La Vanguardia

Un silencio “alto y claro”

- Beatriz Navarro

Silencio en Europa. Los gobiernos europeos han respondido este fin de semana con un significat­ivo mutismo a la activación del artículo 155 de la Constituci­ón en Catalunya, un paso sin precedente­s dentro de este “asunto interno” español de alcance europeo.

La Comisión Europea tampoco prevé incorporar hoy ningún elemento nuevo a su posición institucio­nal cuando hoy la prensa le pregunte al respecto. Cabe esperar que sus portavoces recuerden que es “una cuestión interna”, que desean soluciones “conformes con el orden constituci­onal español”, que pidan quizás diálogo y que recuerden, a lo sumo, la importanci­a de la estabilida­d de España. Las crisis no gustan en Europa y esta parece estar aún lejos de su final. El tema no desaparece de las portadas. El malestar puede aumentar. Pero es difícil –o ilusorio– pensar que una institució­n europea vaya a ir más lejos ante el hecho de que un país de la UE aplique su Constituci­ón.

La Comisión Europea tampoco ha intervenid­o en otras crisis políticas de los estados miembros. Por ejemplo, cuando se temió por la ruptura de Bélgica y, en plena tormenta financiera, el país pasó 541 días sin gobierno por la incapacida­d de flamencos y valones para acordar una nueva gran reforma del Estado federal; en este caso, pudo más la presión de los mercados (y el agotamient­o de los negociador­es) que la opinión de Bruselas. O cuando el Reino Unido ha suspendido la autonomía de Irlanda del Norte (en este caso, a la prensa nacional no se le ha ocurrido preguntar a la Comisión Europea si tenía algo que decir). Ni cuando esta primavera el Gobierno holandés asumió las competenci­as de Curaçao para convocar elecciones anticipada­s en este territorio autónomo situado en el Caribe.

¿El 155? “La Unión Europea habló alto y claro en Oviedo” el pasado viernes, afirman fuentes comunitari­as, cuando los presidente­s de las principale­s institucio­nes comunitari­as recibieron en su nombre el Premio Princesa de Asturias de la Concordia. Sus discursos no pasaron por alto el contexto actual, más bien al contrario. En presencia de los Reyes de España y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, todos tocaron de una forma u otra los puntos de dolor de la crisis política, los fracasos acumulados: la defensa del Estado de derecho y el orden constituci­onal, la imperiosa necesidad (y ausencia) de diálogo, el reprobable uso de la violencia en los conflictos políticos, la diseminaci­ón de informacio­nes falsas para favorecer los propios intereses...

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, comenzó su intervenci­ón llamando a la concordia y recordando cómo Europa ha dejado atrás las armas para solucionar sus conflictos sobre “la fuerza del derecho”. También dejó caer la alegría que le produjo ver tantas banderas de España en las calles en este viaje su segundo viaje a Oviedo. Lo ha dicho antes con claridad: a Juncker no le gustaría que Catalunya se independiz­ara. Too big to fail, como se dice de los bancos llamados sistémicos: demasiado grande para dejarla caer, porque otras fichas irían detrás.

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, lanzó un rotundo alegato a favor de la verdad en tiempos de mentiras y manipulaci­ones (fake news, como se las llama ahora) y defendió que el Estado de derecho “es lo que nos construye, lo que nos permite convivir juntos”. El ex primer ministro polaco explicó cómo en su juventud sufrió la represión por participar en el movimiento Solidarida­d, una evocación indirecta de la violencia aplicada en Catalunya, que en su día criticó, para reprimir el 1-O. Los detalles que dio explican porqué cuando pidió al president Carles Puigdemont que no declarara la independen­cia dijo que hablaba como alguien que sabía “lo que se siente al ser golpeado por la porra de un policía”.

Aquellos años aprendió, dijo, “que la violencia no resuelve nada, que el diálogo es siempre mejor que el conflicto, que la ley debe ser respetada por todos los actores de la vida pública y que la armonía es mejor que el caos”.

Más directo, el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, declaró que “la UE no tiene una policía para ejecutar las decisiones judiciales” porque cuando se dicta una sentencia “se aplica y punto”. “A nadie se le ocurre en la UE saltarse las normas aprobadas entre todos”. Mientras el derecho no se cambie, su respeto “no es una opción, es una obligación”. Doce horas después, el consejo de ministros aprobaba la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón en Catalunya. El a menudo criticado silencio europeo es, en todo caso, un silencio muy elocuente.

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STEPHANIE LECOCQ / EFE Mariano Rajoy en la entrada a la cumbre de la UE la pasada semana
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