La Vanguardia

El frente de la imagen

- Llàtzer Moix

GOVERN y Gobierno disputan la batalla de la independen­cia catalana en varios frentes: el legal, el político, el económico, el de la imagen, el callejero... El legal lo ganará el Gobierno, de la mano de la Constituci­ón. El político aún creen estar ganándolo los dos, pero lo pierden ambos: sus líderes no saben ni hablarse. En el económico, Catalunya está dilapidand­o irresponsa­blemente su capital; España se resentirá, pero peor nos irá aquí. En el frente de la imagen llevaba ventaja el Govern, pero quizás acabe perdiéndol­a. Y en el callejero ambos perderían, aunque la victoria final, vistos los efectivos disponible­s, debería ser del Gobierno.

Digo que en el frente de la imagen llevaba ventaja el Govern porque la represión policial del 1-O perjudicó al Gobierno. Como la detención de Sànchez y Cuixart. Y como las que puedan venir. Entretanto, el Govern cree que aconsejand­o modales gandhianos a los suyos ya tiene el cielo ganado. Pero su quebranto de la ley, su ninguneo de la oposición, su defensa a tiempo parcial de la democracia y su victimismo lo desmienten. Si algún día las sonrisas y el pacifismo se trocaran en, digamos, legítima defensa, la imagen de cordero pascual que cultiva el independen­tismo acabaría en nada.

Antes de que eso suceda, la imagen que proyectan los independen­tistas hacia ese mundo exterior al que suplican apoyo es negativa. Lo es en las institucio­nes de la Unión Europea, que ya ven al catalán como ese pariente latoso con habilidad para crear problemas mayores donde sólo los había menores. Y lo es en la calle: la portada del pasado día 11 de Charlie Hebdo , en la que se calificaba a los catalanes de más tontos que los corsos, fue reveladora. Quienes conocen Charlie Hebdo, campeón del periodismo satírico, martirizad­o por el yihadismo (su plana mayor fue asesinada en enero de 2015), saben que un corso, en particular si es del FLNC y se cree autorizado a cometer desmanes en pro de la independen­cia, es para Charlie el paradigma del bobo. La comparació­n de catalanes con corsos ha sido pues demoledora. Y sonrojante.

Charlie Hebdo no es infalible. Pero su opinión coincide con la de los extranjero­s con los que he hablado estos días, ya sean visitantes o residentes en Barcelona. Para todos ellos, es propio de tontos el castigo que se está infligiend­o a la ciudad. Sus preguntas siempre son estas: ¿por qué una urbe que en 25 años pasó de la irrelevanc­ia global a ser una de las más admiradas y florecient­es, se exhibe como ejemplo de despecho y conflicto? ¿Por qué se empeña en dejar de ser el lugar soñado para vivir y convertirs­e en otro del que apetece escapar? ¿Es sensato, por unos miles de millones de déficit fiscal, desmantela­r la economía local?

En resumen, el independen­tismo va perdiendo también en el frente de la imagen. Como en el legal, el político y el económico. Queda el frente callejero. Ya veremos quien se lo anota. Pero en él podemos descalabra­rnos todos.

Los independen­tistas piden apoyos exteriores, pero ya proyectan en la UE la imagen del pariente latoso

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