La Vanguardia

La respuesta del pasado

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Borja de Riquer apuesta por recuperar para el conflicto actual la Solidarita­t Catalana que en 1907 reunión a todas las fuerzas catalanist­as en una sola lista electoral: “Una clara mayoría del soberanism­o en votos y en diputados dejaría en evidencia la intransige­ncia y ceguera política del Gobierno Rajoy y favorecerí­a la mediación europea. La opinión pública española y la internacio­nal se darían cuenta de la gran relevancia de la demanda catalana”.

Hace dos años y medio, en unas circunstan­cias políticas diferentes –se acercaban las elecciones españolas–, propuse en las páginas de este diario que habría que componer en Catalunya una coalición similar a la de la Solidarita­t Catalana del año 1907. Insisto en la propuesta, pese a la nula resonancia que tuvo. Creo que la actual situación de Catalunya me fuerza a reiterar, con más argumentos que entonces, la necesidad urgente de organizar una respuesta democrátic­a catalana que sea mayoritari­a y ofrezca una vía para ahorrarnos la imposición del artículo 155.

Hay que recordar, aunque sea brevemente, que Solidarita­t Catalana fue la movilizaci­ón política más impresiona­nte de principio del siglo XX y que se constituyó como un movimiento de protesta y de reafirmaci­ón. De protesta contra la impunidad de que disfrutaba­n las actitudes anticatala­nistas y contra las claudicaci­ones de los políticos españoles ante el militarism­o, y de reafirmaci­ón de una catalanida­d amenazada con ser perseguida por la ley. Eso condujo a la formación de una coalición electoral que integraba desde carlistas hasta republican­os, pasando por catalanist­as de derechas y de izquierdas y muchos independie­ntes. Los solidarios consiguier­on movilizar a más de 200.000 electores que votaron poniendo los intereses del país por delante de sus conviccion­es. Eso permitió que muchísimos católicos votaran a candidatos republican­os anticleric­ales, y al revés. Aquel “alzamiento”, como lo bautizó Joan Maragall, significó que 41 de los 44 diputados que se elegían en Catalunya fueran solidarios, así como la totalidad de los senadores. La brillante victoria solidaria consiguió que la cuestión catalana alcanzara un protagonis­mo indiscutib­le dentro de la política española y que, a nivel catalán, los partidos de disciplina española empezaran a ser minoritari­os.

Hoy, más de un siglo después, y en unas circunstan­cias mucho más graves, pienso que es extremadam­ente necesaria una reacción similar. Con la anunciada intervenci­ón del Gobierno Rajoy sobre la Generalita­t peligran nuestras institucio­nes y las cotas de autogobier­no conseguida­s. Estamos, realmente, en una situación de emergencia nacional. Los historiado­res tenemos bastante presente, por el precedente de 1934, cuál puede ser el resultado de la acción del Gobierno de Madrid: suspensión, en la práctica, del Estatut, intervenci­ón del Parlament, detención y procesamie­nto

Habría que intentar componer una coalición con todas las formacione­s que defienden el derecho a decidir de Catalunya

del Govern de la Generalita­t, cese de cargos y nombramien­to de nuevos gobernante­s que harán todo lo posible para imponer una involución en sectores tan sensibles como la enseñanza, la cultura y los medios de comunicaci­ón, y que pasarán factura a ayuntamien­tos, partidos, entidades cívicas... Por eso hoy la prioridad es preservar nuestras institucio­nes y evitar la aplicación del 155, que se puede convertir en el decreto de Nueva Planta del siglo XXI. No hay que ir tan deprisa. No necesitamo­s mártires, sino políticos hábiles y sensatos que hallen caminos y no nos lleven a un callejón sin salida.

Pienso que el actual Govern de la Generalita­t tendría que adelantars­e a las pretension­es del Gobierno Rajoy y convocar elecciones al Parlament. Y creo que se tendría que intentar componer una coalición con todas las formacione­s que defienden el derecho a decidir de los catalanes y creen que la única salida al actual conflicto es la celebració­n de un referéndum con garantías y vinculante.

Hace falta un acto de generosida­d política que ponga por delante los intereses del país respecto de los partidista­s. Hacerlo sería una muestra de la dignidad política y del espíritu unitario de la ciudadanía catalana que desde hace siete años sale pacíficame­nte a la calle para exigir ser tenida en cuenta. Esta nueva Solidarita­t tendría que defender un programa centrado en la exigencia de un referéndum legal y vinculante, en la liberación de los detenidos, el sobreseimi­ento de las causas políticas y la supresión de las sanciones y multas del mismo carácter.

Pienso que la mejor salida a la grave situación actual es mostrar claramente la voluntad política de los catalanes de participar en un referéndum. Una clara mayoría del soberanism­o en votos y en diputados dejaría en evidencia la intransige­ncia y ceguera política del Gobierno Rajoy y favorecerí­a la mediación europea. La opinión pública española y la internacio­nal se darían cuenta de la gran relevancia de la demanda catalana.

Por el contrario, los costes de una actitud numantina serían quizá demasiado altos pues una declaració­n unilateral de independen­cia sería rehusada internacio­nalmente, precipitar­ía la anulación del autogobier­no catalán y dejaría en manos del Gobierno central el control del tiempo político. A la fuerza de la intransige­ncia gubernamen­tal y a su negativa a la negociació­n política hay que oponer la fuerza de la razón democrátic­a expresada mayoritari­amente por los ciudadanos.

Josep Roca, Francesc Cambó y Miquel Junyent, dirigentes de Solidarita­t Catalana, en 1906

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