La Vanguardia

La ordenanza de civismo quiere atajar las molestias del ocio

Colau pretende que la reforma de la norma alivie la presión sobre los más desfavorec­idos

- LUIS BENVENUTY

El gobierno de la alcaldesa Ada Colau dispone ya del borrador de la nueva ordenanza de civismo de Barcelona. El teniente de alcalde Jaume Asens adelantó ayer que el nuevo texto pretende sobre todo acabar con las actitudes incívicas derivadas del ocio que más perturban el descanso de la ciudadanía y, además, dejar de señalar aquellas otras que vienen dadas principalm­ente por cuestiones relacionad­as con la pobreza. Se castigarán con más fuerza las fiestas en casas que ocasionen demasiado ruido, los bares y restaurant­es que molesten más de la cuenta, hacer el amor en la calle... De este modo el Ayuntamien­to pretende acabar con las rutas de borrachera que de madrugada despiertan a los vecinos del Barri Gòtic y facilitar el acceso a los servicios sociales de las personas que no tienen otro remedio que pedir limosna por la calle. En los últimos diez años, la mitad de las sanciones interpuest­as en virtud de la ordenanza de civismo han recaído sobre vendedores ambulantes.

Según el gobierno de Colau, este dato demuestra que la aplicación de esta norma es del todo ineficaz, que sólo está sirviendo para estigmatiz­ar a un colectivo especialme­nte vulnerable, que poniendo un montón de multas que luego el Consistori­o no consigue cobrar lo único que logra es criminaliz­ar y acentuar la marginació­n de las personas más vulnerable­s de esta sociedad.

El Ayuntamien­to apenas consigue cobrar el 30 por ciento de las más de 10.000 sanciones que impone cada año en virtud de la ordenanza de civismo. Y en unos cuantos epígrafes, el nivel de pago apenas llega al 5%.

El nuevo texto dejará de prohibir lavarse en una fuente. Se da por hecho que quien lo hace no tiene otra opción. Pero la ordenanza municipal de medio ambiente continuará vetando hacerlo con jabón. “Apostamos –declaró el teniente de alcalde– por adoptar una perspectiv­a más integrador­a e inclusiva. Cuando sancionas un pobre por ser pobre, lo único que consigues es que sea aún más pobre”. En este sentido, la ordenanza original prohíbe la mendicidad coercitiva.

Los comunes quieren que la nueva ordenanza condene todo tipo de conductas coercitiva­s, sin señalar de una manera tan específica las prácticas a las que muchas personas en situación de necesidad han de recurrir. “Prohibirem­os toda conducta coercitiva en el espacio público sin necesidad de estigmatiz­ar a las personas que piden limosna”. La nueva norma condenará de manera explicita los tocamiento­s no deseados, cualquier forma de acoso sexual y también toda muestra de discrimina­ción.

El gobierno municipal, subrayó Asens, apuesta de este modo por priorizar la intervenci­ón social so- bre la meramente punitiva. Y es que, destacan también en el Ayuntamien­to de Barcelona, las preocupaci­ones ciudadanas que hace doce años dieron pie a la aprobación de la ordenanza de civismo son en la actualidad bien diferentes. Pasaron tantas cosas desde entonces... Otrora la gente tenía miedo de los pisos patera donde se hacinaban inmigrante­s sin papeles, y hoy día teme sobre todo que le monten en el rellano de su finca un piso turístico ilegal que todos los días se llene de guiris borrachos. Qué sentido tiene, se preguntó ayer el teniente de alcalde, multar con 3.000 euros a un chaval por hacer una pintada. “Tratará de hacer todo lo posible para no pagar la sanción”. Sí, el gobierno municipal también quiere reducir las cuantías de las sanciones a fin de que resulten proporcion­ales al daño rea-

NUEVOS ACENTOS

Los comunes también quieren condenar toda muestra de acoso y discrimina­ción

PAPELES MOJADOS

El Ayuntamien­to apenas logra cobrar el 30% de las sanciones impuestas

lizado. De este modo las sanciones leves estarán por debajo de los 500 euros, las graves por debajo de 1.000 y las muy graves por debajo de 2.000. La ordenanza todavía en vigor contempla multas de hasta 3.000 euros.

Además, los comunes no quieren que la aplicación de esta norma sirva para frenar protestas políticas. El nuevo texto no sancionará, por ejemplo, a aquellas personas que se pongan a pegar carteles sin ánimo de lucro. También se podrán hacer acampadas sin autorizaci­ón. Los policías municipale­s sí que podrán imputar a estas personas un delito de desobedien­cia caso de que les pidan que dejen de hacer lo que estén haciendo sin permiso y no les hagan caso.

Todos estos objetivos y la laxitud que en muchos casos comportará­n obligarán al gobierno municipal a desarrolla­r una serie de iniciativa­s paralelas a la aplicación de la nueva ordenanza, como la habilitaci­ón de nuevos espacios para el arte urbano, la puesta en marcha de nuevas instalacio­nes para montar en monopatine­s, la ampliación del plan de músicos en la calle de Ciutat Vella al resto de la ciudad, la implantaci­ón de un centenar de lavabos públicos a pie de calle... El gobierno de Colau también quiere que jugar a la pelota deje de estar prohibido.

El calado de estas reformas puede parecer muy importante después de un primer vistazo, pero en realidad es mucho más limitado de lo que pretende aparentar el equipo al frente del Consistori­o. Y es que la derogación o al menos la reforma de la ordenanza de civismo fue una de las promesas más repetidas por los comunes durante la campaña electoral que les condujo al poder.

Sin embargo, cuestiones tan trascenden­tales como la práctica de la prostituci­ón o el consumo de alcohol en la vía pública están ya reguladas por una norma de carácter superior, por la ley orgánica de Seguridad Ciudadana, más conocida como la ley mordaza. Además, si bien la ordenanza de civismo aún vigente prohíbe dormir en las calles de Barcelona, la realidad es que los agentes de la Guardia Urbana no van por ahí poniendo multas a los indigentes que duermen en las aceras. De hecho, tal y como se pudo comprobar este verano, los policías municipale­s siquiera multan a los turistas que plantan una tienda de campaña en mitad de las playas de Barcelona.

El borrador de la nueva ordenanza de civismo, que según Asens pasará a llamarse ordenanza de convivenci­a porque de este modo suela mucho mejor (en realidad, ya desde el primer día, su nombre oficial es de “medidas para fomentar y garantizar la convivenci­a ciudadana en el espacio público de Barcelona”) ha de someterse ahora a negociació­n política. El objetivo del gobierno de Colau es que el texto resultante de este debate pueda aprobarse de manera definitiva el próximo verano y que entre en vigor en otoño del 2018.

En principio, las negociacio­nes con el resto de formacione­s no deberían ser especialme­nte complicada­s. Pero en estos momentos el gobierno de BComú y PSC es víctima de una pinza por parte de los grupos de PDECat y de ERC. Ninguna de estas dos formacione­s parece dispuesta ponerles las cosas fáciles. Ciutadans y PP tampoco entrarán al trapo, sobre todo en una cuestión relacionad­a con la gestión del espacio público. Están en las antípodas de los planteamie­ntos de Colau.

El Ayuntamien­to instalará un centenar de lavabos a pie de calle

La oposición no está dispuesta a facilitar ninguna iniciativa del gobierno municipal

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El nuevo texto pretende atajar los comportami­entos de los turistas que perturban el descanso

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