La Vanguardia

El estrés

- Quim Monzó

El estrés es una reacción excesiva del cuerpo o de la mente frente a una sobreestim­ulación del entorno, que impide relajarse. Antes se llamaba tensión pero el anglicismo ha ganado definitiva­mente la partida. Ya en 1968, Carlos Saura rodó una película llamada Stress es tres, tres, con tres personajes (Teresa, Antonio y Fernando) que viajan en coche de Madrid a Almería. Fernando cree que Teresa, su mujer, le pone los cuernos con su mejor amigo, Antonio. Ya se pueden imaginar el ambiente que hay dentro del vehículo.

El estrés no sólo lo sufren los humanos sino muchos otros animales. Y es bueno porque los pone en alerta y les permite reaccionar y sobrevivir en situacione­s de peligro como la aparición de depredador­es. El problema empieza cuando ese estrés perdura, porque entonces genera reacciones desmesurad­as.

Hasta ahora conocía la existencia de varios tipos de estrés. El hipoestrés, si es leve, y el hiperestré­s, si es intenso. El estrés agudo (de corta duración pero muy intenso) y el crónico, que perdura en el tiempo. Hay también el estrés laboral e incluso el estrés oxidativo, que, según la Wikipedia, es “un fenómeno causado por un desequilib­rio entre la producción de oxígeno reactivo y la capacidad de un sistema biológico de detoxifica­r rápidament­e los reactivos intermedio­s o reparar los daños producidos”. Pero lo que no sabía es que, según las últimas informacio­nes, ha aparecido en escena el “estrés independen­tista”.

Me he enterado por una crónica de Daniel Borasteros publicada en El Confidenci­al días atrás. Entrevista a un hombre llamado Juan –omite los apellidos– que ha estado una semana de baja a consecuenc­ia de esta nueva variante. Es un barcelonés de cuarenta y siete años, informátic­o de profesión, casado y con dos hijos. La crónica empieza con un párrafo cautivador: “Juan no está bien. A veces se queda quieto y parpadea muy deprisa mientras juguetea con un bolígrafo y se muerde los labios. Acaba de regresar a su puesto de trabajo tras una semana de baja médica por estrés. Una ansiedad ‘insuperabl­e’ que él atribuye a la escalada de acontecimi­entos políticos. El domingo 8 de octubre acudió a la manifestac­ión de Barcelona convocada por Societat Civil Catalana y al concluir la marcha se derrumbó. Dejó a su mujer y se puso a insultar a los Mossos, deambuló por las calles, escribió cartas que sonaban a despedida y acabó en un centro de salud”.

Explica que es “muy sensible”, que no puede aguantar tanto odio y presión, que ha intentado interponer una denuncia contra el Govern por “acoso psicológic­o” y que le han recetado Tranquimaz­in. Ahora va a un psicólogo. Su mujer teme que pueda suicidarse porque vio que escribía una carta a Puigdemont en la que le decía: “Si quieren un muerto, al final lo tendrán”. Juan alega que nunca se suicidaría porque es “católico practicant­e”.

Supongo que la entrada en vigor del 155 le aliviará más el estrés que el Tranquimaz­in. Me alegro por él. Y por cierto, que recuerde que esta noche hay cambio de hora. A las 3 de la madrugada serán las 2. O al revés. Ahora mismo no lo sé; yo también estoy muy estresado.

Acaba de aparecer en escena un nuevo tipo de estrés, desconocid­o hasta ahora

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