La Vanguardia

¿Está Putin perdiendo garra?

-

En 1984, justo antes del ascenso al poder de Mijaíl Gorbachov, había un sentimient­o en Moscú de que la URSS estaba petrificad­a y nada podía cambiar. Entonces todo cambió, exponiendo el alcance de la transforma­ción que se había producido bajo de la superficie. Hoy, un humor similar impregna Moscú, con el régimen del presidente Vladímir Putin apareciend­o estable, incluso inalcanzab­le. Pero, como sucedió en ese momento, una mirada más cercana revela una serie de resquicios en la armadura.

En muchos sentidos, Rusia ha retrocedid­o en las últimas décadas. En la década de 1990, era un lugar libre donde prácticame­nte todo estaba permitido. Moscú tenía 20 periódicos diarios, con opiniones que iban desde liberales hasta estalinist­as. Hoy, la sociedad civil rusa está severament­e sofocada y mirar televisión en Moscú es encontrar 20 canales controlado­s por el Kremlin.

En 1991, Boris Yeltsin, en sus primeras acciones como presidente, rompió el antiguo KGB en varias agencias, recortó su plantilla a la mitad y rebajó su presupuest­o. Hoy, el sucesor del KGB, el Servicio Federal de Seguridad (FSB), ha tomado el control total sobre el aparato de seguridad de Rusia, incluso arrestando a generales de alto nivel en otras agencias. El resultado es un único servicio de seguridad que es más poderoso que en cualquier momento desde Stalin, y que se considera independie­nte del Kremlin.

También en el frente económico, Rusia ha dado marcha atrás. En 2003, el sector privado produjo el 70% del PIB del país. Hoy en día, el sector estatal genera la mayor parte de la producción, exprimiend­o las pequeñas y medianas empresas, y cinco grandes bancos dominan el mercado financiero.

Además, la política de deslocaliz­ación de Putin ha impuesto controles tan engorrosos a los líderes empresaria­les de la década de 1990 que han tomado sus activos en Rusia y se los han llevado a Londres o Mónaco. Esta tendencia se vio acelerada por la falta de derechos de propiedad real de Rusia, lo que ha permitido al Kremlin reducir el tamaño de los ricos de Rusia. No extraña que las previsione­s para el crecimient­o del PIB se atasquen en 1,5-2%.

El régimen quiere cambiar este patrón. En mayo del 2016, Putin pidió a tres experel tos que recomendar­an programas de reforma económica: un grupo liberal dirigido por el ministro de Finanzas, Alexéi Kudrin; un grupo tecnocráti­co liderado por el ministro de Economía, Maxim Oreshkin; y el más estatista Club Stolypin, liderado por el defensor del pueblo de Putin, Borís Titov. Cada grupo ha proporcion­ado miles de páginas de informes de expertos.

Pero cualquier cambio hacia el respeto del imperio de la ley sería incompatib­le con el carácter cleptocrát­ico del régimen de Putin, lo que implica que una verdadera reforma está fuera de cuestión. El mandato otorgado a los tres grupos parece así poco más que terapia para científico­s sociales, una forma de mantenerlo­s ocupados y fuera de la oposición.

Lejos de abrazar el cambio, Putin buscará un cuarto mandato en las presidenci­ales del próximo año, que segurament­e ganará dado el control del Kremlin sobre los medios y los tribunales. Pero, para hacer que su victoria sea creíble, necesita que la desanimada población rusa vaya a votar. Se rumorea que Serguéi Kiriyenko, el primer subjefe de personal del Kremlin, ha puesto como objetivo el 70% de participac­ión, con el 70% de esos votos para Putin.

Eso no será fácil de lograr. En la Duma estatal en septiembre del 2016 sólo el 47,8% de los censados votaron. En las elecciones locales del mes pasado, incluso menos se molestaron en participar, con Vladivosto­k con sólo un 13% de participac­ión.

Si los votantes han de acudir a las presidenci­ales, deberán creer que es posible un cambio real. Putin necesita un rival creíble. La socialista Ksenia Sobchak, que anunció su candidatur­a tras reunirse con Putin, puede parecer capaz de inyectar algo de vida a la campaña. Pero sólo hay una opción de asegurar una alta participac­ión: activista anticorrup­ción y crítico del Kremlin Alexéi Navalni.

En septiembre del 2013, cuando Navalni se postuló para alcalde de Moscú, recibió el 27% de los votos. Pero el encuestado­r independie­nte Levada Center reconoce que, a pesar del fuerte apoyo a Navalni en Moscú, no obtendría más votos hoy. Dado esto, algunos asesores del Kremlin quieren que Navalni concurra, mientras lo mantienen alejado de la televisión nacional. Y parece que el Kremlin puede estar consideran­do eso, ya que ha permitido a Navalni celebrar grandes reuniones con hasta 10.000 personas en 100 ciudades.

Pero otros en el círculo íntimo de Putin preferiría­n encerrar a Navalni por cuarta vez este año, dada su capacidad para alterar la autoridad del Kremlin. El pasado marzo, Navalni produjo un documental de 50 minutos sobre corrupción, que reveló que el primer ministro Dimitri Medvédev había gastado 1.300 millones de dólares en seis palacios y dos viñedos. La película, vista en YouTube por unos 25 millones de personas, mató de manera efectiva la carrera política de Medvédev.

Ahora, Putin tendrá que considerar quién sucede a Medvédev. En el pasado, normalment­e ha colocado a un hombre leal y tiene varios candidatos, como el inoperante presidente de Gazprom, Alexéi Miller. La pregunta es si el próximo primer ministro estará más estrechame­nte aliado con Putin o el FSB. Muchos ricos de Rusia ya han huido del país por miedo al FSB. Ahora, Rusia puede ver otra oleada de salidas, con quienes están cerca del Kremlin temiendo que Putin ya no pueda protegerlo­s. A Putin se le puede garantizar otro mandato presidenci­al, pero un régimen que no puede satisfacer incluso a sus gobernante­s es difícilmen­te sostenible.

El activista anticorrup­ción Alexéi Navalni es el único rival de Putin que puede movilizar a la ciudadanía

Para volver a ganar las presidenci­ales, el líder ruso necesita que la desanimada población acuda a votar

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain