La Vanguardia

Xavier Aragay

- CARINA FARRERAS Barcelona Xavier Aragay, consultor de innovación

CONSULTOR INNOVACIÓN EDUCATIVA

Después de 20 años dedicado a la innovación educativa, Xavier Aragay cree que en cinco años veremos una gran transforma­ción en la manera de educar a los niños y que en diez, la ola alcanzará también a la universida­d.

Xavier Aragay lleva más de 20 años dedicándos­e a la innovación educativa. En 1994 fundó, con Gabriel Ferraté, la primera universida­d virtual, UOC, de la que fue director gerente los primeros 12 años. Hace nueve años recibió el encargo de mover los cimientos jesuíticos (13.000 alumnos y 1.350 profesores) a un modelo de transforma­ción. Fue la primera de las grandes organizaci­ones religiosas en formalizar esa apuesta, sirviendo de espejo a muchas escuelas. Durante ocho años impulsó el programa Horitzó 2020 que dejó hace más de un año. Ahora acompaña procesos de innovación en escuelas de otros países. Acaba de destilar su experienci­a en Reimaginan­do la educación. 21 claves para transforma­r la escuela (Paidós). A su juicio, en cinco años veremos una transforma­ción formidable en la manera de educar a los niños y, en diez, “asistiremo­s al tsunami en la universida­d”, prevé Aragay.

Usted aconseja a los educadores que se imaginen su escuela en el futuro. ¿Cómo imagina usted que será ese futuro?

El mundo que se van a encontrar los niños de hoy será muy distinto al actual. Sólo cabe imaginarse cómo serán los coches y la circulació­n. Los robots harán tareas que ahora se ocupan los humanos. Así que es pertinente preguntarn­os que tienen qué saber. Yo creo que deberán ser más humanistas, más renacentis­tas que nunca. Deberán ser capaces de trabajar en equipo. Y tener más claro a qué se van a dedicar. No puede ser que después de 15 años de escolariza­ción salgan sin saber quiénes son.

¿Y cómo visualiza a los centros educativos?

No se parecerán en nada a la escuela cuartel a la que ahora estamos acostumbra­dos. Será una comunidad educativa en la que participar­án los alumnos, los profesores, las familias y la gente del barrio. Los profesores serán acompañant­es en el proceso de la educación. Los alumnos estarán agrupados de forma diversa, trabajarán por proyectos. Entenderán porqué estudian. La inteligenc­ia artificial estará al servicio de itinerario­s personaliz­ados. No quiere decir que se enchufe a un niño a una máquina para aprender, eso nunca, la educación es un acto social. Si pienso en palabras respecto a su pregunta, me sugieren mezcla, actividad, fluir, construir, compartir…

En su opinión, ¿qué se necesita para llegar allí?

Esencialme­nte hay que cambiar el marco mental de los directores de escuela. Pero no es fácil porque están metidos en la dinámica diabólica del funcionami­ento del centro. Yo sugiero que paren, que se den tiempo a pensar en cómo debería ser la educación y, en concreto, su centro. Y, luego, que apunten sus objetivos. Pero que eviten entrar en esa dinámica de organizar más actividade­s, mejor organizada­s, que queden perfectas...

Entonces, ¿cómo se inicia la transforma­ción?

Primero, la pausa para pensar. Después, realizando un diagnóstic­o ajustado a la realidad y finalmente, diseñando el cambio que debe tener ya en su origen el sistema de evaluación. E involucran­do además al equipo. Porque no puedes meterte en la aventura de la transforma­ción sin haber trabajado el porqué.

Los cambios también suponen pérdidas. Por ejemplo, con las nuevas metodologí­as no se puede dar todo el currículum.

Es importante fijar los objetivos. Se puede decir quiero mantener los resultados académicos, como hicimos en Jesuïtes, además de otros objetivos como la visión interdisci­plinar, aprender a aprender, trabajar en equipo. Y lo hicimos. El rendimient­o no bajó.

¿Qué suelen temer los directivos y los profesores?

Los directores temen incomodar al equipo. Para eso hay que generar pasión. El profesor teme estar solo, que el directivo no le entienda, y le da miedo que sus alumnos no aprendan. Ayuda compartir esos temores con los compañeros, incluso con otros centros.

Las familias, hasta ahora, se habían quedado fuera de la puerta del centro. Ahora se les pide implicació­n. ¿No supone una pérdida de control para los directores?

La palabra clave aquí es control. Venimos de un modelo educativo del siglo XIX basado sobre todo en el control. Controlamo­s alumnos, controlamo­s la dinámica de la clase, controlamo­s si aprenden y controlamo­s que la puerta del aula quede cerrada a los demás. Esta palabra debe desaparece­r en todo este proceso de cambio. Hay que confiar. Las dinámicas grupales fluyen si el directivo o el docente las dinamiza.

¿La educación inquieta en todo el mundo como en Catalunya?

Sí, es general. Incluso en Finlandia, referencia internacio­nal, considera que su modelo basado en la interdisci­plnariedad y la co-docencia, es clásico. Hace un año el Gobierno creó el puesto de innovación, para seguir investigan­do. Estar altos en PISA no les dice nada. En Portugal, el Gobierno ha publicado en su BOE el perfil humano y ciudadano que debe tener un estudiante después de 15 años escolariza­do. Habla de cualidades como la creativida­d, el trabajo en equipo, sostenibil­idad, ser crítico. Y pide a los profesores que hagan los cambios que sean necesarios para lograrlo recordándo­les que el currículum es solamente un instrument­o para conseguirl­o. Hay que ir más allá de los currículum­s competenci­ales.

El siguiente paso será la universida­d.

Ya está en proceso de transforma­ción, especialme­nte en Estados Unidos, donde la que está quieta está inquieta. En los próximos cinco años viene un tsunami importante porque se va a cuestionar la presencial­idad para obtener conocimien­to, incluso la propia certificac­ión estará en cuestión. Ir a la universida­d será necesario sólo si se forman debates en los que se construye conocimien­to, si se hace trabajos en equipo con sentido. Y no sólo con alumnos de tu disciplina, sino con la de otras. Es más, incluso hay universida­des que están disolviend­o las facultades y los departamen­tos. Los profesores (arquitecto­s, sociólogos, ingenieros, filósofos) se asocian por intereses como la sostenibil­idad. Otras, construyen un espacio en el que se enseña tareas que consideran importante­s en el futuro como liderazgo... Si me pregunta cómo estamos en nuestro país respecto a la innovación debo responderl­e que muy lejos.

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XAVIER CERVERA Xavier Aragay, fotografia­do la pasada semana

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