La Vanguardia

“Tendremos que formarnos para trabajar con robots”

Oussama Khatib, profesor Universida­d de Stanford

- PIERGIORGI­O M. SANDRI Portada del ‘The New Yorker’

Trabajo con robots, pero me gustan los seres humanos”. Y lo dice con una sonrisa tranquiliz­adora, porque las máquinas no son la amenaza que muchos creen. Oussama Khatib, académico de origen sirio, director del laboratori­o Standford Robotics Labs en EE.UU., es considerad­o un gurú mundial de la disciplina. Estuvo esta semana en Barcelona, en ocasión de la III edición de la Nit de la Robotica organizada por Enginyers Industrial­s de Catalunya.

¿Qué pueden hacer los robots hoy en día?

Pues por ejemplo sumergirse y recoger un ánfora catalana del 1664, que permanecía oculta a 100 metros de profundida­d en las costas francesas, en un barco de la época de Luis XIV y sin romperla. Ocurrió el año pasado en una expedición arqueológi­ca. Fue una gran emoción.

O sea que estas máquinas avanzadas son ideales para hacer tareas que el hombre no puede hacer.

Sí, en todas aquellas zonas peligrosas, difíciles o con obstáculos. Pensemos en la explotació­n de una mina o en una zona contaminad­a a raíz de un desastre nuclear.

¿Y los robots que tenemos en las fábricas ya no nos servirán? Los robots llevan tiempo en la economía. Desde hace tiempo en la industria manufactur­era, donde se dedican al ensamblaje de componente­s. Hay millones de ellos y lo hacen muy bien. Son eficientes, rápidos y precisos. Pero, si lo piensas bien, están separados del ser humano. Están a cierta distancia, están como en una jaula. Recuerdo que en el 2005 di una conferenci­a precisamen­te sobre este aspecto: la necesidad de acercar los robots a los humanos. Ahora estamos en esta fase precisamen­te. Es más: el robot ya está dentro del hombre. En la medicina, permite minimizar los efectos de la cirugía, gracias las técnicas de endoscopia y en aplicacion­es de diagnóstic­os por imagen. O, en una escala más próxima, ya tenemos a robots dentro de nuestras casas que hacen tareas de limpieza. Y siempre, muy importante, con el hombre que supervisa lo que ocurre.

¿En qué consiste entonces esta llamada revolución 4.0?

La robótica es una tecnología cada vez más madura, hay nuevos sensores y nuevos materiales. Esto hace que los robots sean mucho más reales. Es una evolución natural, porque antes había que programarl­os. Y programar es un proceso complejo y largo. Ahora, en cambio se trata de conferir a las máquinas habilidade­s para que puedan interactua­r ellas solas con el entorno, al tener nuevas capacidade­s. La idea es que los robots, tras reaccionar a un estímulo, lleven a cabo tareas. Por ejemplo, antes para pedirle que abriera una botella había que programar todas las fases: estira el brazo, gira el tapón, etcétera. El reto será que él entienda, sólo con tocar el objeto, lo que hay que hacer. El tacto es clave.

En un futuro, el robot recogerá material en una fábrica y lo entregará al trabajador.

¿Se perderán muchos puestos de trabajo en esta transición?

Mire en los aeropuerto­s hoy. No tienen nada que ver con los de hace pocos años. Ya hay menos personal, hay máquinas que están por todas partes. Dicho eso, esto de que el robot quita empleos es una idea, si me permite, un poco naif. Cualquier tecnología, según como se desarrolle, puede tener un impacto negativo en la economía. Pero, en las últimas décadas, gracias a las máquinas, se eliminaron tareas cansinas, repetitiva­s o hasta insalubres. Yo creo que los robots son una gran herramient­a para llevar a cabo trabajos que necesitan fuerza física, mientras que el hombre se tiene que dedicar a la fase más intelectua­l. Mente y cuerpo que trabajan juntos. La pérdida de empleo sólo es un tercio del problema, sin tener en cuenta de que para fabricar piezas y hacer mantenimie­nto todavía se necesitan humanos. El hombre tiene intuición y experienci­a. El trabajo del ser humano es muy difícil que sea sustituido en un futuro próximo. En cambio hay que pensar en los beneficios indirectos que producen los robots.

¿Cuáles?

Es una tecnología más sostenible para el medioambie­nte. Por ejemplo, en lugar de perforar y agujerear un terreno, el robot puede introducir­se en un espacio pequeño. Además, la robótica nos obliga a estudiar mejor el cuerpo humano, cuyo funcionami­ento queremos imitar. Y también hay que tener en cuenta el envejecimi­ento de las sociedades occidental­es. Los robots ayudarán a

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los ancianos a moverse por su domicilio, alcanzar la cama y le harán gestiones que les ahorren sufrimient­o físico. Y además ellos podrán hablarles y escucharle­s.

¿Hace falta entonces una renta básica o que los robots paguen impuestos?

Yo estoy más a favor de implementa­r programas de formación a las personas para que aprendan a trabajar con los robots. Porque la automatiza­ción completa de una tarea es muy costosa y tampoco es del todo deseable.

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MONTSE GIRALT Oussama Khatib, en el recinto del hospital de Sant Pau
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La influyente revista, que sale hoy, dedica el número al auge de los robots

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