El gran infectador
Los abogados de Valentino Talluto, un seropositivo de conducta irresponsable, sostuvieron que su cliente actuó “con estupidez y ligereza”, pero que no lo hizo a propósito, con mala intención, ni movido por un impulso criminal. Los letrados admitieron que su defendido sí desahogaba sus impulsos, pero estos eran de otra índole. Un tribunal de Roma no aceptó ayer estos argumentos y, tras deliberar durante casi once horas, condenó a Talluto a 24 años de cárcel por “epidemia intencionada”, con consecuencias graves de salud para las personas que infectó. La acusación pedía cadena perpetua.
Talluto, de 33 años, llevó desde muy joven una vida sexual desenfrenada y a menudo sin adoptar las debidas protecciones ni alertar a sus amistades íntimas, a pesar de saber que era portador del virus del sida. Según los jueces, ha quedado probado que contagió al menos a 32 personas. La mayoría eran mujeres con las que tuvo relaciones, aunque hay 25 más que lo denunciaron al saber que habían corrido peligro. Entre los afectados hay tres hombres infectados por tener relaciones con mujeres que se habían acostado antes con Talluto. Entre el grupo de contagiados figura asimismo un niño cuya madre fue infectada por el condenado. Ahora la criatura, además de ser seropositiva, padece una encefalopatía.
Hubo quien tuvo suerte. Se salvaron de la infección, por ejemplo, una mujer que se hallaba ya embarazada cuando tuvo relaciones con Talluto. Tampoco se contagiaron tres hombres que protagonizaron tríos sexuales en los que participaron las compañeras de ellos y el acusado.
Los hechos objeto de delito se produjeron entre el 2006, cuando Talluto supo que era seropositivo, y el 2015. El acusado pedía a sus amantes no usar el preservativo para obtener mayor placer. Este temerario juego prosiguió hasta que una de las mujeres se enteró, a través de amigos comunes, de que él tenía la infección y le pidió que le dijera la verdad. Después de esta confesión, lo denunció. Talluto fue detenido hace dos años y ha transcurrido este tiempo en la prisión romana de Rebibbia.
A Talluto lo defiende con pasión su última novia, Giada, de 31 años, que concedió una entrevista a Vanity Fair, antes de la sentencia, con el obvio objetivo de destacar su humanidad y ablandar a los jueces. “Valentino no es un monstruo, yo lo amo”, señaló Giada, que conoció al condenado hace tres años, en un bar de Roma y llegó a convivir con él antes de que ingresara en la cárcel. “Me llenaba de halagos –confesó Giada a la revista–. Después de un mes me llevó a Barcelona para celebrar nuestra relación”. Giada no está contagiada. Él le dijo enseguida que era seropositivo
Talluto pasó una infancia difícil. Tal vez ello explicaría su carácter. Nunca conoció a su padre. Su madre, drogadicta, murió de sida cuando él era pequeño. Luego vivió con sus tíos, a los que informó de la enfermedad cuando se la detectaron, pero no hubo problemas. Tomaron las elementales precauciones higiénicas en casa y no más. La vida transcurría con normalidad. El chico se encontraba bien, sin síntomas aparentes.
Giada admitió ante Vanity Fair que él le había sido infiel un par de veces, “pero no tantas como dicen los periódicos”. “Es mi problema –puntualizó–. Los cuernos los llevo yo”. La compañera de Talluto cree que las mujeres que lo han acusado han exagerado cuando lamentan y se escandalizan por haber tenido relaciones sin protección. “Como mujer les diría que dijeran la verdad, que admitan que se divertieron y tuvieron relaciones sexuales sin protección –agregó Giada–. Valentino nunca obligó a ninguna de ellas, nunca ha sido violento”.
Según la novia, la conducta de Talluto se explica porque siempre se encontró bien, sin ni siquiera un resfriado, no se sentía en absoluto un enfermo. Los análisis no mostraban ninguna anomalía. Los médicos le decían que no debía someterse a ninguna terapia, que sólo debía alimentarse de manera sana.
Giada y Talluto sueñan con casarse un día y tener hijos. Mientras él ha permanecido en la cárcel, les autorizaban a escribirse un correo electrónico cada día. “Sí, tengo miedo, pero sé que sin él no voy a ningún sitio –enfatizó la novia–. Me imagino que está trabajando en un lugar lejano y que algún día volverá. Algunos me dicen que rehaga mi vida porque él ha contagiado a media Roma, pero yo contesto que mi vida la decido yo, que antes de juzgar hay que conocer los hechos. Esta es mi decisión, por correcta o equivocada que sea”.
Un tribunal de Roma condena a 24 años de cárcel a un seropositivo que contagió a 32 personas
La defensa sostuvo que Valentino Talluto actuó con estupidez y ligereza, pero hubo dolo