El hijo maldito
Un libro de ensayos recoge los reparos del autor escocés hacia su popular serie detectivesca
Sir Arthur Conan Doyle llegó a sentir verdadera aversión por Sherlock Holmes, su personaje más aclamado, pues el éxito del detective eclipsaba otras obras del autor que él mismo consideraba de mejor calidad, tal como se explica en Doyle, mis libros, una recopilación de ensayos del escocés.
Sir Arthur Conan Doyle llegó a sentir desdén y hasta aversión por su Sherlock Holmes, a quien intentó matar varias veces y llegó a tirar por una catarata, para cabreo de sus lectores. Esta es una de las historias que se rescatan y desgranan en Doyle.
Mis libros (Páginas de Espuma), recopilación ordenada de ensayos del escritor escocés acerca de su obra, sus trucos de escritura y, por supuesto, su accidentada relación con el personaje que lo consagró.
Con textos hasta ahora inéditos en castellano, traducidos todos por Jon Bilbao, la colección de ensayos resulta especialmente esclarecedora respecto al concepto que Doyle tenía de los relatos y novelas sobre las investigaciones de Sherlock y su ayudante, el doctor Watson. “Sabía que había hecho cosas mejores en otros ámbitos literarios; en mi opinión, La compañía blanca, por ejemplo, era mejor que cien relatos de Holmes juntos”, escribió en 1900 después de haber empujado a su detective por una cascada en El problema final (1893) y antes de revivirlo en La casa deshabitada (1903). “Pero como las historias de Holmes eran tan populares –añadió–, yo era cada vez más conocido como el autor de Sherlock Holmes en vez de por La compañía blanca”, se lamentó. “Mi obra menor eclipsaba a la mayor”, concluyó.
Doyle decidió despeñar a su investigador en una de sus historias tras haber fracasado en sucesivas intentonas de asesinato por el mero procedimiento del silencio literario: primero al terminar los 12 relatos iniciales que publicó en The
Strand Magazine, luego tras entregar otros 12 a la misma revista y más tarde al llegar al número 36 y declararse “harto”. “Así que decidí matar a Holmes”, confirmaría después.
De la consiguiente sublevación de los lectores, que le escribieron por cientos para condenar su acción y exigirle marcha atrás, el escritor se quedó con la misiva de “una señora a la que no conocía, que empezada diciendo: es usted un animal”.
Cuando, posteriormente, Doyle forzó el retiro de Sherlock a una finca de South Downs donde se dedicaría a la apicultura, Doyle recibió numerosos ofrecimientos de ayuda y consejo en la producción de miel… dirigidos al detective. Pues no eran pocos los seguidores que creían en la existencia real de Holmes.
El también doctor Doyle empezó a cobrar éxito con el investigador cuando, después de dos novelas con él de protagonista, inició una serie de relatos más cortos aprovechando los ratos muertos que le dejaban los escasos pacientes de su consulta de oftalmólogo.
La limitada estima y temprano hastío que sintió hacia su creación más famosa –la cual le ocuparía al final 56 narraciones breves y cuatro novelas–, no le llevó a perder de vista lo mucho que le debía: “Nunca me he arrepentido, ya que esos librillos ligeros no me han impedido explorar en gran variedad de formas literarias”, apuntó. En suma: “Si Holmes no hubiera existido, yo no habría podido escribir más, aunque a lo mejor sí ha impedido un mayor reconocimiento de mis trabajos más serios”.
Doyle reveló unos cuantos secretos clave de su técnica: “En los relatos, siempre me ha parecido que, mientras seas capaz de producir el efecto dramático, la exactitud de los detalles importa poco”, señaló. Para hacer efectiva una trama de su detective, lo mejor era enmascarar la idea preconcebida para el desenlace “poniendo el énfasis en todo lo que pueda llevar a una explicación diferente”. Entonces, Holmes reconocía la falacia de las alternativas y “llegaba de manera dramática a la solución verdadera mediante una serie de pasos que podía justificar”.
Lo malo es que todo eso le parecía simple: “No quiero ser desagradecido con Holmes, al que considero un buen amigo. Si alguna vez me he cansado un poco de él se debe a que es un personaje sin matices”.