La Vanguardia

Banderas de nuestros padres

Madrid se desentendi­ó durante semanas de la tensión territoria­l pero desde el 1-O ha abanderado sus balcones

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Borja Cobeaga y Diego San José, creadores de

Vaya semanita, programa de ETB cuyo humor salvó a la sociedad vasca de la psicosis en los años de la “socializac­ión del conflicto” (como ETA llamó a los asesinatos de cargos públicos) y el plan Ibarretxe que respondió al giro nacional del gobierno Aznar, acaban de estrenar en Netflix Fe de etarras, una amarga comedia sobre un comando terrorista que en 2010 vive enclaustra­do en un piso franco preparando un imposible golpe, en las semanas del mundial de fútbol que llevaría a la selección española a la leyenda.

Para Martín (Javier Cámara), un nacionalis­ta vasco de La Rioja que recita impagables mitos sobre un vasquismo preternatu­ral, será un trago mimetizars­e con el entorno urbano cuando las alegrías del balompié lo convierten en un sembrado de banderas españolas. Hoy hemos aprendido que un mundial y una secesión son los vectores hábiles de las telas coloridas. Y el desasosieg­o temeroso de Martín ante el furor rojigualdo es el sentimient­o del madrileño digital.

El Madrid del siglo XXI ha sido poco banderista, e incluso se ha resistido a la asfixiante propaganda patriota del oficialism­o mediático con un desdén de heroica civilidad. Ni siquiera cuando el Parlament se declaró en rebeldía rompió la ciudad su disciplina­da alergia a lo identitari­o. Pero cuando las cosas pasaron de castaño oscuro, el uno de octubre, volvieron las banderas.

Hasta hace solo unas semanas, los únicos pendones que vindicaban una identidad en Madrid –al margen de los que adornan los edificios oficiales y el spinnaker que domina la plaza de Colón– eran las del arco iris. Esta villa es desde hace más de una década una de las capitales mundiales del movimiento por la libertad sexual, una ciudad cuya vocación gay friendly desbordó, años ha, las fechas del Orgullo Gay –que hoy son las genuinas fiestas patronales madrileñas– y se ha proyectado a toda Europa. En sus barrios –no solo Chueca– es visible todo el año la misma enseña posibilist­a que domina el distrito de Cortes de San Francisco, oficioso kilómetro cero mundial de la lucha del colectivo homosexual.

Una apresurada geografía madrileña de la florescenc­ia de banderas es también un retrato elocuente del modo en que el plano urbano de la ciudad se ha articula como fresco de un país cuya línea de corte política, antes que sobre las identidade­s territoria­les o de clase, se posa de forma patente sobre la brecha generaTrib­unal cional. Al margen de algunas áreas ideologiza­das, como el caso del barrio de Salamanca, cuyos colegios electorale­s rara vez recogen menos de un 70% de votos para el PP, el reparto de lábaros tiene que ver con la edad media, en el caso de los nativos españoles, y con la procedenci­a. Una ironía, que en el fondo no lo es tanto, es el vigor con que han prendido las banderas en áreas como Carabanche­l o Vallecas, con gran presencia de inmigrante­s. La disciplina de quien se siente obligado a la integració­n no es una exclusiva madrileña, y el propio soberanism­o catalán ha sabido trabajar sobre ella.

En barrios mestizos, como el caso de Lavapiés, donde convive una población joven española con algunos veteranos de renta antigua y una gran implantaci­ón magrebí y asiática, se da la paradoja de que estos últimos cuelgan banderas españolas –siempre constituci­onales, solo en las manifestac­iones y de forma esporádica se han visto enseñas con escudo fascista– mientras los oriundos cuelgan la tricolor republican­a. Sobre todo, desde la intervenci­ón de Felipe VI en la crisis.

El caso de los asiáticos concentra todas las paradojas del tapiz de lo contemporá­neo pues son, de forma simultánea, orgullosos defensores de la identidad española desde sus ventanas y tendales, y también proveedore­s principale­s de pendones rojigualdo­s a precios populares para el resto de la población, merced a sus bazares de miscelánea­s.

No ha pasado desapercib­ido para nadie en la villa que las dos banderas más grandes de la ciudad luzcan sobre la fachada de la sede del PP, en Génova, y en un edificio en construcci­ón en la periferia, por voluntad de un promotor patriota al que los inspectore­s de Hacienda atribuyen la distracció­n de más de cien millones de euros en impuestos.

En la zona centro, donde la población es más joven, son más raras las banderas. La Latina, Malasaña o lucen pocas, en cambio en barrios populares donde conviven distintas generacion­es –Chamberí, Arganzuela, Tetuán...– son muchedumbr­e, al tiempo que a los bares han vuelto clichés caducos sobre la catalanida­d. Se oyen tópicos carpetovet­ónicos sobre la falta de gónadas revolucion­arias, el egoísmo fiscal y la españolida­d innegociab­le de lo catalán. No parece haber mucho converso, no se ha ampliado la nómina del nacionalis­mo español, más bien ocurre que los prejuicios que algunos se guardaban, consciente­s de su incorrecci­ón y anacronism­o, han hallado en la rebelión de la Generalita­t excusa para volver a pasearse ufanos entre vinos baratos, pinchos de tortilla.

Hay una evidente degradació­n de la discusión social, que vuelve a oler a lejía barata y caldo de pollo, en la que los moderados, los pingüinos que tomaron Cibeles de blanco reclamando política, prefieren callar ante el envalenton­ado nacionalis­mo irritado –y ante una extrema derecha revanchist­a que ha perdido la vergüenza de su oprobio filonazi– y silencian los enardecido­s grupos familiares de WhatsApp. Para tener la fiesta en paz, se baja la voz y la cabeza a la espera de que vuelvan a coger polvo en un trastero olvidado, entre inútiles robots de cocina y voluntario­sos ingenios de gimnasia, las banderas de nuestros padres.

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DANI DUCH Un tendedero del barrio de Carabanche­l, en el domicilio de una familia asiática
 ?? DANI DUCH ?? Estatua ecuestre de Felipe III, en la plaza Mayor, con la bandera republican­a al fondo
DANI DUCH Estatua ecuestre de Felipe III, en la plaza Mayor, con la bandera republican­a al fondo
 ?? DANI DUCH ?? La sede del PP luce desde el 12 de octubre una bandera gigante
DANI DUCH La sede del PP luce desde el 12 de octubre una bandera gigante
 ?? DANI DUCH ?? Una senyera con crespón negro, réquiem autonomist­a, en la plaza Mayor de Madrid
DANI DUCH Una senyera con crespón negro, réquiem autonomist­a, en la plaza Mayor de Madrid

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