Participación retornada
La asamblea de los Lluïsos de Gràcia acuerda que este año no jugarán a la Lotería Nacional. Los de Horta, tampoco. Cabe suponer que otras asociaciones catalanas (casals, ateneos, ampas, esbarts, clubs deportivos) procederán del mismo modo y no ofrecerán las clásicas participaciones de lotería que conforman el paisaje simbólico navideño. Es lo que tienen los símbolos, que cuando hay lío todo el mundo los señala. Vete a saber dónde estaremos en Navidad, ni cómo ni con quién, pero seguro que alguien medirá el impacto de la desafección apelando a la disminución del dinero jugado a esta emblemática lotería. Los boicots a símbolos no discriminan entre damnificados. Basta fijarse en la exministra Trujillo, que dispara contra aguas minerales de bello nombre catalanesco, propiedad francesa y con “fonts velles” también en Sigüenza. La lotería es la esperanza del desesperado. A mayor desespero, mayor inversión. No es un mal negocio en tiempos de crisis. Muchas obras literarias explotan el impacto, a veces devastador, de la lotería en los afortunados por el golpe de suerte. Joan Brossa escribió Calç i rajoles, estrenada en el Palau de la Música Catalana en 1964 por Teatre Experimental Català. Brossa entendía la vanguardia desde la tradición y el acto tercero era una reescritura de la escena XII de Les garses de Ignasi Iglesias (1906), un drama que retrata las desgracias derivadas de ganar el gordo de Navidad. En su obra Brossa conservaba el número de la suerte que Iglesias eligió en 1906: el 10.341. Cabe decir que en más de un siglo el número de Iglesias y de Brossa nunca ha sido el gordo.
Ramon Mas, uno de los editores de Males Herbes, acaba de publicar Afores (Edicions de 1984), una buena novela ambientada en un pueblo imaginario (Puigsech) de Osona. Uno de los muchos aciertos narrativos de Mas es usar la lotería para retratar la vida “interior” de los lugareños. Explica que tocó un premio gordo (como en la realidad sucedió en Vic), pero que nadie salió a la calle a celebrarlo. “Durante los quince días siguientes el pueblo estuvo más silencioso que nunca. Las ganas de quedarse en casa se propagaron como una epidemia. En los comercios todos evitaban gastar en exceso. Los afortunados temían la envidia ajena, ni tan sólo se atrevían a compartirlo con la familia o los amigos”. La lista de agraciados fue el gran misterio durante décadas, hasta el punto de que cada vez que alguien se compraba un coche, un terreno o una casa, todos sospechaban que era con dinero de la lotería. “Eso sí, nunca se decía en voz alta”. En la actual situación se da la paradoja de que el principal valedor del presunto boicot independentista a la lotería nacional española será un furibundo antiindependentista como Xavier Gabriel, de La Bruixa d’Or. Tras trasladar fuera de Catalunya la sede fiscal de su negocio, este año se tendrá que restar la millonaria facturación de lotería de Navidad que vende en Sort y, sobre todo, en internet. Gracias al angelical Gabriel el boicot a la lotería española tendrá efectos significativos.
“Las ganas de quedarse en casa se propagaron como una epidemia; en los comercios evitaban gastar en exceso”