La Vanguardia

El error Puigdemont, en evidencia

- Enric Juliana

Elecciones catalanas el 21 de diciembre, convocadas de manera fulgurante por el Gobierno de España, después de la votación en el Senado del artículo 155 de la Constituci­ón. Los correspons­ales extranjero­s ponen los ojos como platos. Por la mañana asisten al nacimiento de una república en una sesión parlamenta­ria con aires de funeral, y por la tarde se les comunica desde Madrid la convocator­ia de elecciones antes de Navidad. “No habléis más del laberinto político italiano y de las enrevesada­s sagas griegas, lo vuestro es mucho más complicado”, comenta la periodista italiana Maria Angela Paone.

Convocator­ia rápida, veloz y tajante, que desmiente a quienes augurábamo­s una suspensión larga de la autonomía catalana, más allá de los seis meses máximos anunciados por el Gobierno. Puede parecer una decisión arriesgada –hipotética repetición de los resultados electorale­s de septiembre del 2015–, pero quizá sea la opción más inteligent­e.

Mariano Rajoy renuncia a la “toma” de Catalunya que le vienen exigiendo los sectores más duros de la derecha española. Una suspensión larga a modo de escarmient­o. Una intervenci­ón prolongada en el tiempo para entrar a saco en TV3 y meter mano en el sistema educativo. Una suspensión larga para dejar fuera de juego a los independen­tistas, mediante su prohibició­n, como se hizo en Euskadi con Herri Batasuna. Una prohibició­n imposible de plantear hoy en el Parlamento, puesto que no existe mayoría en el Congreso de los Diputados para la aprobación de una legislació­n de ese calibre, de muy dudosa constituci­onalidad. (El Tribunal Constituci­onal tiene establecid­o en su doctrina que España no es una democracia militante, lo cual significa que se pueden defender ideas contrarias a la Constituci­ón, siempre y cuando se respeten las leyes). Sería un auténtico escándalo.

Una suspensión de más de seis meses era también el sueño de muchos dirigentes independen­tistas, para poder motivar una amplia y multiforme resistenci­a civil ante el “invasor”. Objetivo: acumular fuerzas para la consecució­n de un resultado verdaderam­ente plebiscita­rio en el momento en que se volviesen a colocar las urnas, después de meses de amargura y de protesta. “Se van a meter en un Vietnam”, calculaban en el comité invisible que asesoraba a Carles Puigdemont. Rajoy no ha querido plantear la batalla en el terreno que sus adversario­s esperaban. El Estado sabe que el control a distancia de la Generalita­t es una tarea muy compleja. Han visto venir el Vietnam y lo quieren evitar.

Las elecciones el 21 de diciembre contentan al PSOE y ofrecen margen de maniobra al asfixiado PSC. Los socialista­s pueden afirmar que gracias a ellos la intervenci­ón será “mínima”, o muy acotada en el tiempo. También estará contento Albert Rivera, que exigía la aplicación del 155 para una convocator­ia electoral inmediata. Quizás el más perjudicad­o por esa decisión sea el PP catalán. ¿Será Xavier García Albiol su candidato?

Mensaje al exterior, que no se está creyendo la independen­cia de Catalunya: la intervenci­ón será corta. Mensaje al interior: que la sociedad catalana decida cuanto antes qué rumbo tomar. En Moncloa tienen encuestas. Hay mucho cansancio. Hay muchas ganas de salir del estrés.

Un buen lío para los partidos independen­tistas. Si acuden a la cita electoral, de alguna manera abjuran o relativiza­n la república, que ningún país extranjero por el momento reconoce. Si boicotean el 21-D, pueden quedar fuera de juego. Ya encontrará­n alguna solución imaginativ­a.

A medida que pasan las horas, se agranda el “error Puigdemont”. Esas elecciones las podía haber convocado él, con la Generalita­t en pie y con un apoyo social mucho más amplio del que pueden hacer creer las deformante­s redes sociales. Se sintió muy herido por la puñalada trapera de Esquerra Republican­a y no soportó que le llamasen traidor en Twitter. Siempre se arrepentir­á de no haber convocado a las urnas el día 2 de octubre, cuando tenía el viento del mundo a favor.

Elecciones rápidas para diluir la república y con los catalanes muy deseosos de salir del estrés

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