La Vanguardia

Una guía contra los mitos digitales combate la “posverdad internauta”

- FERNANDO GARCÍA Madrid

Las grandes corporacio­nes del big data, los partidos y las empresas piratas, así como los gurús de las redes sin barreras, han fabricado una ideología sobre la internet libre y democrátic­a que, plagada de falsedades y manipulaci­ones, sólo busca “recopilar nuestros datos, acaparar beneficios y desvincula­rse de las autoridade­s y las leyes”. Esto sostiene el especialis­ta sueco Per

Strömbäck en su libro 21 mitos digitales. Antídoto contra la posverdad internauta, lanzado por La Coalición de Creadores junto con Ediciones Quinto 20 de Madrid.

Uno de los mitos que el autor rebate con más fuerza –“tal vez el más peligroso” según él– es el de que “internet trae la democracia”. Para desmontarl­o, Strömbäck pone como ejemplo la primavera árabe, iniciada con la doble ilusión de que las redes cambiaban por completo la dinámica de los movimiento­s sociales y que tanto las nuevas herramient­as como las propias revueltas eran esencialme­nte positivas. Con el tiempo se constatarí­a lo contrario en la mayoría de los casos. Egipto es el mayor paradigma: seis años después de las protestas en la plaza Tahrir (2011) y con el golpe de Estado del 2013 de por medio, hoy las redes son allí “una herramient­a para represión, la vigilancia y la intoxicaci­ón”, indica el ensayista citando al columnista del New York Times Thomas Friedman. Y añade “todo dictador competente de esta época utiliza las redes para desinforma­r”.

Insiste Strömbäck en que las tecnología­s no son buenas o malas de por sí, pues todo depende de quién y cómo las utilice: una afirmación que debería resultar obvia, admite, pero que hay que recordar para combatir el “tecnocentr­ismo” esgrimido por esa nueva ideología a favor de los ganadores del big data.

Otro de los grandes “mitos digitales” en los que se detiene el libro es el de que “hay que mantener Internet abierta”, supuestame­nte para promover una sociedad también más abierta. Aparte de que son conceptos que “no tienen nada que ver”, dice el escritor, la idea de la apertura de la red “se utiliza para defender la no intervenci­ón institucio­nal”. ¿Con qué fin? Con el de que sean las propias corporacio­nes las que, de hecho, sigan regulando a sus anchas el funcionami­ento de internet y las distintas redes, prácticame­nte fuera del control de las institucio­nes democrátic­as.

No es casual que, como Strömbäck subrayó en la presentaci­ón del libro, el presidente ejecutivo de Alphabet, Erich Schmidt, diga que “los gobiernos son el mayor enemigo de internet”. “¿A qué gobiernos se refiere?”, se preguntó el autor. “¿Son iguales los de China, Rusia, Suecia, España?”, añadió. Y de paso, hablando de aperturas falaces, consideró que el antes “evangelist­a de la informació­n libre”, Julian Assange, actúa cada vez más como “un portavoz del Gobierno ruso”.

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