Embarcarse para votar
Era el 5 de marzo de 1933. Se intuía, pero se ignoraba que aquellas elecciones pasarían a ser históricas, y por diversas razones.
En Barcelona también había efervescencia por ir a votar. Con el fin de que la colonia alemana pudiera ejercer su derecho, el cónsul había pedido permiso al gobernador civil para llevar a cabo la consulta. El ritual debía consistir en embarcar en el puerto a los votantes, salir con ellos y conducirlos hasta llegar a las aguas internacionales con el fin de, mientras estuvieran allí, proceder entonces a depositar las papeletas en la urna.
El permiso fue concedido en el acto.
El buque Halle se encontraba atracado en el muelle y los votantes tendrían opción de embarcarse en dos tandas. La primera había de salir a las 7.30 h para regresar cuatro horas más tarde. La segunda, encadenada ya a las 11.30 h para volver a la caída de la tarde.
La mesa iba a ser presidida por el capitán de la nave.
Ejercieron su derecho a voto 777 ciudadanos, una cifra digna de la rigidez mecánica que inspiraba las concentraciones nacionalsocialistas; tal dato significaba que los dos tercios de inscritos habían preferido la abstención.
En el muelle se registraba mucho movimiento durante toda la jornada de aquel domingo. A bordo, unos músicos, acordeón y violín, se aplicaron en amenizar la travesía. El ritual se registró sin el menor incidente en alta mar.
El escrutinio arrojó un resultado claro, que sin sospecharlo anunciaba el fin de una época y el principio de una tragedia de dimensión mundial: el partido nazi había obtenido 508 votos. Semejante mayoría quedaba bien reflejada en la imagen: tantos brazos en alto dominan el panorama de cubierta.
Al regresar por la tarde y al desembarcar, los hitlerianos entonaban el himno alemán, mientras que los comunistas coreaban La Internacional .La policía tuvo que intervenir con una cierta energía para evitar un choque que parecía inminente.
Se suele afirmar que Hitler había llegado al poder al haber ganado los comicios. No es cierto. En ninguna elección había conseguido la mayoría absoluta. En la anterior, la del 6 de noviembre de 1932, pese a ser el partido más votado, había perdido 34 escaños, lo que le había aportado sólo 189 diputados de un total de 584. Pese a ello, un presidente Hindenburg ya aquejado por la demencia senil que pronto lo llevará a la tumba nombraba canciller a Hitler.
El calculado incendio provocador del Reichtag ejecutado por los nazis, acaecido sólo unos días antes de la nueva consulta electoral, tampoco consiguió aportarles la ansiada mayoría absoluta en las elecciones del 5 de marzo de 1933, ambientadas aquí por el escenario local barcelonés. Sin ella, empero, se las apañaron para asaltar el poder. Los alemanes ignoraban que ya no volverían a votar hasta 1949.
La colonia alemana se hizo a la mar para ejercer en las elecciones de 1933 su derecho al voto
PÉREZ DE ROZAS / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA