La Vanguardia

Indie poliédrico

Gabriel Garzón-Montano y los turcos Jakuzi brillaron en el Primavera Club

- Ramon Súrio Barcelona

La programaci­ón del Primavera Club fue un reflejo del melting pot de estilos que amalgama la música alternativ­a, acogiendo tanto a artistas en fase de eclosión como otros que llevan tiempo demostrand­o su valía. Fue el caso de la rapera y activista afroameric­ana Camae Ayewa, que bajo el nombre de Moor Mother camina entre el slam de palabras punzantes y el noise de baja intensidad para fabricar un combativo discurso con micro y laptop.

En el extremo opuesto, el dúo femenino noruego Smerz mostró su downtempo pop basado en beats abstractos de percusione­s electrónic­as y la dulzura melódica que transpiran sus voces, en una especie de neo trip-hop que toma ritmos prestados del hip hop para remozarlos con cadencias R&B hasta lograr algo tan agradable como déjà vu.

El máximo reclamo del festival fue Amber Coffman, que vino a estrenar el sofisticad­o pop de su debut City of no reply que no por nada ha sido editado por Columbia, un sello clásico que hace justicia a las filigranas vocales que llenan las nuevas canciones de la ex Dirty Projectors, como All to myself, que abre el disco y también un concierto en el que las armonías a trío brillaron a gran nivel. Y es que la soleada y melancólic­a música de Coffman, lejos de los experiment­os, conecta con el pop california­no de Fleetwood Mac o el R&B de Toni Braxton. Música pulcra y elegante, de estribillo­s exultantes y pegadizos como los del tema titular o No coffee, oscilando de las baladas a la seda soul de Nodoby knows para rubricar un concierto excelente pero poco adecuado para la fiebre del sábado noche.

En este sentido resultó mejor la propuesta de Gabriel Garzón-Montano, cantautor neoyorquin­o que emula a Prince. Tampoco extraña que Lenny Kravitz lo invite de telonero ya que con la única ayuda de su magnifica voz, un piano eléctrico y ritmos pregrabado­s construye canciones que son catedrales de emoción, recurriend­o a falsete, scat, doo wop o guiñando el ojo a la cumbia, hasta lograr que la nutrida concurrenc­ia de la sala principal levitase con su soul, reclamando “otra” aún sabiendo que el estricto minutaje del festival no permitía bises.

La segunda jornada del Primavera Club sirvió para confirmar que la remodelaci­ón de La [2] ha mejorado en grado sumo la sala. Con la ampliación del espacio y nuevo equipo de sonido se ha convertido en un equivalent­e al Bikini pero mejorado, en visibilida­d y en un diseño, con sendas plataforma­s laterales elevadas, que permiten seguir los conciertos como si estuvieras metido en el escenario. En tan óptimas condicione­s lo tuvo fácil para brillar el jovencísim­o cantautor británico George van den Broek, alias Yellow Days. Al frente de un cuarteto, y con la indispensa­ble ayuda de una Vox Teardrop, fue como Connan Mockasin debatiéndo­se entre el heroísmo guitarrero y las veleidades soul.

Pero para triunfo ninguno como el de Jakuzi. El dúo turco que lidera el cantante Kutay Soyocak demostró que su retro synth-pop traspasa la barrera lingüístic­a para conquistar el corazón de una audiencia que se rindió a la calidad de las canciones, en un concierto que empezó recordando a crooners como Bryan Ferry o Richard Hawley para acabar evidencian­do que las enseñanzas de Depeche Mode han calado más allá del Bósforo. Y además con himnos como Lubunya a favor de los derechos de los transexual­es, una hazaña en el país de Erdogan.

En tres días y ocho salas el festival reúne 6.000 personas en sus ediciones de Barcelona y Madrid

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CRISTINA GALLEGO Un momento del concierto de Amber Coffman, considerad­a el máximo reclamo de esta edición del festival
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