablando la gente se entiende. Es un legado que queremos dejar claro a los que vienen detrás de nosotros.

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JOAN LANUZA Los rituales. Hasta ahora las manifestac­iones en Catalunya han sido pacíficas; hay una conciencia profunda entre la población, pese a las divergenci­as, de que no se pueden dilapidar valores como la paz o el bienestar

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