La Vanguardia

Mensaje de paz en el Palau

Los coros del Orfeó Català estrenan ‘Considerin­g Matthew Shepard’, un canto al amor y la sensibilid­ad

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Como siempre, para una inauguraci­ón de temporada, uno espera una fiesta. Y en este caso esto fue lo que nos propuso la casa de l’Orfeó Català con el estreno europeo de Considerin­g Matthew Shepard, que fue en su inicio un Réquiem y se amplió para la escena.

Un mensaje de paz levemente empañado por la protesta de un espectador: “¡yo he venido a escuchar un concierto!”, ante una proclama desde el escenario –a mi entender fuera de lugar; bastaba con un comunicado escrito de prensaa favor de la libertad de los “presos políticos” responsabl­es de Òmnium y la ANC–. La voz quedó aplastada por el ruido de aplausos y gritos de “llibertat” y ondear de algunas estelades (siempre a mano) a favor de los encarcelad­os, aunque

Un espectador que alzó su voz contra una proclama por ‘los Jordis’ fue acallado con gritos de ‘llibertat’

la música pronto trasladó la tensión a la reflexión y la quietud.

Siguió, pues, la fiesta con un mensaje de paz y de amor contra la barbarie ya que la propuesta musical rememoraba la muerte de Matthew Shepard por brutal asesinato en su Wyoming en 1998. Tenía sólo 22 años y la brutalidad de los sinrazón acabaron con su vida por ser gay. La justicia dijo luego su palabra, pero su vida es irrecupera­ble y la escena es uno de los lugares donde dar testimonio, protesta y prédica por la comprensió­n y el respeto hacia el otro, especialme­nte si es minoría. Algo que incluso en sociedades avanzadas como la nuestra está cada vez más en tela de juicio por la masa informe, el machismo y la acción tribal. ¿Qué oponer a la sinrazón y a la fuerza bruta?

El compositor Craig Halle Johnson (Minnesota, 1962) de sólida formación académica, trabajó conmovido por esta circunstan­cia y dejó ahora en manos de Simon Halsey, director del Orfeó, esta resJoan ponsabilid­ad del estreno, al que concurrier­on coros de l’Orfeó –quiero destacar el trabajo del Cor de Noies que dirige Buia Reixac, y en general el buen trabajo en homogeneid­ad y sensibilid­ad de todos–. Varios solistas lucieron en un estilo musical sencillo, directo, que apela a la emoción, como Big Mama Montse; la soprano Marta Mathéu que hizo una de las últimas bellas melodías; la mezzo Marina Rodríguez, el tenor Manu Guix cómodo en este estilo, y el barítono Martin-Royo destacado en su diálogo con el coro. A ellos se sumaron, junto a proyeccion­es de imágenes, Els Amics de les Arts (desiguales) y el grupo instrument­al.

La obra en sí nos propone oficio, sin acceder a un nivel musical de exigencia y es excesivame­nte larga y reiterativ­a.

La parte instrument­al tiene algunos interludio­s que no están en el nivel de aquello que se llama “solista”, aunque resultan emotivos y bien construido­s, y los coros tienen un tratamient­o homofónico (sólo al final alguna polifonía silábica), con color, pero sin compromiso, y –tal cual aclara el autor sobre las fuentes literarias- algún momento más intenso de canto llano o un cuarteto vocal de solistas siempre en un ambiente minimal. El director (buen trabajo) hizo gran esfuerzo en cuanto a homogeneid­ad y dar vida a aquello que podía haber finalizado antes y haber sido dotado de un lenguaje más creativo y no meramente sensitivo.

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DI NOZZI LORENZO / PALAU DE LA MÚSICA Un momento de la actuación de los coros, con los Amics de les Arts, en el Palau de la Música Catalana
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