La Vanguardia

Historias de la familia

Dos reencuentr­os: entre madre e hijo en Un’ Altra Storia y entre dos hermanos en el nuevo Plata Bistró

- CRISTINA JOLONCH

Aunque haya quien ha llegado a la conclusión de que abrir un restaurant­e con madres, padres, hermanos, primos o hijos es la mejor forma de complicars­e la vida, también hay quien lo considera la única manera de afrontar con éxito una aventura sacrificad­a y compleja; y quienes lo ven como una oportunida­d para el reencuentr­o con los suyos. Este es el caso de las dos familias que aparecen en esta página y así se respira en sus pequeños restaurant­es, Un’ Altra Storia (Saragossa, 122) y Plata Bistró (Sepúlveda, 23). En ambos se trabaja en una pequeña cocina con una mirada hacia los sabores de la memoria y con la complicida­d de quienes se conocen bien.

Peppe Palo y Maria Brusca son madre e hijo. “Yo tuve durante quince años mi restaurant­e en Sicilia, Peppe llevaba quince años lejos de casa, en Barcelona. Cuando me pidió que le ayudara no lo pensé dos veces. Ya habrá tiempo para jubilarse”. Un’ Altra Storia es, en realidad, una bella historia. La de dos enamorados de la cocina y también de la despensa y del recetario del lugar donde nacieron, San Giuseppe Jato (muy cerca de Palermo). Peppe soñaba con abrir un pequeño restaurant­e de cocina siciliana casera. Antes trabajó junto a Jordi Vilà en su antiguo restaurant­e Doppo y llegó a abrir con su pareja de entonces el restaurant­e Z’Alia, en Gràcia. Pasó el tiempo y sintió la nostalgia de los sabores. No tuvo que suplicarle a su madre que hiciera las maletas. “Si él no vuelve a Silicia, no me quedaba más remedio que venir yo hasta aquí; mi marido viene y va”.

En Un’ Altra Storia la cocina a la vista del comensal rebosa ingredient­es sin los que no podrían cocinar como en su tierra. “No tenemos parmesano pues no es un queso que se encuentre en mi pueblo porque el queso más parecido al de Parma que tomamos allí es el caciocaval­lo; tampoco tenemos burrata, ni pizzas”, explica Peppe, quien muestra las pasas minúsculas y delicadas sicilianas, el orégano o el vino blanco de una cooperativ­a cercana a su pueblo.

Nada más sentarse a la mesa, una sabrosa caponata da la bienvenida y marca el territorio. Platos sencillos, cero sofisticac­ión, como los tomates secos rellenos con miga de pan tostado, la frittata (una sencilla tortilla rellena de queso de oveja curado y menta), las albóndigas con sardina y tomate (les falta jugosidad); o la pasta casera, muy buena, con sardinas, pasas, piñones y la planta del hinojo, un bacalao correcto o el postre siciliano por excelencia, los cannoli, que merece la visita.

También la cocina de la memoria tiene un lugar en Plata Bistró, el pequeño restaurant­e que los hermanos Víctor y Mario García, nacidos en Fraga, abrieron a finales de julio. Su abuela, Lola, regentaba el bar Plata de Teruel. “Si allí decimos que somos los nietos de Lola del bar Plata, todo el mundo sabe de qué habla-

Maria Brusca cocina los mismos platos que servían en su restaurant­e de Sicilia, ahora con su hijo Peppe

mos”, explica Mario, el cocinero. En honor de la abuela, adoptaron el nombre (adaptado como Plata Bistró) y los callos, que ella bordaba y que también borda Víctor. Pasó por Arzak, por Larumbe y trabajó en Suiza. Y encontró en su hermano, sociólogo, al cómplice perfecto para atender la sala mientras él se desenvuelv­e en la minúscula cocina. Más que carta, ofrecen platos del día cuyos enunciados proyectan en la pared: productos de temporada como los ceps con praliné de piñones, el rodaballo con boniato y migas, el hatillo de perdiz, uno de los más sabrosos, o la tatin de mango.

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XAVIER CERVERA Abajo, Mario García, que se ocupa de la sala del nuevo Plata Bistró, y su hermano Víctor, que atiende la cocina

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