Una visita de Macron a la Guayana desata la protesta popular
“No soy Papá Noel”, dice el mandatario en otra de sus declaraciones hirientes
Llegó, vio y se armó. La primera visita del presidente francés, Emmanuel Macron, a un territorio de ultramar, si se exceptúa el urgente desplazamiento a las Antillas por el último huracán, ha sido a la Guayana, territorio difícil que el pasado abril mantuvo una tenaz y larga protesta pidiendo fondos y atención a París.
Aquello quedó en una promesa de 1.000 millones de subvenciones y un “tomar nota” de otros 2.000 millones que han quedado en puntos suspensivos. Aparentemente el presidente Macron se ha encontrado con esos flecos ahora, y, una vez más, lo ha gestionado mal, con una declaración torpe que puede
leerse como una nueva arrogancia.
La protesta de abril en Guayana, territorio de 80.000 kilómetros cuadrados de 250.000 habitantes a 7.000 kilómetros de distancia de París, fue sonada. El movimiento llegó a bloquear el polígono de lanzamientos espaciales e hizo mucho ruido. El jueves, Macron llegó a la capital, Cayena, se subió a un helicóptero y fue directamente a la remota localidad de Maripasoula, en la frontera con Surinam. Esa villa de 10.000 habitantes en medio del bosque amazónico se parece a una isla. Sólo puede llegarse por avión, un viaje de una hora, o en barco por el río. Su población, con muchos amerindios, aumenta con los años por la emigración brasileña y de otros lugares. No hay instituto de enseñanza media, ni instaeste
laciones deportivas, ni hospital, ni carretera que disuelva la insularidad del lugar.
Allá, en mangas de camisa, el presidente tuvo su primer baño de masas. Una casa destartalada fue púdicamente recubierta con cañas para que no estropeara la imagen, como la emperatriz Catalina II de visita en Crimea. Un periodista lo explicó y Macron quiso ver a su propietario: contacto directo. Fue entonces cuando hizo su declaración.
El presidente explicó que Maripasoula tendría su instituto y su campo de fútbol, pero que no habría la carretera que ya Sarkozy prometió hace dos legislaturas, ni tampoco el hospital.
“No soy Papá Noel, ni los guayaneses son niños”, dijo, jactándose
de que él no hace “promesas que no pueden cumplirse”. “Estoy aquí para decir las cosas que son ciertas y asumir compromisos que podré mantener en mis cinco años, así como para garantizar los elementos de autoridad indispensables en este territorio”, explicó.
Entre Papá Noel y los “elementos de autoridad”, el movimiento Pou Lagwiyann dékolé (Para que la Guayana despegue), que pedía encontrarse con Macron en Cayena, recibió mal el mensaje. “No necesitamos ningún Papá Noel, sino un gobierno que se dé cuenta de que en Guayana nada funciona”, decía David Riché, el presidente de la asociación de alcaldes de Guayana. Hay mucho dinero de aquella cantidad de la que se “tomó nota” en abril por concretar en territorio, mucho mejor abastecido que cualquiera de sus limítrofes (Surinam o Brasil) pero que cuenta con el índice de analfabetismo más alto de Francia y con multitud de carencias.
Hubo diferencias entre los manifestantes que esperaban a Macron en Cayena y el presidente sobre la cita para una entrevista, así que mientras Macron cenaba en la residencia del prefecto la manifestación nocturna que reclamaba frente al edificio el respeto a los acuerdos firmados en abril se desmadró. Jóvenes impacientes de los barrios más desfavorecidos de la ciudad desbordaron las barreras y lanzaron cócteles molotov y proyectiles a la gendarmería, que respondió con gases y cinco detenciones, ilustrando los “elementos de autoridad” mencionados por el presidente, según los responsables del colectivo local. “El señor
En las demandas de abril quedó dinero por concretar y el presidente se ha topado con el descontento
Macron no tiene ningún respeto por nosotros”, dijeron
Un nuevo fracaso de la sacrosanta imagen, ese ídolo presidencial que es más importante que la propia política -cómo queda es más importante que lo que es–y que determina mucho la acción del Elíseo desde hace, por lo menos, dos presidencias.
Mientras hablaba de Papá Noel en Maripasoula, el país conocía el jueves los números del beneficio concreto que los cien franceses más ricos van a obtener de las reformas fiscales del presupuesto del 2018: 1.500 millones de euros. Ese dato es el que envenena las declaraciones arrogantes de Macron.
Antes de salir para Guayana, Macron cenaba en el Elíseo con 25 jefes de algunos de los fondos de inversión más poderosos del mundo, dentro de la operación para repescar inversiones que puedan alejarse de la City de Londres. Allí el presidente estuvo en su elemento. El acto quedó muy bien, dijeron sus comunicadores.
“Los inversores que administran centenares de miles de millones y viajan por todo el mundo están acostumbrados a ser engatusados, pero salió muy bien y quedaron fascinados”, han dicho. No como la visita a Guayana.