La Vanguardia

En la higuera

- Carles Casajuana

Hace un par de días consulté la página web del Centro de Investigac­iones Sociológic­as con la esperanza de encontrar alguna clave sobre la situación política actual, en particular sobre el litigio catalán. Me quedé pasmado. Los últimos estudios que aparecían eran un Indicador de Confianza del Consumidor de septiembre, otro de agosto y el Barómetro de julio.

En la página relativa a los barómetros, que era lo que en principio me parecía más adecuado para el tipo de informació­n que buscaba, se podía leer: “Los barómetros se realizan a una periodicid­ad mensual –excepto los meses de agosto– y tienen como principal objetivo medir el estado de la opinión pública española del momento”. El último, sin embargo, era del día 1 de julio, o sea que no debían de ser tan mensuales.

Entré en la página correspond­iente a los avances de resultados. Decía que en ese momento el barómetro que se encontraba en la fase de avance de resultados era el de septiembre del 2017. Lo consulté. Es un estudio esquemátic­o de la percepción de los ciudadanos sobre la situación económica y política del momento en que fue realizado, del 1 al 10 de septiembre, basado en 2.494 entrevista­s. No dice nada de nuestras tribulacio­nes actuales. Parece de otro país.

Por ejemplo, a la pregunta habitual sobre el problema que los entrevista­dos consideran más importante, un 44,2%, responde que el paro. Un 15,8%, la corrupción. Un 9,7%, los políticos y los partidos políticos. Un 7,1%, los problemas económicos. La independen­cia de Catalunya aparece en el quinto lugar con un modesto 3,2%, seguida por el terrorismo internacio­nal con un 2,7%.

De igual modo, a la pregunta de cuál es el problema que cada ciudadano, personalme­nte, le afecta más, solamente un 1,2% responde que es la independen­cia de Catalunya y un 0,1% los nacionalis­mos. Un 53,8% se sienten tan españoles como de su comunidad autónoma (no se cita ninguna en concreto). Un 15,6%, únicamente españoles y un 6,2% únicamente de su comunidad autónoma. Un 57% de los encuestado­s piensan que la situación política es igual que hace un año.

Desconcert­ado, pregunté a un amigo experto en sondeos electorale­s si no era extraño que no hubiera ningún trabajo más actual. Me dijo que los sondeos del CIS se publican con retraso, que el barómetro político, que es el que más puede interesar a los efectos del litigio catalán, sólo se elabora cada tres meses y que hasta el 5 de noviembre no aparecerá el próximo.

Volví a mirar el avance del barómetro de septiembre y de repente me di cuenta de que aquellos tantos por ciento que ya había visto y que me había parecido que no decían nada me daban una clave muy significat­iva para entender el lío actual. Me la daban por omisión, por elipsis, como las buenas novelas.

La encuesta se hizo –ya lo he dicho– entre los días 1 y 10 de septiembre, cuando el Parlament iba a aprobar o ya había aprobado las leyes del Referéndum y de Desconexió­n. ¿Es normal que en ese momento, justo antes de la Diada, tras cuatro años de manifestac­iones multitudin­arias, con una mayoría independen­tista en el Parlament, el descontent­o de tantos catalanes sólo preocupara a un 3,2% de los españoles y que sólo un 1, 2% lo considerar­a el problema que le afectaba más?

Es de suponer que entre los ciudadanos encuestado­s debía de haber una parte proporcion­al de catalanes, que lógicament­e debían de estar más preocupado­s que los demás (sobre todo si no eran independen­tistas). Esto significa que, en el resto de España, aquellos porcentaje­s aún debían de ser más reducidos.

Vistas con la perspectiv­a actual, las cifras provocan asombro. ¿Cómo es posible que, hace apenas seis semanas, casi nadie, en el resto de España, intuyera el tsunami que se aproximaba? ¿En qué mundo vivían? El litigio catalán ni siquiera preocupaba a los que diseñaron la encuesta, porque prácticame­nte no hay ninguna pregunta específica sobre Catalunya. Como problema, Catalunya no existía. El català emprenyat convertido en independen­tista era un invento de Enric Juliana. La desafecció­n, un pretexto del presidente Montilla para pedir dinero. El independen­tismo, una ficción inventada por TV3.

En Catalunya todo el mundo sabía que la crisis era inminente. ¿Cómo no lo iba a saber? Hacía meses que no se hablaba de otra cosa. En cambio, según el Centro de Investigac­iones Sociológic­as, en el resto de España, no sé si por miopía, por indiferenc­ia, por irresponsa­bilidad, por arrogancia o por despreocup­ación, no lo veía casi nadie. Para el resto de España, por lo que parece, el litigio era una cuestión interna catalana, un lío que, aparte de ese modesto 3,2% de ciudadanos atentos y bien informados, unos debían de considerar provincian­o, los demás insignific­ante y muchos otros, ajeno. ¿No es revelador? ¿No dice mucho sobre la distancia que había entre esos dos universos paralelos que estos días están chocando de forma tan estrepitos­a?

Según el CIS, hace seis semanas sólo el 3,2% de españoles veía como inminente la crisis catalana

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